Grecia está ya en bancarrota. Con intereses superiores al 110% anual en letras a un año, Grecia ya no puede hacer frente a su deuda. Ahora bien, esa bancarrota, que es una situación «técnica», no tiene por qué ser una suspensión de pagos, en tanto el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea o la zona euro se encarguen de pagar por ella. Pero se ha llegado a un punto que en varios países, notablemente, Finlandia, Holanda y, ayer mismo, Alemania, no parecen dispuestos a continuar poniendo dinero si Grecia no da mayores muestras de docilidad. El problema radica en que los griegos no creen que su situación macroeconómica mejore con nuevos sacrificios, sino todo lo contrario. Si unos y otros no terminan por ponerse de acuerdo en los términos de un segundo rescate, que parecían fijados por la cumbre del pasado 21 de julio pero algunos quieren renegociar sobre la marcha, la bancarrota formal será inevitable en cuestión de semanas.
La pregunta, entonces, es: ¿qué es más sensato, apretar más las clavijas a Grecias o seguir enterrando dinero en alimentar un problema cuya solución los rescates no hacen más que posponer? En Alemania, donde está el poder de decisión en la presente crisis, parecen estar llegando a la conclusión de que la bancarrota formal de Grecia no es asunto tan grave. Los bancos franceses y alemanes perderán unas decenas de miles de millones de euros, que los gobiernos tendrán que encargarse de recapitalizar, pero eso siempre será menos que los más de 150.000 millones de euros en que se cifra el segundo rescate, entre aportaciones públicas y privadas. Por otra parte, la situación de Grecia empeorará, como es evidente. Pero eso no la obligará a salir del euro sino lo contrario. Tras declarar la suspensión de pagos Grecia dependerá de sus socios en el euro más que nunca, porque de ningún otro lugar podrá obtener financiación en lustros. Un dato interesante del lunes negro del 12 de septiembre es que, junto con la caída de las Bolsas, se ha registrado un descenso bastante acusado del oro, lo que vendría a significar que los mercados empiezan a valorar que la bancarrota es una solución, todo lo costosa que se quiera, mientras que los rescates no son solución alguna sino mera perpetuación del problema a escala ampliada, como una bola de nieve.
En estas condiciones, yo diría que las probabilidades empiezan a inclinarse del lado de la bancarrota formal de Grecia, a corto plazo.
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