¿Quién es el hombre de EEUU en la actual crisis? ¿Y cuál es la relación de Nicolás Maduro con los militares? Éstas son cuestiones clave a la hora de evaluar la presente situación de Venezuela con un mínimo de objetividad.
Pese a que ganó una elección presidencial - que sus adversarios califican de "pucherazo" - Maduro es un hombre políticamente débil. Estos días se lo ha visto mostrar destrozos en autobuses, como si fuera obra de la oposición, mientras guardias nacionales eran grabados causando la misma clase de destrozos en automóviles particulares; uno se pregunta si acaso no se dejaron grabar a propósito. Maduro preside el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y más o menos lidera el movimiento popular que Hugo Chávez bautizó como "bolivariano". Sin embargo, el poder real está en manos de los militares. Como antiguo sindicalista, origen por demás legítimo, el ejército le es ajeno. El hombre fuerte parece Diosdado Cabello, antiguo oficial y camarada de armas de Chávez y ahora presidente de la Asamblea Nacional. Cabello está en posición privilegiada para organizar un golpe sin dejar de controlar la política del país. Hasta ahora, Cabello no ha dejado de apoyar (al menos aparentemente) a Maduro, pero éste sabe que carece del carisma de Chávez y de su ascendencia entre los militares. El reparto de papeles entre Maduro y Cabello fue decisión de Chávez, para instaurar una especie de equilibrio de poderes "a la bolivariana". Lo que nunca sabremos es si también fue decisión suya o imprevisión el mover a Mauro a una permanente sobreactuación por miedo a los militares, lo que constituye un factor de inestabilidad insuperable. Como el poder no reside en el gobierno, ni realmente en sus apoyos, el gobierno carece de margen de maniobra para negociar con la oposición. Es cierto que éste fue el patrón dominante con Chávez. Sin embargo, el régimen depende de forma absoluta de factores personales. Chávez demostró suma habilidad en lidiar con situaciones de gran tensión política; era un maestro de la propaganda. Maduro carece del sentido del humor y agilidad mental de su antecesor. Un signo de las desavenencias dentro del régimen es el incidente del Serbin. Hace unos días, se informó que hombres del Serbin - inteligencia militar - habían allanado las dependencias de Voluntad Popular (VP), un partido de la oposición. Maduro declaró que el Serbin había recibido ordenes de no incurrir en semejantes abusos. El incidente se calificó de muy grave y el director del servicio información - un general de brigada - fue cesado. El nuevo responsable pertenece al ala de Cabello. Algunos civiles chavistas también han mostrado su predilección porque éste tome el control de la situación. Así, Francisco Ameliach, gobernador del estado de Carabobo, ha anunciado que Cabello dará la orden de "contraataque fulminante" a las UBCh (Unidades de Batalla Bolívar-Chávez, paramilitares bolivarianos). Es un secreto a voces. El propio líder opositor Henrique Capriles ha rehusado exigir que se marche Maduro, porque eso significa "que venga Cabello".
El campo de la oposición no está menos desunido. Henrique Capriles, el principal líder y candidato presidencial el año pasado, ha mantenido un perfil bajo durante la crisis en curso. Nuevos líderes, los de VP, en particular Leopoldo López, han entrado en escena de forma agresiva. Los estudiantes constituyen el grueso de sus bases hasta ahora. Han estado manifestándose durante más de dos semanas. Maduro ha acusado públicamente a López de la "autoría intelectual" de varias muertes ocurridas en choques entre chavistas y antichavistas. Capriles se ha desmarcado de la violencia en las manifestaciones, mientras Maduro anunciaba que López tendrá que responder de esa misma violencia y las muertes acaecidas. Poco después, Maduro revelaba que EEUU ha amenazado con que la detención de López tendría funestas consecuencias. La advertencia señalaría a López como el hombre de Washington. Él, como confirmando la sospecha, ofreció entregarse voluntariamente a las autoridades. Finalmente, se ha entregado y ahora su suerte depende de la fiscalía. ¿Por qué iba a descubrir EEUU su posición tan fácilmente, exponiendo a su hombre? La administración Obama parece decidida a abrir negociaciones con Cuba. Quizá desearía iniciarlas luego de haber privado a Castro de quien es su aliado más incondicional, Nicolás Maduro. También podría ser que EEUU se aprestara a responder con una acción en el Caribe a una eventual intervención de Rusia en Ucrania.
Por más que la situación parezca explosiva, de momento sólo se está decidiendo quién, si Capriles o López, ha de dirigir a la oposición de aquí en adelante. Capriles representa a las clases medias y, en cierto modo, se sitúa entre los chavistas y EEUU. Confía en que lo que él juzga como monstruosa mistificación de la figura de Bolívar por los chavistas no durará mucho tiempo. Y acierta plenamente en cuanto al principal error de perspectiva del análisis de los chavistas, que no ven más que pueblo mantenido en condiciones miserables y oligarquía, ignorando completamente el papel presente y futuro de las clases medias. El objetivo de Capriles sería negociar con el chavismo una transición pacífica, que dejara a un lado a los militares. Si las apariencias coinciden con la realidad, López es el hombre de EEUU y la oligarquía tradicional. La hipótesis vino a ser más o menos confirmada por una campaña de descrédito de Capriles, llevada a cabo por El Universal, el decano de la prensa conservadora, el verano pasado. Cuando la economía se precipita en el caos, ni EEUU ni la oligarquía tradicional quieren esperar más y ambos parecen dispuestos a jugárselo todo a una carta pegando patadas al avispero.
El arreglo para una transición pacífica, es decir, un acuerdo Maduro-Capriles, parece de momento descartado por la posición inflexible a que se ve abocado el primero bajo la presión de los militares. Mientras tanto, los extremos de derecha e izquierda se fortalecen, lo que favorece una salida inconstitucional acaudillada por los militares. Una vez desencadenada ésta, todas las opciones estarían abiertas, sin excluir la guerra civil, la intervención estadounidense para evitar un baño de sangre o incluso un acuerdo de los militares con Washington.
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