Éstas son semanas de alta volatilidad de los mercados. Las Bolsas suben como la espuma unas cuantas sesiones, para hundirse en mínimos de años a la primera noticia verdaderamente mala, y éstas no faltan. Una dinámica como ésta se suma a las causas de nerviosismo. Como diría el financiero anglo-húngaro George Soros, las amplias oscilaciones aumentan la «reflexivilidad» de los mercados. Se produce, como si dijéramos, un efecto de montaña rusa. A la natural tensión que genera el cruce de apuestas se añaden la alternancia de vértigo en las alturas y horror al vacío bajo nuestros pies.
Hay dos factores que se combinan en producir un efecto así. El primer es la incertidumbre de fondo sobre el futuro a corto plazo de la economía global. Como he destacado en entradas anteriores, mientras empezamos a comienzos de año creyendo que las economías norteamericana, europeas y japonesa estaban en franca recuperación – con sobresaltos, debido a la crisis de la deuda soberana en la zona euro – desde Semana Santa se vio con creciente claridad que la recuperación había sufrido un severo contratiempo en Japón con el accidente nuclear de Fukushima, que EE.UU. se estancaba y que el contagio se generalizaba en Europa. Después vino el desencuentro entre los partidos en EE.UU. acerca de su déficit fiscal, el empeoramiento de la situación financiera de Grecia y las noticias de que incluso los países emergentes, como China, India y Brasil, se enfrentaban a una ralentización de su crecimiento. Los mercados empezaron a descontar una segunda gran recesión para finales de 2011 y todo 2012, con fuertes caídas de las Bolsas y subida vertiginosa del oro a principios de agosto. Pero después, como he relatado aquí (“S&P’s en el ojo del huracán”), hace pocas semanas, algún indicador poco visible a primera vista pero en el que los analistas ponen bastante confianza empezó a parpadear como queriendo señalar la posibilidad de que no estuviéramos ante una recesión en forma de W, tras 2008-2009, sino ante un compás de espera de la economía mundial hasta que se despejen algunas de las grandes incertidumbres que aún la lastran. Esa opinión de los expertos empieza a difundirse como rumor en los mercados, y cada vez que es reforzada por algún buen dato desata una oleada de compras que especulan con la continuación sostenida de la recuperación. Y cada vez que es contradicha por algún dato que sugiere que las incertidumbres de fondo no se despejan, provoca una oleada de ventas. Como anunciaba yo entonces, la opinión de los expertos es que no habrá certeza respecto de la recuperación en varios meses, por lo que cabe esperar que la volatiladad se mantenga aún por lo menos hasta comienzos de 2012 o incluso más allá.
El segundo factor son las compras de deuda española e italiana desde principios de agosto, a razón de unos 13.000 millones de euros a la semana. Tales compras suponen una inyección regular de liquidez en el mercado, que ya acumula una suma considerable en manos de los bancos. Que los bancos tienen exceso de liquidez se aprecia en la cuantía de los depósitos día-a-día que mantienen en la facilidad al efecto del Banco Central Europeo, remunerada al irrisorio tipo del 0,75% anual. Les sale el dinero por las orejas. Pero no lo prestan a familias y empresas, por razones que merecen una entrada aparte. Está disponible, por tanto, para alimentar la especulación en los mercados.
En resumen, hay motivos para especular tanto al alza como a la baja y dinero para hacerlo. Voilá!
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