Historias como la de Willy Meyer, cabeza de lista de IU en las elecciones europeas de 2014, están poniendo de moda las SICAV. Muchos las critican, pocos las defienden y casi nadie parece saber realmente lo que son. Es muy sencillo. SICAV es un acrónimo de Sociedad de Inversión de Capital Variable. Es una Sociedad Anónima de propósito específico, es decir, sólo puede dedicarse a inversiones. Su particularidad, el que sea de capital variable, radica en que amplía capital vendiendo sus propias acciones y lo reduce comprándolas; legalmente, está obligada a venderlas cuando el precio de la acción supera en un 5% el valor teórico de su patrimonio y está obligada a comprarlas cuando el precio de la acción cae un 5% por debajo de su valor teórico. De manera que el precio de la acción nunca debe estar más de un 5% por encima, ni menos de un 5% por debajo, del valor teórico. En realidad, todo depende de cómo vaya el valor teórico, que irá para arriba si la gestión de la cartera de activos es buena, o para abajo, si es mala.
¿Dónde está el truco de la SICAV? En la rentabilidad financiero-fiscal para el inversor. Mientras una Sociedad Anónima "normal", de capital fijo, tributa el 25 o 30% de sus beneficios, la SICAV tributa únicamente el 1%. Eso parece a muchos un privilegio excesivo de la SICAV. Pero no lo es tanto si, en vez de con la Sociedad Anónima, la SICAV se compara con el Fondo de Inversión Mobiliaria, que es a lo que realmente se parece. El Fondo de Inversión no tributa nada, o sea, todavía menos que la SICAV. La diferencia, ¿cuál es? Que el fondo de inversión está pensado como institución de inversión colectiva, mediante la venta de participaciones al que las quiera comprar; en cambio, la SICAV está pensada como institución de inversión individual (aun manteniendo la ficción de inversión pseudo-colectiva por medio de la exigencia de 100 socios, 99 de ellos testaferros del inversor real) en la que el promotor pone su liquidez en ella comprando acciones a la propia Sociedad a un 5% por encima de su valor teórico, y lo saca revendiéndoselas a un 5% por debajo del mismo. Y, mientras, no tributa por los rendimientos del capital. Claro que a lo peor no hay rendimientos del capital si el valor teórico va para abajo. Y si va para arriba, Big Boy (o Big Girl) los tributa en el impuesto personal no como renta sino como plusvalías, entre el 21 y el 27%, por fuera del gravamen progresivo del IRPF.
¿Dónde está el truco de la SICAV? En la rentabilidad financiero-fiscal para el inversor. Mientras una Sociedad Anónima "normal", de capital fijo, tributa el 25 o 30% de sus beneficios, la SICAV tributa únicamente el 1%. Eso parece a muchos un privilegio excesivo de la SICAV. Pero no lo es tanto si, en vez de con la Sociedad Anónima, la SICAV se compara con el Fondo de Inversión Mobiliaria, que es a lo que realmente se parece. El Fondo de Inversión no tributa nada, o sea, todavía menos que la SICAV. La diferencia, ¿cuál es? Que el fondo de inversión está pensado como institución de inversión colectiva, mediante la venta de participaciones al que las quiera comprar; en cambio, la SICAV está pensada como institución de inversión individual (aun manteniendo la ficción de inversión pseudo-colectiva por medio de la exigencia de 100 socios, 99 de ellos testaferros del inversor real) en la que el promotor pone su liquidez en ella comprando acciones a la propia Sociedad a un 5% por encima de su valor teórico, y lo saca revendiéndoselas a un 5% por debajo del mismo. Y, mientras, no tributa por los rendimientos del capital. Claro que a lo peor no hay rendimientos del capital si el valor teórico va para abajo. Y si va para arriba, Big Boy (o Big Girl) los tributa en el impuesto personal no como renta sino como plusvalías, entre el 21 y el 27%, por fuera del gravamen progresivo del IRPF.
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