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Una segunda causa de la burbuja educativa es de carácter sistémico, determinada por la clase de contradicciones en que el capitalismo se enreda sin cesar. Los viejos socialistas – p.e., Karl Kautsky – creían que el capitalismo se derrumbaría bajo el peso de sus contradicciones. Hoy sabemos lo equivocados que estaban. El capitalismo es un sistema avezado en moverse entre contradicciones. Multiplica su número y las profundiza día a día y, sin embargo, eso no lo destruye. Al revés, resurge de ellas con renovada fuerza, como si su capacidad de sobrevivir a contradicciones aparentemente irresolubles paralizara, por lo que sucede ante sus ojos, a una humanidad atónita. Quizá esto tenga un final dentro de décadas. Muy próximo, sinceramente, no veo ese final.
La entrada de ayer (Peak oil) me ayuda a explicar cómo se traduce esto en mayor demanda de educación. Las contradicciones actuales del capitalismo parecen poner en peligro la existencia misma de la vida en el planeta. Pero el sistema no deja de jugar a ellas. Tras dos tremendos accidentes, uno en la extracción de crudo en el Golfo de México y otro nuclear en Fukushima, Rusia y Noruega se proponen perforar el Océano Ártico y el gobierno japonés planea construir más centrales nucleares, pese a la oposición de más del 80% de la población de su país. El capitalismo actúa así en todo. Lo mueve una mezcla explosiva de afán de lucro privado y de necesidad insuperable de control. Así, se introduce en situaciones donde arriesga la pérdida absoluta de control y ésa es quizá la principal de sus contradicciones. Los dos accidentes mencionados son buenos ejemplos. Y esto ocurre en una sociedad que se llama a sí misma «del conocimiento».
Una sociedad del conocimiento no es necesariamente una sociedad con conciencia. Siendo realistas, la sociedad del conocimiento hacia la que avanzamos es una sociedad capitalista con enormes dosis de mala conciencia por todo lo que está sacrificando en aras del beneficio privado y del control. Soporta contradicciones de múltiples clases: energéticas, relativas a los ecosistemas, a la dificultad creciente de gestión de conflictos, humanitarias… La conciencia bienpensante querría evitar esas contradicciones, y superar con ello el capitalismo; eso, o el diluvio. La experiencia nos dicta que no hay diluvio, que el capitalismo puede continuar avanzando, incrementando la complejidad de sus contradicciones. Pero, para poder continuar, el capitalismo se ha tenido que hacer experto en la gestión de sistemas complejos. El mundo podrá multiplicar sus centrales nucleares y generar vertidos de crudo en los casquetes polares, pero tendrá que multiplicar aún más los expertos formados en gestionar sus riesgos. No científicos capaces de aumentar nuestro conocimiento de lo que es la energía nuclear, que esa clase de conocimientos ya vimos en el primero de estos artículos excede ahora mismo de la capacidad de aplicarlos; sino técnicos capaces de reducir poco a poco sus riesgos haciendo uso de mucha de esa ciencia que hoy no sirve para nada. En general, el capitalismo se obliga a incrementar considerablemente la cantidad de educación, precisamente para gestionar riesgos y contradicciones en todos los ámbitos donde el auri sacra fames y la necesidad de control lo ponen en débito con la naturaleza o con la humanidad. Invirtiendo en la educación de expertos que mantengan la esperanza de que ciertos problemas se irán resolviendo poco a poco, a largo plazo, el mundo puede continuar embarcándose, sin vacilaciones estériles, en nuevas agresiones al ecosistema del planeta o a la estabilidad de los biosistemas, agresiones que sin embargo permiten ir sorteando los problemas de corto plazo. Esto configura a la inversión es esa clase de educación como una verdadera burbuja.
La gestión de sistemas complejos es algo para lo que nuestro sistema educativo forma particularmente mal. El signo de la educación, hasta ahora, ha sido la especialización; una suerte de ignorancia reglada, según la cual tengo que saber de lo mío e ignorar lo demás porque de eso se encargan otros. La gestión de sistemas complejos exige lo que en inglés se llama cross breeding («fertilización cruzada») o en el español «interdisciplinariedad». En realidad, la interdisciplinariedad está penalizada en el sistema educativo por su estado mayor, la Academia, como cuando comités evaluadores de la actividad investigadora del profesorado universitario deniegan tramos de investigación porque el interesado se ha presentado a Métodos Matemáticos para la Economía cuando su investigación es en Matemática pura (caso rigurosamente exacto); o, más en el origen del problema, cuando referee tras referee desaconsejan la publicación de un artículo, pese a su reconocido interés, por no encajar en el «perfil» – especializado – de sucesivas revistas de impacto (no menos verídico). Se necesita educación, por tanto, para formar en la interdisciplinariedad no sólo a nuevas generaciones de profesionales de todos los campos del saber, sino también a los que hasta ahora han sido educadores en la especialización y hasta a los grandes gurús de la ciencia, si se me apura.
