Sorprende el triunfalismo del gobierno ante datos tan pobres como los que últimamente se vienen registrando, y hasta se enfadan si no reconoces sus logros. Pero todavía es peor la entrega de la oposición, cuando admite que "los datos macroeconómicos son buenos, pero la creación de empleo va lenta y el ciudadano apenas nota la recuperación". Ninguno parece consciente de que la recuperación, más que lenta, es frágil y está a punto de irse a pique.
Se preguntarán ustedes el porqué. Muy sencillo. La recuperación depende de varias reformas estructurales y muy señaladamente de una: la reforma laboral. Las medidas adoptadas por el gobierno en este ámbito han debilitado a los sindicatos, desarticulado la negociación colectiva, facilitado y abaratado el despido, forzado incrementos de productividad sin retribución y, en resumidas cuentas, reducido considerablemente los costes laborales unitarios. Tenemos un empleo mucho más precario, que los asalariados aceptan porque hay un volumen impresionante de paro. Y la macroeconomía mejora porque menores costes facilitan la exportación, lo que permite que crezca (débilmente) el empleo. El mismo efecto de devaluación salarial ha favorecido la mayor llegada de turistas de la historia.
¿Dónde está el fallo del modelo? La devaluación salarial acaecida en España es una devaluación competitiva. Las devaluaciones competitivas son de tal naturaleza que cualquier país puede llevarlas a cabo. Todas las medidas de desorganización del mercado de trabajo emprendidas por el gobierno se quedarían en agua de borrajas si los demás gobiernos de Europa las imitaran; hasta ahora no han mostrado intención de hacerlo. En otras palabras, el gobierno ha tenido cierto éxito con el permiso de los demás gobiernos de la Unión Europea, que renuncian a hacer cosas parecidas para facilitar la solución de los problemas de la economía española; y contando con la pasividad de los sindicatos alemanes y franceses, entre otros. El gobierno español ha obtenido cierto éxito destrozando el mercado de trabajo porque los mercados laborales de otros países europeos están bien organizados. Pero eso podría empezar a cambiar. Por eso digo que la recuperación es frágil.
Y digo que está a punto de irse a pique porque hay signos de que podría estar cambiando ya. El crecimiento de las exportaciones españolas empieza a verse en Europa, al menos en medios sindicales, como una causa concomitante de la recesión que se cierne sobre la economía comunitaria. La marcha del sector del automóvil es ilustrativa de esa dinámica. El automóvil es la punta de lanza de las exportaciones españolas. Los fabricantes europeos con factorías en España están sustituyendo producción francesa, alemana y británica por española. Nosotros exportamos a Francia automóviles Renault y Citroën, a Alemania Wolkswagen y Opel, y al Reino Unido Ford, y la producción de esos fabricantes disminuye en esos países en la misma medida que aumenta en España. Las plantillas sufren despidos y regulaciones de empleo, porque los vehículos españoles son más baratos. Los sindicatos empiezan a decirse que algo hay que hacer.
Los franceses son quienes más avanzado tienen ese debate, también porque la situación de la economía gala no termina de enderezarse y de servir de motivo de preocupación a sus socios comunitarios. El gobierno francés dice a los sindicatos que no puede hacer nada, dada la libre circulación de mercancías en el entorno comunitario: los automóviles fabricados en España tienen exactamente el mismo derecho a ser vendidos en Francia que los producidos allí. También los fabricantes franceses juegan a hacer competir a los trabajadores españoles con los franceses. Uno puede imaginarse a los grandes patronos del Grupo PSA (Citroën, Peugeot) y de la Renault diciendo: "Claro que estamos por volver a traer el trabajo a Francia, pero los españoles se han apretado el cinturón y vosotros no". ¿Hay que ser adivino para imaginar lo que pasará si la economía francesa continúa dando problemas, o si un gobierno de derecha llega a cohabitar con el presidente Hollande? Toda Europa entraría en una carrera por ver quien paga salarios más bajos.
Y mientras los fatuos de aquí sacando pecho por una política de derechas cuyo éxito depende de que en Europa sea haga una política de centro o incluso de izquierdas. Observemos qué pasa si la Unión Europea entra en recesión. Ojalá me equivoque al predecir que lo ocurrido en España, tan celebrado hoy, será visto como el primer episodio de una gran y prolongada deflación.
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