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domingo, 22 de octubre de 2017

Histórico desencuentro entre ERC y el PSOE propicia el desastre

Una de las claves de la actual situación política es el error de cálculo cometido por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) respecto de lo que sería la posición del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el devenir de los acontecimientos. ERC creyó en una especie de «solidaridad entre damnificados de la guerra civil», a la que hizo un guiño ostensible con la pregunta sobre la república catalana. El sobreentendido era que el PSOE, presuntamente fiel a la preferencia republicana de sus seguidores, vería en esa república periférica una oportunidad de oro para instaurar la III República española. Todavía se estarán preguntando qué ha fallado en un plan tan magnífico. Desde las filas de ERC (y desde las de Podemos en toda España) la única explicación que aciertan a articular es que el PSOE ha traicionado el ideario de sus mayores. Ninguno entenderá una palabra de lo que sigue.

El desencuentro entre republicanos catalanes y socialistas atañe a las raíces mismas de la política: ¿política de ideas o política de valores? Entiéndaseme, al final todo son ideas; pero se trata de elegir entre ideas metafísicas sobre la realidad e ideas sobre la conducta debida: esto último es lo que llamo valores. A fin de cuentas, ERC, que no conoce otra lealtad que a la idea (porque no es más que una idea) de la nación catalana, no entiende ni podrá entender que el PSOE haya antepuesto la lealtad a la monarquía a su histórica preferencia por la forma o idea republicana. Lo que su incomprensión pone de manifiesto es que ERC no ha entendido nada de la idea de Europa, entre otras cosas porque su europeísmo, mientras pudo presumir de él, ha sido siempre naive y a la postre oportunista.

El drama cuyo desenlace estamos viendo ahora, empezó hace más de medio siglo, a principios de 1962 para ser exactos. Entonces se reunió en Múnich el IV Congreso del Movimiento Europeo, al que asistieron 118 españoles que formaron un capítulo aparte al que el franquismo enseguida etiquetó de contubernio. El Movimiento Europeo, creado en 1948 por figuras claves de la construcción europea, como Robert Schumann, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Paul Henri Spaak, Winston Churchill y Denis de Rougemont, entre otros, había surgido en los orígenes de la Guerra Fría para reafirmar los valores europeos frente a la supuesta carencia de los mismos de la Unión Soviética. Después de la firma de los tratados de París (1951) y Roma (1957), el ME continuó siendo un motor importante del proyecto comunitario. Su IV Congreso vino precedido de hechos cruciales en la historia de España. A fines del año anterior, el gobierno español filtró su deseo de pertenecer a las Comunidades Europeas. El Parlamento Europeo estudió el caso y emitió en enero de 1962 el llamado Informe Birkelbach, donde se manifestaba el deseo de ver a España convertida en país miembro pero sólo después de restaurar plenamente la democracia. Aun así, en febrero el gobierno español presentó su candidatura, que terminaría siendo desestimada. En abril se declaró la huelga de los mineros en Asturias, que llamaría la atención de toda Europa y daría origen a Comisiones Obreras. En junio 118 españoles se dieron cita en Múnich.

El contubernio de Múnich enfrentó aparentemente a la oposición interior al franquismo con la del exilio, pero en realidad a la resultante de la evolución de elementos del Régimen con la republicana. Llegaron a importantes acuerdos sobre derechos democráticos y organización del Estado, pero enfrentaba a unos y otros la forma del futuro Estado: monarquía o república. Gracias a la mediación del resto del Movimiento Democrático, los españoles terminaron cerrando una declaración conjunta en pro de la liquidación del franquismo, que dejaba sin mención la futura forma de Estado. Rodolfo Llopis, secretario general del PSOE, allí presente, resumió a la perfección el pragmatismo del acuerdo al manifestar que si la monarquía traía la democracia a España, los socialistas serían leales con ella. Más tarde llegó Suresnes, y Felipe González desbancó a Llopis. Durante unos años creyó poder desligarse de la promesa de su antecesor y coqueteó con la república. Finalmente entendió de qué iba la cosa y, en el primer congreso del partido tras aprobarse la Constitución, renunció a toda veleidad en ese sentido.

También hubo representación de ERC en Múnich. Podemos imaginar la conversación telefónica entre el enviado y Josep Tarradellas, jefe del partido y president de la Generalitat en el exilio: Tú di que sí a todo, que luego ya tomaré yo distancias de lo que se acuerde. Y así fue. Poco después la Generalitat se desmarcó de la declaración española, con la excusa de que no garantizaba el suficiente autogobierno de Cataluña. Mostraba así el independentismo una profunda deslealtad, no sólo con los demócratas españoles sino también con los europeos, que incorporaron la declaración española a las resoluciones del IV Congreso.  Más tarde, el 23 de octubre de 1977 Tarradellas se plantó en Barcelona con su famoso «Ja sóc aquí!», como si con ello conjurara los riesgos de insuficiente autogobierno, frase que la maquinaria propagandística del independentismo ha tratado de presentar como el inicio de la Transición, especie que papanatas del resto de España han repetido sin meditar las consecuencias.

Valores europeos, el independentismo catalán no ha mostrado ninguno, como no sea que Europa esté dispuesta a recibir lecciones de Catalunya al respecto. Pero tampoco sagacidad al escapársele que el compromiso del PSOE con la monarquía, mientras ésta represente el Estado de Derecho y la forma europea de entender la democracia, es firme. Y de la misma forma que Isidoro pudo dudar unos años, Pedro Sánchez acaso ha dudado también. Pero finalmente ha comprendido, como aquél, que la única forma aceptable de hacer política en Europa es demostrando valores firmes, como la lealtad institucional, y no encandilando a las masas con bonitas ideas y prometiéndoles el oro y el moro si se consigue según qué cosas.




sábado, 23 de septiembre de 2017

Cataluña: hora cero

Que el independentismo catalán tiene hondas raíces nadie puede ponerlo en duda. En la guerra de Sucesión a la corona española creyeron lograr la independencia; de rebote, porque lo que entonces querían era defender la organización política de los Austrias (foral, o sea feudal, que ambas palabras tienen la misma raíz latina) contra la no menos absolutista pero bastante más moderna de los Borbones. Ahora presume de «democrático», pero el nacionalismo catalán tuvo un origen retrógrado de mucho cuidado. Es dudoso que haya perdido ese marchamo a la fecha.

Los centenarios son ocasiones propicias para celebrar el nacionalismo. Ni 1814 (apenas expulsados los franceses y en plena rebelión de las colonias americanas, en suya supresión la industria textil catalana estaba interesada como el que más) ni 1914 (al borde de una conflagración europea que se mascaba desde la anexión de Bosnia-Herzegovina por la monarquía danubiana, en 1909) ofrecieron coyunturas favorables. Pero 2014 era otra cosa. Acabada la Guerra Fría y en eterna pax americana, con la globalización marchando a paso de carga (y la tecnociencia catalana globalizándose como el que más), disfrutando de derechos inalienables en la Unión Europea, ¿qué obstáculo podía haber?

Muchos en el resto de España soñaron con que la Constitución Española de 1978 pondría definitivo fin a las veleidades independentistas del nacionalismo catalán. Craso error. Hacen mal los unionistas en contraponer la figura de Tarradellas a los soberanistas actuales: la actitud del gran político catalán sólo demuestra que era realista. La transición no era el momento. Pero los albores del siglo XXI, ¿por qué no?