Por último, una tercera razón por la que la educación va a crecer de forma exponencial en las próximas décadas es que, en un mundo como el actual, la educación, y sobre todo cierta clase de educación, se presenta como una ventaja incontestable a la hora de encontrar empleo. Muchos titulados universitarios terminan de cajeros en grandes superficies. Es un despilfarro social; un signo característico de la burbuja, si se quiere, pero desde el punto de vista individual no deja de ser una ventaja tener educación frente a no tenerla. (Otro exceso de la educación como screening). Esto continuará ocurriendo, de modo que la demanda individual, no ya la sistémica, de educación va a seguir creciendo. En un mundo donde prevalezca la interdisciplinariedad, el currículo perderá importancia frente al criterio capaz de añadir valor al conocimiento de los especialistas. Pero la demanda de educación para-tener-currículo, aunque cada vez menos estimulada por el sistema, seguirá inflando la burbuja. Hasta un límite, naturalmente, toda vez que la educación es mayor ventaja de cara al empleo cuanta menor proporción de gente dispone de ella. Cuando aumenta la proporción de personas con educación, la ventaja de cara al empleo se reduce. Llegados a un punto, la ventaja se anulará por completo y entonces se pinchará la burbuja. Pero convendrá el lector en conmigo en que todavía falta algún tiempo para llegar a eso.
Muy buena serie de artículos, felicidades. De todas formas, plantear el asunto de la educación en términos de burbuja es un poco amenazante. No consigo saber si a juicio del autor, la necesidad de nuevas modalidades interdisciplinares en la formación y la educación a nivel global es algo positivo o negativo o no tienen signo. Lo que sí parece innegable es que la educación va a tener que mirar más allá de la academia para adaptarse a la realidad, ya que la academia y las políticas universitarias no han demostrado ser muy eficaces, al menos en España. Lo que no consigo es relacionarlo directamente con la evolución del capitalismo. Necesito ser más interdisciplinar, está claro.
ResponderEliminarNo pretendo decir lo que la educación de nuestro tiempo necesita. Digo lo que creo que de la educación necesita el capitalismo. Ésa es la relación.
ResponderEliminarEnrique,
ResponderEliminarMuy sugestivo tu punto de vista. Yo era de los que pensaba que tal y como nos estaban acogotando los "decididores" financieros, todo hacía pensar que su horizonte (para España y otros países europeos que habían "osado" pretender cierta equiparación con el estado del bienestar) era que retornáramos a una situación parecida a la de los años 50 ... con lo cual no nos cabía otra que desempolvar viejos sloganes regeneracionistas al estilo J.Costa ("despensa, educación, etc").
Claro, la historia nunca se repite y cuando lo hace ya sabemos lo que pasa ... Tu tesis me ha recordado que una de las ofertas de máster Erasmus que con más ahínco se ofrece a los recién licenciados en matemáticas es el de "análisis financiero" ...
Una nueva duda se agolpa en la nube de mis incertidumbres: si las cosas están así ¿qué debemos hacer con la educación? ¿hay que desmontar las universidades? ¿la formación ha dejado de ser un valor para el desarrollo y progreso de las personas?
Gracias y saludos,
@joanbarm
Gracias, MB y Joan.
ResponderEliminarTodas las burbujas llevan consigo oportunidades y amenazas, es indudable. Yo prefiero poner énfasis en las oportunidades sin perder conciencia de las amenazas.
En cuanto a lo que debemos hacer, lo primero me parece que es ser conscientes de nuestras fortalezas y debilidades, como país, en el tema de la educación, de lo que se ha hablado largo y tendido en los últimos años. Me diréis que esto es el análisis DAFO y, ciertamente, lo es. Creo que hay que trabajarlo con constancia y determinación.
Así, a bote pronto, ¿desmontar las universidades? No, ni por asomo. Puede que haya algo de corporativismo en ello, por mi condición de profesor universitario; pero, sinceramente, creo que hay que partir de lo que tenemos. Hacer tabla rasa es un signo de desesperación como otro cualquiera. Y tampoco se me ocurre que la formación haya dejado de ser un valor para el desarrollo y progreso de las personas. Creo que hemos llegado a altas cotas de desarrollo humano, y la educación (con todos sus defectos) tiene mucho que ver en ello. Lo que hay que hacer es empezar a revisar nuestros conceptos (especialización/interdisciplinariedad me parece la primera aporía relevante) y ver cómo vamos llevando nuevas ideas (ideas, no ocurrencias) a la práctica.