Ayer, las Bolsas asiáticas y europeas sufrieron duras caídas – en Europa, rondando el 5% – y el oro superó la barrera de los 1.900 dólares la onza. Wall Street permaneció cerrado, por ser día festivo en EEUU. El desastre bursátil siguió a unas declaraciones de Christine Lagarde, directora-gerente del FMI, advirtiendo del peligro inminente de una nueva recesión mundial.
La proximidad de una recesión fue advertida ya poco después de Semana Santa por numerosos medios, entre ellos, modestamente, por la anterior reencarnación de Killer Cost, el blog Purgatorio Económico (27 de abril: «La economía mundial en DEFCON-3»). Hoy estamos en DEFCON-2. El FMI optó entonces por hacer oídos sordos a las advertencias, y continuó con su cháchara business as usual. Ahora se cae de un guindo y da la voz de alarma. Ya es tarde. Debería haberla dado cuando todavía había tiempo para hacer algo. Ahora, los efectos de su alarmismo están siendo procíclicos y amenazan con hundir a los mercados en el pánico. Precisamente la semana pasada, empezaba a haber voces que hablaban de un posible retorno a la recuperación (véase la entrada del 1 de septiembre infra), voces que todavía podrían tener razón a seis meses vista. Lo que hace falta no es gente que pierde los nervios, sino analistas atentos que sepan sostener su criterio mientras haya elementos para hacerlo. Así, del debate entre distintas posturas iremos todos aprendiendo y teniendo una visión cada vez más precisa de la realidad. Pero lo que no tiene sentido ya es que exista una institución oficial con una postura oficial, pues tal postura irá siempre a rastras de los acontecimientos en vez de servir de guía para orientarse en ellos. Y eso es así porque el FMI y toda la burocracia que sustenta tienen un objetivo fundamental: conservar las poltronas, auto justificarse.
Hay demasiados indicios de que Bretton Wood y las instituciones nacidas de aquella conferencia – FMI y Banco Mundial – están agotados y necesitan reemplazo, cuanto antes mejor. Lo de ayer es una prueba más de que ni siquiera valen para realizar análisis útiles. Lo mejor que podrían hacer los mercados es ignorar completamente sus aspavientos.
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