Hay quien cifra el comienzo de esta ola independentista en la operación del juez Garzón para prevenir acciones de Terra Lliure con ocasión de los Juegos de Barcelona, y que dio con varios activistas en la cárcel (y, según las malas lenguas, el exilio voluntario de Puigdemont). No sabría decirlo. Pero está claro que el proyecto estaba en un sólido y muy resuelto grupo ya en 2004. El 28 de diciembre de ese año – ojo a la fecha – se constituyó la Fundaçiò PuntCat. El objeto era conseguir una extensión de dominio en internet, con arreglo a la expansión del número de las mismas acordado por el ICANN (organismo gestor de la asignación de nombres de dominio); la idea era lograr .cat como una extensión patrocinada, lo que fue aprobado por el ICANN en septiembre de año siguiente. De quince extensiones patrocinadas en aquellas fechas, sólo dos tenían una referencia territorial, de sentido muy distinto: .asia y .cat. Entonces ya estaban claros la intensión de sacar a Cataluña del código de país .es, correspondiente a España, y el carácter singular del empeño a escala planetaria. En el logro de la extensión tuvieron un papel protagonista las gestiones del Institut d’Estudis Catalans, el mismo que dio cabida al infundio de que El Quijote fue originalmente escrito en catalán (El Quixot o quizá En Quixot) por un tal Joan Miquel Servent, nacido en Játiva pero de familia barcelonesa; novela que luego habría sido reescrita en castellano. También influyó en la decisión del ICANN la presión del capítulo catalán en la Internet Society.

La fábula del Quixot catalán y la absurda teoría de que Colón (supuestamente, Cristòfol Colom) habría salido no de Palos, en Huelva, sino de Pals en el Bajo Ampurdán, así como otros dislates igual de divertidos, muestran algo mucho más dramático: el siempre difícil encaje de la cultura catalana en la española. Son dos culturas distintas, basadas en dos lenguas muy diferentes. Sólo la más supina ignorancia permite hoy decir que el catalán es un dialecto del castellano; en realidad, pertenecen a dos ramas distintas de la lengua romance: la castellano-portuguesa, por un lado, y la catalano-occitana, por otra, mucho más próxima al italiano que a la que tiene al oeste. Para colmo, el catalán comparte con el italiano, el francés e incluso el portugués ciertas notas de musicalidad ausentes en el castellano. Ésta es una lengua recia y cortante, que ha moldeado así el espíritu de las gentes que lo hablan como lengua nativa. Se trata, así pues, de dos culturas antitéticas en algunos aspectos. Por momentos, la simbiosis de ambas ha dado origen a los mejores momentos de la historia de España; obviamente, no en la actual generación. Alguno de los peores aspectos de esa difícil relación se está revelando en la presente crisis.

Si los Estados se definieran por la uniformidad cultural (como quieren quienes llaman traidores a Serrat y Boadella), Cataluña tendría todo el derecho a ser uno de ellos. Pero no es así. Los Estados hoy se definen por su funcionalidad económica, y realmente Cataluña y España (y la Unión Europea y probablemente Occidente pues el Catexit sumaría sus efectos al Brexit) tienen mucho que perder con la independencia de la primera. JPMorgan, primer banco del mundo por el tamaño de sus activos, advierte hoy de los riesgos en ese sentido, y llama a las autoridades comunitarias a ser más beligerantes en la crisis. Se dirá: ya están los bancos… Quizá, pero apunta también a algo con mucho sentido: no es un problema cuya solución se pueda afrontar con romanticismo.

Pase lo que pase estos días, los catalanes tienen que tener clara una cosa: si rompen con España, saldrán de la UE y del euro para no regresar en un horizonte temporal previsible. Se enfrentarán la permanente oposición de España y también a la de Alemania, porque otra cosa sería dar alas a los nacionalistas bávaros a romper con la República Federal. El procès ya no es sólo un asunto de ámbito europeo sino también un problema interno de todos los Estados miembros de la Unión donde el ejemplo catalán podría prender con fuerza. Esto, que haría la felicidad de los antisistema encendidos de rauxa, debería hacer reflexionar, con su tradicional seny, a la clase media moderada de nuestra hermana Cataluña.

martes, 23 de mayo de 2017

La Generalitat y la desconexión virtual

El pasado 22 de mayo la Generalitat catalana ha celebrado un acto público en la capital del Estado. Intervinieron el president Puigdemont y los conseillers Junqueras y Romeva. Éste último, en calidad de encargado de Asuntos Exteriores, tuvo a bien dar una lección de historia: «España debe cambiar el modelo de relación con Catalunya, que mantiene desde hace tres siglos». Junqueras, a cargo de Economía y Hacienda, dio la suya sobre ciencia política: «Exijo para Catalunya el derecho al voto, fundamento de la democracia». El President, por su parte, disertó sobre pragmatismo: «Si hay voluntad política de atender la reclamación de Catalunya, todos los obstáculos podrán allanarse».

Voy a lo importante: por supuesto que no hay voluntad de reconocer a Cataluña como sujeto soberano. Aceptar o no aceptar el referéndum no es cuestión de cálculo de votos; aceptarlo sería reconocer el derecho autodeterminación, cosa que no se hará. Sorprende que los independentistas no se hayan dado cuenta todavía, lo que sería una imperdonable falta de realismo en gentes de su responsabilidad; o que todavía pretendan ocultar que la celebración del referéndum presupone reconocer el derecho de autodeterminación, cualquiera que sea su resultado. Alegan los precedentes de Canadá y el Reino Unido, países de la Commonwealth y en los que rige la common law anglosajona, que reconoce el derecho a la determinación desde que Londres perdió la guerra de Independencia norteamericana, derecho bajo el que se desmembró el Imperio británico tras la segunda guerra mundial. España, como el resto de los países latinos (Cataluña es un país latino), pertenece al área de lo que los propios anglosajones llaman civil law, resultado de la evolución del derecho romano. Los países de instituciones heredadas del derecho romano y actualizadas con el código napoleónico nunca han cedido tierra y población sin guerra. Está en la matriz de nuestros Estados. Y se equivocan los independentistas catalanes si creen que Naciones Unidas, con su llamada a descolonizar, respalda lo más mínimo sus planteamientos. El derecho de autodeterminación respalda a las colonias y sólo a las colonias. Todo intento retórico de presentar a Cataluña como colonia se estrella contra la presencia de sus representantes en las instituciones del Estado (el casus belli de Washington y los rebeldes norteamericanos, o el de Martí y los rebeldes cubanos) y con la realidad del autogobierno. La soberanía, en esa perspectiva, es un lujo.

El acto terminó con la promesa del President de realizar el referéndum, con acuerdo con el Estado o sin él. Y de que después ya no habrá más negociaciones que las encaminadas a implementar su resultado. Nuevamente, la misma falta de realismo. Si celebran un nuevo referéndum (¿qué pasó con el del 9-N?) y gana la independencia, tampoco pasará nada. Ellos creen que el Estado ya no tendrá más remedio que sentarse a dialogar. En absoluto. El Estado sólo tiene que sentarse a esperar. ¿Qué hará la Generalitat? Para empezar, meterse en una pelea con numerosos funcionarios que no están dispuestos a seguir un rumbo de ilegalidad manifiesta, puesto que la Ley de Desconexión será declarada ilegal en el momento de promulgarse.

