La semana pasada se encendieron luces ámbar de peligro a la vista en los mercados financieros de todo el mundo. Países tan distantes entre sí como Tailandia, Argentina, India, Turquía y Sudáfrica, en cascada, iban viendo sus monedas entrar en caída libre. Hoy, todos ellos han subido sus tipos de interés, la medida clásica para el caso. Pero no está claro que así se resuelva el problema. ¿Qué está pasando, en realidad?
Llevamos meses esperando que la Reserva Federal de Estados Unidos, su banco central, ponga fin a las medidas no convencionales llamadas QE, de apoyo monetario a la economía. Esas medidas pueden haber supuesto cerca de 2,5 billones (millones de millones) de dólares extra. Si se les pone fin, el dólar va a apreciarse. Los ahorradores de todo el mundo, y sobre todo los de los países emergentes, con moneda más vulnerable, toman posiciones frente a esa eventualidad. Cambian su divisa por dólar, y lo hacen deprisa, no sea que la nueva presidenta de la Reserva Federal les coja sin haber hecho el cambio. Eso es todo. Nada más.
Pero las consecuencias pueden ser importantes. La "caja de herramientas", por otro nombre, conjunto de políticas económicas disponibles, obliga a esos países a penalizar la economía real para tratar una enfermedad puramente financiera, de la que no son en absoluto responsables. Al elevar sus tipos de interés, suben los costes de producción de sus empresas, de consumo de su población y de inversión de los agentes económicos, en general. Eso no dejará de ejercer efectos desfavorables sobre el empleo y el gasto agregado de tales países, lo cual afectará a las exportaciones de los países desarrollados, como el nuestro. Es verdad que a lo mejor no exportamos mucho a ninguno de esos países, pero no importa. Exportamos a otros países, cuya demanda sí puede depender de lo que vendan a los primeros. En este mundo globalizado e interdependiente no cabe hacerse ilusiones al respecto.
Vengo señalando que la economía española ha entrado en una recuperación, basada en un modelo exportador, que está más amenazada por problemas externos que por desequilibrios internos. En otras palabras, somos muy vulnerables a lo que está pasando. Habrá que estar atentos a cómo se desenvuelve la cosa. Que no nos pase nada.
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