lunes, 16 de julio de 2012

Disparatada política económica del gobierno español



Hoy he escuchado a Luis de Guindos caracterizar la crisis actual como una «crisis de balances». Steve Keen, de la Universidad del Oeste de Sidney (Australia), así como L. Randall Wray y Stephanie Kelton, de la Universidad de Kansas City (EEUU), todos ellos inspirados en el trabajo del legendario Hyman Minsky, llevan años caracterizando de esa forma la crisis. Pero es la primera vez que oigo a De Guindos hablar de «crisis de balances», de lo que deduzco que es lo último que ha leído u oído sobre el tema. Lo que dice confirma que no tiene ni puñetera idea de qué está hablando.

De Guindos interpreta lo de la crisis de balances como que tanto el gobierno como el sector privado están sobreendeudados. Hasta aquí es hasta donde parece haber entendido. Como gobierno y familias y empresas están sobreendeudados, lo primero que tienen que hacer todos ellos es «desapalancarse», o sea, reducir su endeudamiento. Primer error, y muy grave. Y no ayuda al argumento del ministro que añada que el gobierno se «desapalanca» reduciendo gasto (recortes) y aumentado ingresos (IVA); que las familias lo hacen aumentando su ahorro, para lo cual reducen su consumo, y las empresas aumentando su productividad. Y que éste es el único camino para salir de la crisis. Este buen hombre, que para desgracia de todos dirige la política macroeconómica de España, no parece saber una palabra de contabilidad agregada.

Para reducir su endeudamiento, uno ha de registrar superávit, o sea, tiene que gastar menos de lo que ingresa; es de cajón. Ahora bien, que tanto el gobierno como el sector privado ingresan más de lo que gastan equivale a decir que la economía nacional tiene superávit con el exterior, superávit que, de existir, sería la suma de los superávits público y privado. También es de cajón. Ahora bien, la economía española no registra superávit con el exterior, sino un déficit importante si bien se ha reducido en los últimos cuatro años. El dato clave, sin embargo, es que, para poder «desapalancarse» a la vez gobierno, familias y empresas, como propugna De Guindos, tendríamos que estar registrando superávit con el exterior, cuando lo que registramos es déficit. Por tanto, la economía española se «apalanca», es decir, se endeuda cada vez más, aunque sea a un ritmo menos rápido que en años anteriores. Luego la política económica del gobierno español, en estos momentos, es una política imposible.

No sólo es imposible la política económica del gobierno español, sino que cada día se aleja más y más de su objetivo principal, que no debería ser otro que el «desapalancamiento» del sector privado, verdadero freno a que se vuelva a crecer. Para que el gobierno y el sector privado puedan «desapalancarse» a la vez, tendríamos que estar exportando mucho, muchísimo más de lo que exportamos; esto es lo que significa un superávit con el exterior. Pero una cosa es necesitar exportar más y otra muy distinta exportar más, efectivamente. Esto es algo que no se puede conseguir más que a largo plazo, aparte de depender de cómo están los países que nos tienen que comprar lo que exportamos, que ahora mismo tampoco están muy boyantes. En cambio, la urgencia con que el gobierno se quiere «desapalancar» es perentoria, y más perentoria cuanto más arriba se va la prima de riesgo. Si el saldo con el exterior, que depende de nuestra capacidad exportadora, no puede mejorar más que poco a poco, en el mejor de los casos, y el gobierno trata de «desapalancarse» a toda velocidad, el resultado será que el sector privado, familias y empresas, no podrán «desapalancarse» por más que quieran. Peor aún, para que el gobierno reduzca su endeudamiento, familias y empresas tendrán que aumentar el suyo. No hay otro camino, salvo que se haga una contabilidad nacional creativa.

Y eso es lo que nos muestran los indicadores económicos. Allí donde las familias tendrían que estar aumentando su ahorro, resulta que lo están reduciendo. Así, en 2009, las familias aumentaron considerablemente su ahorro, hasta alcanzar el 25% del sus ingresos; en 2011, la tasa había caído al 14%; en 2012, o sea, hoy, el ahorro ya es negativo. ¿Pues no tenían que estar ahorrando, en vez de «desahorrando», para devolver parte de su deuda? El dato de 2009 muestra que ahorraban, exactamente para eso, y seguro que ahora también querrían estar ahorrando. El problema es que no pueden, porque el gobierno no les deja. Consumen cada día menos pero eso, en vez de suponer más ahorro, se combina con la necesidad social de mantener a seis millones de parados, que viven en gran parte de los ingresos de los ocupados, con lo que finalmente todos terminan viviendo del ahorro de los que pudieron ahorrar en el pasado, que son cada vez menos. Y tampoco el gobierno alcanza su objetivo, pues reduce sus gastos, sí, pero cada vez recauda menos impuestos, sencillamente porque la sociedad no puede (o no quiere, para lo cual sumerge cada vez más actividades) pagar más.

¿Qué habría que estar haciendo? Primero, hay que hablar de lo que se tendría que haber hecho. En 2008, España todavía registraba superávit en las finanzas públicas y su endeudamiento soberano era relativamente bajo, inferior al 40% del PIB. Fue en 2009 cuando el gobierno incurrió en déficit y empezó a aumentar el endeudamiento público. Era una política correcta, en lo fundamental, porque, dado el saldo con el exterior, el sector privado no puede ahorrar más y «desapalancarse» si no es con apoyo de un mayor déficit del gobierno. El aumento del ahorro agregado en el primer año de la crisis así lo demuestra. Pero la fiebre por forzar el equilibrio presupuestario, que todavía padecemos, cortó los estímulos fiscales demasiado pronto. El resultado es lo que tenemos.



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