Supongamos, por mor de reducción al absurdo, que los funcionarios se someten. ¿Para qué? Empezando por lo más simple, para emitir a los catalanes un documento de identidad que no servirá para coger un avión en el aeropuerto del Prat, y pasaportes que no serán aceptados en ningún país del mundo; sobre todo, no servirán para los países que más interesan a los catalanes. De acuerdo, es una cuestión menor; los pragmáticos catalanes seguirán usando los documentos emitidos por el Estado. Pasemos a la moneda: ¿cuál será? El euro, faltaría más. ¿Puesto en circulación, por quién? El Banco Nacional de Catalunya. Perdón, no. Ese hipotético banco no es miembro del Sistema Europeo de Bancos Centrales, y no lo será. Y sin serlo, no pondrá en circulación nada. Cataluña y sus bancos seguirán dependiendo del Banco de España, que no va a estrangular financieramente a nuestros compatriotas. Y de la misma forma, Cataluña seguirá disfrutando de las ventajas de pertenecer a la Unión Europea gracias a ser parte de España; gracias, precisamente, a que el Estado no reconoce la independencia.

Qué ridículo, ¿no? ¿De qué va entonces la independencia que quiere esta gente? ¿De proclamar a los cuatro vientos que son independientes, y en realidad continuar dependiendo en todas las cuestiones cruciales de España? ¿Para ese paripé hay que torcer la voluntad de respetar la ley que todavía hay en gran número de funcionarios? ¿Ofrecerá esa situación mayor seguridad jurídica que la actual? Hay que estar completamente loco para pensarlo.



domingo, 12 de marzo de 2017

Brexit y el futuro de la Unión Europea

El referéndum donde el Reino Unido decidió su salida de la Unión Europea está llamado a representar un punto de inflexión en la trayectoria de la institución supranacional, sin duda el más importante desde la firma del Tratado de Maastricht. Se han cumplido ahora veinticinco años, celebrados sin alharacas como exige la circunstancia del momento; se cierra un ciclo de brillante expansión si bien bastante desordenada, y cuyo logro fundamental ha sido el euro. Es momento de reflexión y de reformas.

La salida del Reino Unido está sentenciada y no merece que se le preste mayor atención. La Unión Europea acaba de negociar, pendiente de ratificación, el Comprehensive Economic and Trade Agreement (CETA) con Canadá, que contempla lo que técnicamente se conoce como una zona de libre comercio más un mercado común de capitales, y el Reino Unido se tiene ganado eso; ni más, ni menos. Si acaso, a España le convendría que no excluyera los productos agrícolas, toda vez que el Reino Unido no es sospechoso de producir alimentos transgénicos.

Cerrado ese capítulo, hay que afrontar el futuro. Un futuro que se presenta lleno de nubarrones, no solamente por el peligro de que cunda el ejemplo británico, sino por la actitud, claramente hostil, de la nueva Administración estadounidense a la Unión Europea y al euro, para imponernos a los europeos un modelo de relación bilateral que se abandonó con el Plan Marshall. Hay que actuar con firmeza contra semejante involución, y hay que hacerlo apoyándonos en lo más avanzado del proceso de integración: el euro. Se trata de replantear la situación de la moneda común. El Banco Central Europeo es oficialmente una de las instituciones fundamentales de la Unión, y resulta incomprensible, en la situación actual, que sólo diecinueve de sus miembros estén sujetos a su disciplina, y que haya otros nueve que no. Esta anómala situación se creó únicamente con la finalidad de contentar al Reino Unido. Bien, el problema ya no existe. El ‘Brexit’ ofrece una gran oportunidad.

Que no malgasten el tiempo y la malogren los líderes europeos hablando de «Unión Europea a varias velocidades». De eso se hablaba hace treinta años; es vino viejo en odres nuevos. Hay mayoría suficiente en el Consejo y en el Parlamento Europeos para imponer a los recalcitrantes una decisión: o se suman al euro, o se acuerda con cada uno ellos un CETA. Urge, en definitiva, un ajuste de las fronteras de la Unión Europea a las de la Eurozona. Eso es lo que puede darnos más Europa.


En momentos así, hay que reunir la energía de emperadores antiguos, como el romano Diocleciano y el bizantino Heraclio, capaces retirarse a fronteras que se podía defender, abandonando lo que no a los invasores bárbaros.


sábado, 7 de enero de 2017

Qué pasa con el euro

Esta semana, la cotización del euro frente al dólar ha caído a mínimos históricos. En estos momentos se encuentra a un paso de equipararse al dólar, y seguramente la caída no se detendría ahí. La circunstancia resulta tanto más inquietante cuanto que proliferan las voces de expertos y no expertos (como el presidente electo de EEUU, Donald Trump) que vaticinan que el euro está condenado a desaparecer. Los argumentos los conocemos de sobra, y no aburriré al lector repitiéndolos.

Un examen detenido del asunto muestra, sin embargo, aspectos interesantes. Es verdad que el euro alcanzó la cota de 1,035 dólares, su mínimo, en menos de un mes de haberla tocado por primera vez; Ahora ha caído un poco más, pero muy poco más. Por diversas razones, ese soporte empieza a parecer bastante sólido. Me atrevería a vaticinar que aguantará incluso meses, quizá dos o tres. Esto tiene que ver con varias cosas, y la más importante es que la situación del propio dólar, tras años de compra de bonos QE por la Reserva Federal, tampoco es demasiado boyante. La zona euro se encuentra en una situación parecida, pero con todo y eso las relaciones entre ambas divisas y su tipo de cambio pasan por un momento de incertidumbre. Con lo que es probable que las opiniones alcista y bajista del mercado tiendan a empatar.

El segundo aspecto es el Brexit. A saber en lo que puede terminar eso. La falta de definición jurídica del asunto (el famoso artículo 50) ha perjudicado tanto al euro como a la libra. Luego está la actitud de Trump: el primer mandatario extranjero con quien se comunicó tras ganar las elecciones fue Theresa May, la premier británica. Para colmo, la invitó a visitar EEUU esta primavera. Los mercados lo interpretaron como un apoyo a la salida británica. Por diversos indicios, sin embargo, sospecho que Trump está en la presidencia para manipular los mercados y ganar una fortuna con ello. En varias ocasiones, ha dicho o hecho una cosa, que afectó severamente a los mercados, para luego hacer declaraciones conciliadoras que restablecen la confianza y permitirían ganar una fortuna a quien supiera qué está haciendo. Con independencia de todo, cuanto más tiempo pase más difícil será para el Reino Unido salir efectivamente de la UE; esas cosas, de un coste inmenso para nosotros pero sobre todo para ellos, o se hacen en caliente o no se hacen. Por si fuera poco, el Reino Unido contaba con el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) para pensar que, en el fondo, con un acuerdo así tenían prácticamente todas las ventajas aseguradas, sin ninguno de los inconvenientes. Pero la firma del TTIP se dilata; tras el rechazo por Trump de su homólogo del Pacífico, el futuro de aquél es incierto, y cabe la posibilidad de que la UE rechace incluir al Reino Unido si éste ya ha solicitado la salida, en caso de que finalmente se firmara. Barrunto que al final la recomendación de norteamericana, por unas cosas y por otras, será que el Reino Unido se mantenga en la Unión. Más aún; para no violentar la voluntad popular expresada en el referéndum de junio del año pasado, habría que celebrar otro; y para que no parezca una tomadura de pelo habría que incluir preguntas nuevas. La más plausible, porque además se corresponde con los intereses de la City, es si el pueblo británico acepta mantenerse en la UE y entrar en el euro.

