Los pronunciamientos más recientes de los líderes de
Podemos, en línea con un mayor realismo de sus propuestas, muestran qué se
puede esperar de ese partido en caso de que entre en el gobierno. Ese mayor
realismo – hay que decirlo – se intenta presentar por sus detractores
alternativamente como prueba de su mendacidad o de su absoluta falta de
preparación. Creo que se puede interpretar, y lo correcto sería interpretarlo,
de otra manera. Resumiendo mi argumento, Podemos hará lo que hay que hacer y
podría hacer cualquier otro partido, sólo que con mayor credibilidad y, en
aspectos como la corrupción, con mayor contundencia, que es lo que espera la
mayoría de los ciudadanos.
Lo que hay que hacer.
Podemos seguirá pagando la deuda soberana de España.
Posiblemente no lo vean todavía del todo claro, como se desprende del hecho de
que de vez en cuando sigan hablando de “deuda ilegítima”. Pero ahora hablan de “reestructurarla”,
y ése es otro lenguaje. Podemos es un partido orientado de una manera muy
decidida al poder y está empezando a comprender que sólo quien atiende sus
obligaciones internacionales puede mantenerse en el poder. De las últimas
declaraciones de Pablo Iglesias se desprende que ellos no quieren para España la
pesadilla en que viven Venezuela y, en menor medida, también Argentina. Si
todavía los dirigentes de Podemos no han aprendido el principio de partida
doble, no cabe la menor duda de que pronto lo aprenderán. Vaya si lo
aprenderán.
Podemos perseguirá el fraude fiscal con mayor ahínco que
ningún gobierno anterior. Esto debería verse con buenos ojos en el Norte de
Europa. Se eliminarán bolsas de elusión que favorecen a ilustres familias cuyo
patrimonio está exento en el 90% y que ni siquiera pagan por el 10% restante.
Esa clase de privilegios, por más que vengan del Antiguo Régimen (el régimen
anterior a 1808, donde la nobleza no pagaba impuestos), sí son ilegítimos y
odiosos. Podemos tratará de apretarle las tuercas, por ejemplo con una tasa
Google, a tanta multinacional española que tributa en paraísos fiscales, lo que
también gustará en Alemania. Lo que no va a hacer es promulgar nuevas amnistías
fiscales; el rollo de atraer capitales por ese medio no va con su retórica, ni
con el sentido común tampoco. Aumentará los recursos de la Agencia Tributaria…
mientras cada nuevo euro invertido en la inspección produzca más de un euro de
nuevos ingresos fiscales. Cuando el último euro invertido genere 99 cents de
recaudación Podemos dejará de añadir recursos a combatir el fraude, como es
lógico, porque nadie quiere tirar el dinero. Dejará de pagar compensaciones
milmillonarias, como la de ACS por el fisco de Castor. (Pero ojo con el TTIP).
Podemos controlará, con toda probabilidad, el déficit en
casa mientras lucha denodadamente contra los dictados de Merkel en Europa, por
otro nombre Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero tendrá que reflexionar muy
a fondo sobre si la cultura económica en España no está muy escorada del lado
del disfrute de la vida y en contra del trabajo necesario para sufragar ese
disfrute. Y quizá ajuste a la baja las pensiones en euros, manteniendo su poder
adquisitivo, si continúa la deflación. No sacará a España del euro ni de la
OTAN, y nuestro país continuará cumpliendo tan escrupulosamente como pueda sus
obligaciones internacionales. Habrá mucha imaginación para tratar de promover
inversión pública con la que crear empleo, probablemente con modestos
resultados.
Podemos no detendrá los desahucios, pero arbitrará un uso
distinto de las viviendas de la SAREB. Y cuando no queden viviendas de la SAREB
por ocupar, se meterá mano al stock en poder de los bancos. Y la renta básica
universal se concretará en una generalización de los subsidios que el Gobierno
saca ahora sólo en años electorales. Lo que veremos reducirse drásticamente,
eso sí, serán los sueldos de diputados y senadores y, en general, de cargos
públicos, así como los gastos suntuarios de protocolo, incluidos los de la Casa
Real, que sí están necesitados de una buena auditoría. Los expresidentes
sufrirán un poco y las puertas giratorias serán reguladas con más rigor. Habrá
un notorio esfuerzo por reducir los privilegios.
Después de todo, reducir privilegios es lo que demanda la
gente. Un gobierno como el de Rajoy vino a acabar con el paro y reducir el
déficit. El paro ha batido récords y el déficit, aparentemente bajo mayor
control ahora, amenaza por desbocarse debido a que la tan cacareada devaluación
salarial ha tirado por los suelos las cotizaciones sociales, que quedan muy por
debajo del pago de pensiones. Es necesario un nuevo esfuerzo de contención,
como vienen pidiendo los organismos internacionales. Pero Rajoy, sobre quien
pesa la acusación de Bárcenas de haber cobrado sobresueldos no declarados,
carece de credibilidad para exigir nuevos sacrificios de esa clase a la
población. Tampoco la tiene el PSOE, cuya travesía del desierto tras la
manirrota gestión de Zapatero no ha sido suficientemente larga. Sólo queda
Podemos.
Y Podemos está capacitado, como no lo están ni el PP ni el
PSOE, para perseguir implacablemente la corrupción. Quienes se esconden tras la
presunción de inocencia para la inacción política no merecen la confianza del
público en esta cuestión. Y tampoco pueden actuar con contundencia en el
terreno judicial porque… ¡si los imputados hablaran! Medidas como instruir las
causas en seis meses o un máximo de dieciocho, pensadas para librar a los
corruptos, pueden volverse contra ellos con Podemos. Éste no tiene más que
establecer el jurado popular para los delitos de corrupción. Hoy el veredicto
de Camps sería muy diferente.
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