Es problema se llama crisis de la deuda soberana. Un banco zombi es un banco insuficientemente capitalizado, debido a créditos morosos o incobrables y/u otros activos «tóxicos» de su balance; un banco que, además, pierde depósitos y no tiene acceso a los mercados de crédito y capitales. Semejante banco se mantiene operativo gracias a la inyección de dinero por parte del banco central en contrapartida de activos especulativos.
Actualmente, vemos a estos bancos operando a todo lo largo y ancho de Europa, aunque son más numerosos en la periferia. No es paradoja que jueguen un papel destacado en la política financiera de la eurozona. En tanto que los bancos saneados y fondos financieros se retraen de invertir en deuda soberana debido a la normal aversión al riesgo, los bancos zombies muestran un fuerte apetito por esa clase de deuda debido a su preferencia por las elevadas primas de riesgo: necesitan recapitalizarse aceleradamente. Así, un banco zombi compra deuda soberana, digamos, al 95% de su valor nominal; la vende con pacto de retrocesión a tres años por el 100% de su nominal pagando un 1% anual por la operación, y el proceso empieza de nuevo. Por descontado, el «sistema» – es decir, el BCE, la UE y el FMI – garantiza el pago de toda la deuda soberana, con la sola excepción de la de Grecia. El cielo y el infierno se conjuran para evitar el contagio. Supuestamente, todo el asunto es un simple arreglo para monetizar la deuda soberana, en fraude de ley del Tratado de la UE. En tres años, el BCE espera que los bancos zombies hayan ganado suficiente dinero (?) como para que se recapitalicen sin recurrir a los mercados, siendo el contribuyente quien pague por el nuevo capital a través de la prima de riesgo. Mientras tanto, se confía en que los déficits fiscales aflojen, de modo que se refuerce la confianza de los mercados y se reduzca la prima de riesgo de la deuda soberana.
El BCE también espera que los bancos zombies usen dinero fresco para prestar al sector privado, hogares y empresa. El BCE parece dispuesto a aceptar esos préstamos como garantía y se espera que los bancos zombies reinviertan en préstamos tan pronto como la prima de riesgo soberano se reduzca. Por el momento, sin embargo, primas de riesgo viables, pagaderas por parte de entidades privadas, no pueden ser, razonablemente, mucho mayores que las pagadas por los gobiernos, debido a la insuficiencia de la demanda agregada, mientras que los costes de transacción hacen de los préstamos un objeto menos adecuado (que la deuda soberana) para las operaciones de compraventa con pacto de retrocesión. Para empeorar las cosas, los bancos zombies son vulnerables a repetidas crisis por desconfianza de los depositantes, que obligarán a que los gobiernos rescaten bancos una y otra vez, con el consiguiente repunte en los déficits fiscales.
La financiación bancaria se filtrará al sector privado si la prima de riesgo de soberano se estrecha. La reducción de la prima de riesgo soberano depende de la confianza. Una mayor demanda agregada es condición necesaria, sin embargo, para aumentar la recaudación tributaria. En caso contrario, la reducción de los déficits fiscales forzará recortes en el gasto, que resultarán claramente contractivos en términos de PIB. La ofensiva de la UE, en 2010-2011, basada en la suposición de que una fuerte voluntad política de reducir los déficits fiscales a cualquier coste sería capaz por sí misma de restaurar la confianza y permitir a la economía recobrar el crecimiento, ha cosechado un estrepitoso fracaso desde el verano de 2011.
De momento, por tanto, el arreglo en su conjunto se asemeja a un gigantesco esquema piramidal. En consecuencia, los mercados permanecerán desconfiados e inquietos por bastante tiempo todavía.
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