Todo esto podrá parecer economía y/o política ficción. Pero son los elementos que cabe manejar en una situación como ésta. EEUU, con Obama o con Trump, necesita una Europa unida, no desunida y en situación de derribo. Porque una cosa es que al presidente electo le caiga bien Putin, y otra que le deje merendarse uno por uno los países de la Europa del Este; de momento, Moldavia y Bulgaria están al caer, y un poco después vendría Hungría. La única forma de poner freno a eso pasa por fortalecer la UE. Y a tal fin, la clave es el euro.



domingo, 12 de julio de 2015

La encrucijada griega de Europa

Decía Hayek (un tipo mucho más listo y aprovechable de lo que suele pensar la izquierda que no lo ha leído) que cada generación tiene que aprender las lecciones fundamentales sobre economía y sociedad como si fuera la primera, de donde se desprende que las generaciones se dividen entre las que recuerdan esas lecciones y las que las olvidan, lo que condena a las segundas al desastre. Una lección que aprendieron los estadistas europeos del último medio siglo es que un proceso de integración como el iniciado en 1950 (si lo prefieren, en 1957) no puede detenerse. Llegados a un punto crítico, o avanza o retrocede. Es lo que amenaza la negociación con Grecia.

Robert Mundell, padre intelectual de la moneda común, predijo que una zona monetaria óptima tendría que cumplir tres condiciones. Primera, libre circulación de capitales; segunda, perfecta flexibilidad del mercado laboral en todos los miembros; tercera, transferencias de renta regulares de los países con superávit de pagos a los países con déficit de pagos. Sobre las dos primeras los profesores de pizarra nos han disertado hasta la saciedad. La interesante es la tercera. ¿Por qué transferencias de renta? Por una razón muy sencilla: se trata de una zona monetaria que funcione en la realidad, no en una pizarra. La circulación de capitales nunca es completamente “libre”: diferentes legislaciones fiscales la dificultan. Y el mercado de trabajo nunca es perfectamente flexible. Además, hay gobiernos nacionales, cada uno con sus manías particulares. ¿Se tiene que renunciar por ello a la moneda común? La respuesta de Mundell fue: no. Hay que establecer un mecanismo de corrección de los desequilibrios internos. Pero ese mecanismo no puede consistir en penalizar al país con déficit de pagos, por más que a los ignorantes en (macro)economía les parezca que no debe uno gastar más de lo que ingresa. Y penalizar al país con déficit de pagos es lo que viene haciendo la eurozona, con el apoyo de la Unión Europea, desde 2010. Se penaliza a Grecia; ahora, brutalmente. Se ha penalizado a España, a Portugal y a Irlanda. Se quiere penalizar a Francia y a Italia. Y esto es absurdo. No porque lo diga yo. Porque lo dijo Mundell, un economista muy superior al alemán Schaübel o al ministro de Finanzas de Finlandia.

El plan de Mundell era otro: premiar al país con déficit y penalizar al país con superávit de pagos. ¿Por qué? Muy sencillo. El país con déficit de pagos demanda bienes de los demás y ayuda a sostener su actividad y su empleo; el país con superávit de pagos se aprovecha de la unión monetaria (y algo más) sin contribuir en igual medida a la prosperidad de ésta. La Fundación del Premio Nobel de Economía se dio demasiada prisa en 1999 a otorgar el galardón de ese año a Robert Mundell por inspirar la creación del euro. Ahora se ve que echó las campanas al vuelo precipitadamente. Este experimento es de ida y vuelta, y si Grecia es finalmente expulsada del euro por los errores y estupidez de los demás, la Unión Monetaria estará condenada al fracaso.

sábado, 30 de mayo de 2015

Grecia, Europa y España

Desde que en enero la coalición de izquierdas Syriza se hiciera con el gobierno de Grecia, la situación de la eurozona ha emprendido un cambio de grandes vuelos, posiblemente sin retorno. Por una parte es evidente que el gobierno griego y las autoridades europeas no logran ponerse de acuerdo. Orillar al ministro Varoufakis no ha servido de nada, porque ahora el primer ministro Tipras habla igual que aquél hace un par de meses: el discurso era y es que el acuerdo está a la vuelta de la esquina, lo que la Unión Europea y el Eurogrupo desmienten, entonces rotundamente, ahora con mayor prudencia. ¿Dónde está, pues, el cambio? Sencillamente, en que entonces los europeos creían que los griegos iban de farol y ahora saben que no. La duda es si Europa pasa y deja que Grecia se lleve la mano, es decir, cierra el acuerdo en los términos fijados por Syriza; o los rehúsa y pone a Grecia ante la tesitura de cumplir su nada velada amenaza de default. La suspensión de pagos iría seguida de una quita de deuda más o menos voluminosa que Grecia no tendría que negociar, puesto que la UE, el Eurogrupo y el Fondo Monetario Internacional ya se han negado a hacerlo. La inmediata sería la adopción de represalias y todo el juego no podría terminar sino en la salida de Grecia del euro. Situación por demás peligrosa desde el punto de vista de EE.UU., que ve en ella una oportunidad para Rusia de especular con las disensiones dentro del bloque occidental cuando continúa abierta la crisis de Ucrania. Es por eso que a Europa no se la deja actuar con precipitación. Máxime cuando el propio EE.UU. cree desde hace tiempo que la política de austeridad practicada en Europa es un auténtico disparate.
 
Pero Europa tampoco quiere dar su brazo a torcer, y empieza a fortalecerse la opinión de que los problemas de América son americanos y los de Europa, europeos. Es verdad que la crisis de Ucrania se abrió por un error de la UE, ante el que EE.UU. se mostró débil o poco diligente; de ahí que Europa "deba una" en todo lo que tiene que ver con esa crisis. Pero Europa no va a ceder un triunfo a Syriza que sirva para envalentonar a la extrema izquierda de toda Europa. Las elecciones autonómicas y municipales celebradas recientemente en España han mostrado una progresión de esa extrema izquierda en uno de los mayores miembros de la UE, progresión que podría verse considerablemente reforzada por un éxito de Syriza. Además, está el problema intempestivamente planteado por el Reino Unido. En lo que parece una nueva fuga hacia adelante (como lo fue el acuerdo de cooperación con Ucrania por parte de la UE) el Reino Unido se prepara para salir de una UE donde ha llegado a ser irrelevante. Lo que no parece haber tenido en cuenta es que su salida dará alas a la opinión más radical dentro la izquierda, que querría destruir la UE o al menos que sus respectivos países salieran de ella. Aunque el líder de Podemos, Pablo Iglesias ha moderado sus manifestaciones sobre la permanencia de España en la eurozona, y realmente nunca ha dicho nada respecto de la UE, entre sus seguidores son mayoría los que querrían abandonar la moneda común y crece el número de los que también querrían salir de la UE, a la que se tacha, como poco, de insolidaria. Incluso si, hoy por hoy, resulta impensable que España en su conjunto abandone la UE, está claro que el principal (y prácticamente único) argumento para que Cataluña se mantenga en España, que en caso de salir del Estado firmante del Tratado de Adhesión de 1985 Cataluña quedaría igualmente fuera de la UE, tiene cada vez menos mordiente para una parte políticamente cada vez más significativa de la sociedad catalana. Para la CUP, en concreto, que desde el principio se ha mantenido firmemente en el bloque soberanista, la perspectiva es óptima, toda vez que la independencia supondría desligar a Cataluña de todos sus compromisos internacionales, paradigmáticamente considerados como otros tantos obstáculos al triunfo de la revolución. De ahí que se vea con mayor preocupación el triunfo de Ada Colau en Barcelona que el de Manuela Carmena en Madrid. Pues ésta podría incluso representar una corriente de aire fresco que ventilara el ambiente de la capital, demasiado viciado por tantos años de poder omnímodo detentado por la banda de gánsters que se aupó sobre Esperanza Aguirre. Pero la situación de Barcelona es otra. Independientemente del criterio personal de la alcaldesa in pectore, los necesarios apoyos de ERC y sobre todo la CUP podrían convertirla en el gozne sobre el que bascule la opinión podemita catalana, hasta ahora nada partidaria del soberanismo. Esa opinión podría girar hacia la independencia, y de una forma que ni siquiera Pablo Iglesias sería capaz de contrarrestar.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Qué futuro espera a Cataluña

Que el proceso soberanista en Cataluña está muerto no debería ser un secreto para nadie: lo único que falta es que sus protagonistas den testimonio de ello, lo que puede hacerse esperar todavía un tiempo. Lo principal, sin embargo, es que el procés está herido de muerte, y nada puede ya remediarlo. Veamos.

El 9N Artur Mas le ha asestado, a su vez, un golpe casi mortal al régimen de 1978. Por un momento, pudo vanagloriarse de ello; pero una reflexión un poco detenida le ha debido de convencer de que continuar por ese camino, más que un suicidio político, significaría su condena ante la Historia. Él contaba con tres cosas, de las cuales la consulta no le ha proporcionado sino sólo una de ellas y tampoco el todo. Las tres eran: primero, la salida de España del euro, prometida por Andreu Mas-Colell en el verano de 2012; les parecía a ambos que, expulsada España del euro por no pagar sus deudas, Cataluña sería recibida con los brazos abiertos en la eurozona, como la parte más "seria" de la economía española y la única digna de pertenecer a la élite monetaria. Hasta tal punto llega la fatuidad catalanista. (Incidentalmente, se puede añadir que esa misma fatuidad es la que les ha hecho pensar que, independizada Cataluña de España, es impensable que a aquélla la expulsen, bajo ningún concepto, del euro). En segundo lugar, los dos paladines de CDC contaban con un apoyo creciente de la sociedad catalana; lo han recibido, sin duda, pero en menor medida de la esperada tanto en las autonómicas de 2012 como en la consulta del 9N. No pretendo minimizar los efectos de esta última. He empezado por decir que supone un golpe casi mortal al régimen de 1978 el que casi dos millones de personas, probablemente la parte más dinámica de la sociedad catalana, se hayan movilizado contra el Tribunal Constitucional y, por unas horas, hayan convertido a la propia Constitución en papel mojado ante la impotencia del Gobierno. Pero en 2014 no hay muchos más soberanistas que dos años antes, aunque su posición estratégica parezca ahora más fuerte. Únicamente lo parece, ya que les falta también la tercera pata de su proceso, una pata sin la cual todo el edificio "estatal" que tan diligentemente han construido se sostiene sobre el entusiasmo de las masas, permanece en equilibrio inestable y se vendrá inevitablemente a abajo cuando el entusiasmo se enfríe. Esa tercera pata era el reconocimiento internacional, cuya consecución en su fatuidad característica daban por hecha pero en la que han fracasado estrepitosamente.

Para Artur Mas, que es un estadista considerablemente superior a Rajoy aunque éste triunfe y aquél fracase, era crucial ir logrando parabienes de la comunidad internacional mientras avanzaba el proceso. Lo único que ha conseguido es un silencio glacial, cuando no lacónicos comentarios de que se trata de un asunto interno del Estado español o explícitas advertencias que la secesión sacaría a Cataluña del euro e incluso de la Unión Europea. Mas ha tenido tiempo de pedir aclaraciones y de que se le ponga en claro, como vengo sosteniendo desde hace un par de años, que, sin llevarse un mínimo de 200.000 millones de euros de la deuda soberana de España, Cataluña sería declarada en default ipso facto por las agencias de calificación de riesgos crediticios. Pero ya ni siquiera eso es lo más importante. Los soberanistas catalanes han conseguido demostrar que el Gobierno de Madrid, en estos momentos en manos de la derecha española, es incapaz de hacerse con el control del Estado; por la brecha abierta, se está haciendo fuerte una oposición antisistema que puede convertir ese Estado en ingobernable. España está en riesgo de convertirse en un Estado fallido, y la aparición de un Estado fallido en la eurozona y en la Unión Europea podría ser la chispa que encienda un fogonazo que haga arder la burbuja de unos mercados financieros sobrevendidos cuando la economía global está a las puertas de una nueva recesión; esto, en el momento en que el liderazgo europeo es más débil que nunca. La perspectiva de pegar fuego a la estabilidad tan trabajosamente lograda tras cinco años de austeridad puede hacer las delicias de Oriol Junqueras, pero no las de Artur Mas. Ésa es la diferencia entre CDC y ERC, sencillamente.

Creo que ésta es la clave en que hay que leer la disputa sobre lista única o listas separadas en unas elecciones plebiscitarias. Como han intuido Junqueras y tantos otros, Mas quiere perder las elecciones plebiscitarias aunque conservando un número de votos suficiente como para poder negociar. Sabe, por otra parte, que así destruiría a ERC como fuerza política independiente, lo que le permitiría hacerle una OPA hostil que le compensara, en número de votos, los que perdiera de Unió; pues Durán ya ha advertido que su coalición durará mientras quiera Mas, es decir, mientras Mas no se alíe con los republicanos. ¿Y si no hay lista única porque ERC y la CUP se resisten a entrar en ella? Si no hay lista única, entonces no habrá elecciones plebiscitarias. En su lugar habrá un acercamiento de Mas a Rajoy o al sucesor de Rajoy en el PP (y quizá a Pedro Sánchez), con el Gobierno ya obligado a negociar por el descrédito a causa de la corrupción, al efecto de recomponer el régimen del 78 y cerrar el paso a Podemos y a un nuevo proceso constituyente.

jueves, 6 de noviembre de 2014

La recuperación es un bluf

Sorprende el triunfalismo del gobierno ante datos tan pobres como los que últimamente se vienen registrando, y hasta se enfadan si no reconoces sus logros. Pero todavía es peor la entrega de la oposición, cuando admite que "los datos macroeconómicos son buenos, pero la creación de empleo va lenta y el ciudadano apenas nota la recuperación". Ninguno parece consciente de que la recuperación, más que lenta, es frágil y está a punto de irse a pique.

Se preguntarán ustedes el porqué. Muy sencillo. La recuperación depende de varias reformas estructurales y muy señaladamente de una: la reforma laboral. Las medidas adoptadas por el gobierno en este ámbito han debilitado a los sindicatos, desarticulado la negociación colectiva, facilitado y abaratado el despido, forzado incrementos de productividad sin retribución y, en resumidas cuentas, reducido considerablemente los costes laborales unitarios. Tenemos un empleo mucho más precario, que los asalariados aceptan porque hay un volumen impresionante de paro. Y la macroeconomía mejora porque menores costes facilitan la exportación, lo que permite que crezca (débilmente) el empleo. El mismo efecto de devaluación salarial ha favorecido la mayor llegada de turistas de la historia.

¿Dónde está el fallo del modelo? La devaluación salarial acaecida en España es una devaluación competitiva. Las devaluaciones competitivas son de tal naturaleza que cualquier país puede llevarlas a cabo. Todas las medidas de desorganización del mercado de trabajo emprendidas por el gobierno se quedarían en agua de borrajas si los demás gobiernos de Europa las imitaran; hasta ahora no han mostrado intención de hacerlo. En otras palabras, el gobierno ha tenido cierto éxito con el permiso de los demás gobiernos de la Unión Europea, que renuncian a hacer cosas parecidas para facilitar la solución de los problemas de la economía española; y contando con la pasividad de los sindicatos alemanes y franceses, entre otros. El gobierno español ha obtenido cierto éxito destrozando el mercado de trabajo porque los mercados laborales de otros países europeos están bien organizados. Pero eso podría empezar a cambiar. Por eso digo que la recuperación es frágil.

Y digo que está a punto de irse a pique porque hay signos de que podría estar cambiando ya. El crecimiento de las exportaciones españolas empieza a verse en Europa, al menos en medios sindicales, como una causa concomitante de la recesión que se cierne sobre la economía comunitaria. La marcha del sector del automóvil es ilustrativa de esa dinámica. El automóvil es la punta de lanza de las exportaciones españolas. Los fabricantes europeos con factorías en España están sustituyendo producción francesa, alemana y británica por española. Nosotros exportamos a Francia automóviles Renault y Citroën, a Alemania Wolkswagen y Opel, y al Reino Unido Ford, y la producción de esos fabricantes disminuye en esos países en la misma medida que aumenta en España. Las plantillas sufren despidos y regulaciones de empleo, porque los vehículos españoles son más baratos. Los sindicatos empiezan a decirse que algo hay que hacer.

Los franceses son quienes más avanzado tienen ese debate, también porque la situación de la economía gala no termina de enderezarse y de servir de motivo de preocupación a sus socios comunitarios. El gobierno francés dice a los sindicatos que no puede hacer nada, dada la libre circulación de mercancías en el entorno comunitario: los automóviles fabricados en España tienen exactamente el mismo derecho a ser vendidos en Francia que los producidos allí. También los fabricantes franceses juegan a hacer competir a los trabajadores españoles con los franceses. Uno puede imaginarse a los grandes patronos del Grupo PSA (Citroën, Peugeot) y de la Renault diciendo: "Claro que estamos por volver a traer el trabajo a Francia, pero los españoles se han apretado el cinturón y vosotros no". ¿Hay que ser adivino para imaginar lo que pasará si la economía francesa continúa dando problemas, o si un gobierno de derecha llega a cohabitar con el presidente Hollande? Toda Europa entraría en una carrera por ver quien paga salarios más bajos.

Y mientras los fatuos de aquí sacando pecho por una política de derechas cuyo éxito depende de que en Europa sea haga una política de centro o incluso de izquierdas. Observemos qué pasa si la Unión Europea entra en recesión. Ojalá me equivoque al predecir que lo ocurrido en España, tan celebrado hoy, será visto como el primer episodio de una gran y prolongada deflación.

sábado, 31 de mayo de 2014

El BCE reconoce implícitamente no poder hacer nada por España

El 30 de mayo, publicaron el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra (BoE) un documento que, según sus autores, habíase terminado de redactar el día anterior. Se trata de un documento para la discusión, nada más, sobre el tema genérico de los ABS. Para el lector menos informado, ABS son las siglas de Asset-backed Securities, o "valores respaldados por activos"; es el viejo tema de la titulización, que el BCE y el BoE vienen a presentar como si fuera nuevo. Había mucha expectación por este documento, desde hace meses. Me temo, sin embargo, que va a suponer un jarro de agua fría para las esperanzas de muchos.

Empezaré por lo que se esperaba. La tendencia deflacionista que se viene observando en toda la zona euro ha planteado el debate sobre el uso de herramientas no convencionales (es decir, que vayan más allá de la lucha contra la inflación) por parte del BCE; el BoE, lo mismo que la Reserva Federal de EE.UU., lleva años aplicando la llamada QE (siglas de Quantitative Easing, una forma moderna de política monetaria expansiva) como instrumento para mantener la actividad y el empleo. En la zona euro, el BCE no hace nada parecido ya que incluso las SMP (siglas de Secondary Market Purchases, o "compras [de bonos] en el mercado secundario"), utilizadas desde la crisis de Irlanda en el otoño de 2010, obligan al BCE a esterilizar la inyección de liquidez asociada mediante captación de depósitos a plazo fijo. Lo cual no sería obligatorio bajo las OMT (siglas de Outright Market Transactions, o "adquisiciones en el mercado secundario a vencimiento [del activo adquirido]" pero, como se sabe, este instrumento nunca ha sido aplicado y se encuentra impugnado ante el Tribunal Europeo de Estrasburgo; últimamente, incluso el ministro alemán de Finanzas, Schaubel, ha anunciado que vetará su uso por el BCE. Draghi se encuentra sin margen de maniobra, mientras no ha dejado de prometer que haría "todo lo necesario" (whatever it takes) para salvar el euro y nuestra presencia en él. Implícito está que el euro no tiene futuro donde, como en España, el paro se sitúa en tasas del 25%, si éstas no se reducen rápidamente. Así las cosas, algunos, en realidad muchos, habían propuesto que el BCE pueda descontar el crédito bancario; esto es, que el crédito que el banco le concede a usted o a mí, o al menos a la empresa que le coloca la caldera nueva, pueda utilizarse como activo de garantía en las operaciones de inyección de liquidez del BCE. Así, su banco podría prestarle a esa empresa; inmediatamente descontar ese crédito en el BCE, recuperar la liquidez y volver a prestar a otra empresa; y así sucesivamente, hasta sacarnos del agujero.

Pero, con este documento, el BCE acaba de decir que no. Aparentemente, porque tiene miedo de que no funcione. Veamos; para que funcione hace falta que los tipos de interés salgan de la trampa de liquidez en que están. Así, el banco español cedería al BCE un crédito al 5,5% para emplear la liquidez en prestar al 5,75%; luego descontaría este segundo crédito para prestar a un tercero al 6%; y así sucesivamente. Parece que el BCE no cree que esa subida de tipos pueda producirse, precisamente por encontrarse éstos en una "trampa de liquidez", donde podrían permanecer deprimidos indefinidamente. Pero, con el pretexto de tal escepticismo, lo que el BCE hace es caer en el inmovilismo. ¿Y qué ofrece, en lugar del descuento de crédito a las pymes? Algo que ya existía pero, según el BCE y el BoE, no en medida suficiente, porque el desorden en su emisión contribuyó decisivamente a la crisis de 2007. Se trata, en efecto, de productos derivados, consistentes en "empaquetar" los créditos, calificarlos colectivamente, constituir "vehículos de propósito especial" (fondos de titulización de activos, en nuestra jerga) y emitir bonos de titulización con los créditos como subyacente; tales bonos de titulización serían lo que el BCE estaría dispuesto a descontar o aceptar como activos de garantía. Nada nuevo, repito, porque eso el BCE ya lo venía haciendo. Su apetencia se limita a los ABS, naturalmente; nada de CDO (collateral debt obligations, o bonos de subyacente heterogéneo, que empaquetan créditos de distintos originadores, e incluso créditos conjuntamente con ABS, o ABS de distintos fondos en uno nuevo), lo que es hasta cierto punto lógico dada su característica opacidad. Lo que ya no es tan lógico es que ofrezca como modelo de lo que hay que hacer los bonos que viene descontando regularmente hasta la fecha, producto de lo que denomina, sin rubor alguno, qualifying securitusation ("titulización de calidad"). (En §102, la titulización de calidad se define como aquella "cuyo riesgo y su retribución pueden ser consistente y predeciblemente entendidos", pero en §125 se viene a identificar con lo que aceptan en Europa los bancos centrales, es decir, ellos mismos). En realidad, el documento, más que resultado de una verdadera investigación, como pretende, parece dedicado a hacer pedagogía de los derivados financieros que son del gusto del BCE y el BoE.

En el capítulo de problemas para la expansión de estos derivados, los autores, deteniéndose en los que son comunes a toda Europa, dejan de lado los propios de cada país. Uno de los primeros es la calificación de ABS en países con elevado riesgo soberano. Las agencias de rating ponen un techo en tal sentido. Así, si la calificación de la deuda soberana española es BBB (a dos pasos del bono basura), ningún ABS, por seguro que sea el subyacente, podrá merecer más de esa calificación; y de ahí, para abajo. Lo que significa que los ABS de subyacente originado en España difícilmente podrán alcanzar la calificación de "activos de inversión", dado lo cual no servirán de garantía ante el BCE, con lo que estaremos como al principio. Lo que se le ocurre al BCE es pedir a las agencias de rating que den información sobre la calidad de los ABS, adicional a la incorporada a la calificación. Con ello, abre la puerta quizá (sólo quizá) a aceptar como garantía bonos-basura con buena recomendación de las agencias. Cualquiera sabe.

Hay un problema todavía más grave, al menos para España, que no existe para el documento. Me refiero al problema de los avales personales, que exige cualquier banco para conceder un crédito en la mayoría de los casos. Una de dos, o los bancos renuncian a esa clase de exigencia, o la operación de "verdadera venta" que caracteriza a la transferencia de riesgo mediante la constitución de un vehículo de propósito especial sería tremendamente difícil, si no imposible, con la legislación en la mano. Para empezar no sería posible que el BCE adquiriera los bonos de titulización, salvo que el banco cediera el usufructo de los créditos reteniendo la nuda propiedad. Habría que aprobar toda una nueva normativa sobre crédito bancario para eso. Alternativamente, el BCE podría renunciar a las operaciones temporales (reverse operations, operaciones de compraventa con pacto de retrocesión) para ejecutar sus operaciones por medio de préstamos con garantía pignoraticia, que, estando previstos en su manual de operaciones, no han sido utilizados nunca. Por poderse, lo que se dice poderse, se podría hacer. Lo dudoso del asunto es que habría que cambiar el procedimiento jurídico de garantías para toda la zona euro, siendo así que tal cambio general sólo vendría a resolver un problema de la periferia y no del núcleo duro. Dudoso, como digo; extremadamente dudoso.

Lo más probable es que el BCE opine que el de los avales es un problema de España, que se queda en España. Según eso, para descontar crédito bancario en el BCE, los bancos españoles tendrían que dejar de apoyarse en los avales y pasar a valorar a las empresas por sus proyectos. Algo que la banca española nunca ha hecho, salvo de forma muy selectiva y especializada. Cambiar toda su estructura de actuación profesional para eso supondría una verdadera revolución en el sector, que los bancos españoles, conservadores hasta la médula, no van a querer hacer ni jartos de vino.

martes, 24 de septiembre de 2013

Las consecuencias económicas de la Sra. Merkel

La CDU-CSU de Angela Merkel ha ganado a lo grande las elecciones alemanas, como se esperaba. Los conservadores europeos lo celebran a lo largo y ancho del Continente. Representa la política de derechas que reducirá los gobiernos de la países miembros de la UE a dimensiones sostenibles. Cueste lo que cueste, desde luego. El único problema es que no sabe nada de Economía, pese a lo cual toma distancias de su correligionario Schaubel, que sabe algo del asunto.

Alemania disfruta de un superávit considerable en el comercio bilateral con otros países miembros de la UE. Por comercio, aquí entiendo un superávit tanto en los intercambios visibles como en los invisibles, como el turismo. En términos financieros, un superávit considerable en las cuentas alemanas da origen a un continuo flujo de dinero desde los países deficitarios al país con superávit. En Alemania, la afluencia de dinero crea tensiones inflacionistas. La inflación aterroriza a los alemanes desde 1922-23. Merkel es hábil en contener los precios, y eso explica en parte el apoyo que ha recibido. En tales condiciones, la única manera de ajustar el desequilibrio comercial es deflación en los países con déficit. En teoría, la deflación es un modo eficiente de ajuste. Los precios deben caer, precisamente para hacer la producción interior más competitiva frente a otros países. La herramienta para reducir precios es reducir antes los salarios; de otro modo, las empresas no pueden abaratar su producción sin sufrir pérdidas. La reducción de los salarios reduce al mismo tiempo la renta disponible. Consecuentemente, la recaudación tributaria y la demanda de consumo caen muy deprisa. El gasto público y los precios de muchos de los bienes que consumen los asalariados se reducen también. Los precios de los inputs intermedios y del equipo que usan las empresas siguen a continuación. Al final del proceso, el gobierno es más pequeño y la producción interior es más competitiva. Estupendo.

En realidad, la deflación es una manera grosera de ajustar los desequilibrios comerciales. Si las empresas que producen bienes de consumo adquieren inputs intermedios y equipo de fabricación nacional, todo puede ir bien. En una economía altamente internacionalizada, sin embargo, como es la mayoría de las economías nacionales de la UE, mucho de los inputs intermedios y del equipo viene del exterior. Los productores extranjeros no tienen motivo para reducir sus precios; generalmente, producen para mercados globales y pueden encontrar nuevos clientes si los antiguos no pueden pagarlos ya. En consecuencia, las empresas productoras de bienes de consumo deben recurrir a proveedores nacionales, lo que con frecuencia no resulta factible; por ejemplo, cuando los proveedores habituales eran de alta tecnología. En cualquier caso, los proveedores nacionales serán inexistentes o menos competitivos, lo que transformará a muchas de las empresas productoras de bienes de consumo en escasamente competitivas, a su vez. Gran número de empresas productoras de bienes de consumo cerrará, en vez de bajar precios. Y las empresas que sobrevivan tenderán a reducir el segmento de mercado para el que producen antes que reducir precios. Un efecto perverso pero muy probable es que los asalariados empobrecidos cambien su demanda de bienes de alta y mediana calidad de producción nacional por demanda de bienes de importación de baja calidad. Llamemos a este efecto 'sustitución de producción nacional por importaciones'.

El cuadro definitivo de una economía nacional sometida a deflación será el de una economía compuesta por tres sectores, a saber, 1) los 'exportadores', empresas que compran y venden en mercados exteriores, que no necesitan reducir sus precios y que están en cierta forma desvinculadas de la economía nacional y sus problemas, excepto por los salarios a la baja, que mejoran la competitividad de este sector; 2) un sector productor y distribuidor de bienes de consumo dirigidos a segmentos de demanda de renta alta, que tampoco necesita reducir sus precios (aunque quizá sí su escala de producción), y que está parcialmente desvinculado del resto de la economía nacional y sus problemas, excepto por los salarios a la baja, que incrementan los beneficios de sus propietarios; y 3) un mercado de bienes para asalariados (y parados), en el que una feroz competencia por reducir precios sin pérdidas conduce a una creciente cuota de mercado para las importaciones de baja calidad. La recuperación del equilibrio comercial, y consecuentemente el fin del ajuste, requiere que el creciente superávit comercial del sector 1), unido quizá al decreciente déficit comercial del sector 2), resultado del empobrecimiento de la población, superen al creciente déficit comercial del sector 3). Nada asegura que el equilibrio comercial sea restaurado de esa forma.

La mayoría de quienes apoyan el llamado modelo 'de promoción de exportaciones' ignora la sustitución de producción nacional por importaciones en el mercado de bienes de consumo, que sigue a la reducción de salarios. En el mejor de los casos, ese efecto sustitución hará que el ajuste se prolongue durante largo tiempo; en el peor, convertirá el ajuste en contraproducente. Esa ignorancia contribuye al sufrimiento inútil de millones de personas a todo lo largo y ancho de Europa. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Economía política de la Cataluña independiente

La escenografía separatista de Cataluña sigue adelante. Hace poco menos de un año traté el tema desde el punto de vista político, y realmente nada tengo que añadir a lo dicho entonces, que sigue siendo perfectamente válido. Lo que me interesa destacar ahora es que lo que empezó como una comedia amable ha adoptado recientemente tonos de novela picaresca. Es lo que llamo "economía política de la Cataluña independiente".

Lo que era de esperar ha ocurrido. La proverbial inacción de Rajoy ("hay asuntos resueltos por el paso del tiempo y asuntos que el paso del tiempo está por resolver") ha terminado por producir sus frutos; la Comisión Europea, ya de la nervios, se ha visto obligada a precisar que una Cataluña independiente estaría de facto fuera de la propia UE. Eso al Gobierno parece haberle dejado muy satisfecho, por aquello tan español de que mejor que otros resuelvan nuestros problemas, pero lo cierto es que no ha hecho más que complicar las cosas. Ahora nos vamos a dar cuenta de que, detrás de Mas y los soberanistas, ha habido la gran masa de los indignados catalanes, y que éstos no pueden por menos de haberse alegrado de la perspectiva de salir de la UE, a la que culpan de los recortes y reformas estructurales que han provocado el paro y el estado de malestar que vive no sólo Cataluña sino España entera. Es más, eso de que Cataluña saldrá de la UE no ha dejado tampoco indiferente a la indignados de toda España, que empiezan a ver con cierta envidia el proceso soberanista.

La reacción de Mas a las declaraciones de la Comisión Europea tampoco se han hecho esperar. Ni corto ni perezoso, ha prometido que, aunque Cataluña sea expulsada de la UE, se mantendrá en el euro. Hay que reconocer que el tal Mas, en enredar, es un verdadero experto. A sus indignados, la cosa no tendría que haberles hecho puñetera gracia, pero se da por descontado que lo ha dicho para tranquilizar al capital que, como los promotores de Barcelona World, también empezaba a ponerse nervioso. Pero el asunto tiene más enjundia de la que parece pues los capitalistas no son tontos, y se preguntarán cómo podría Cataluña estar fuera de la UE y dentro del euro; cabe esperar que el Govern tenga una respuesta. Y la respuesta es ésta: Cataluña podrá mantenerse en el euro incluso estando fuera de la UE si se convierte en un "paraíso fiscal". Y esta perspectiva es suficiente para que la Comisión Europea se repiense todo el asunto.

¿Y por qué no? Naturalmente, la UE prohíbe los paraísos fiscales, e incluso ha liquidado el de Chipre y estaba dando pasos para poner coto al de Luxemburgo. Pero una Cataluña independiente (y libre de cargas financieras, o casi, porque el pícaro Mas no piensa hacerse cargo de un solo euro de la deuda soberana de España: esto es crucial), y que hubiera sido expulsada de la UE, estaría fuera de su disciplina, y por tanto en plena libertad para convertirse en paraíso fiscal o lo que le diera la gana. Esto le abrirá la carnes a más de uno en Europa.

¿Y qué se tiene que hacer ahora? Para empezar, dar por terminado el "buen rollito" mantenido hasta ahora por Madrid (y cuando digo "Madrid" quiero decir todo el sistema político español). Estupideces extemporáneas, como lo de "catalanizar España", tan sólo responden a intereses mercenarios. Tampoco se puede continuar apelando a la "lealtad constitucional", como se empeña en hacer el PP, cuando el nivel de las apuestas convierte a la Constitución en papel mojado; algunos descerebrados sueñan todavía con meter los tanques en Barcelona, sin pensar que tendrían que sacarlos a los tres meses y con el rabo entre las piernas. ¡Qué más podría querer Mas que salir triunfante de la Cárcel Modelo! Y la España federal, tan cara al PSOE, no es más un ensueño de evasión en estos momentos. De manera que hay que prepararse para que el Govern declare unilateralmente la independencia de Cataluña sin que Madrid pueda hacer nada por evitarlo. Esto es lo que en otra parte he denominado "choque de trenes".

Lo primero será ajustar cuentas con Cataluña, a sabiendas de que que la falta de acuerdo llevará a que ambas partes pierdan. El pícaro Mas da por hecho que Madrid no querrá perder nada y que, no queriendo perder nada, acabará por perderlo todo. Es de una lógica implacable. Y sólo tiene una respuesta: estar dispuesto a perder, y a ver quién pierde más.        

viernes, 16 de agosto de 2013

Europa sale de la recesión


Diversos signos parecen apuntar que las economías europeas, o al menos las consideradas "centrales", estarían saliendo de la recesión antes de lo previsto. El aumento del turismo este verano, comparativamente al de años anteriores, estaría entre esos signos. Los organismos internacionales y principales medios de comunicación ya han empezado a echar las campanas al vuelo. Se dice que, aunque Europa no puede tirar del tren de la economía mundial, sí puede ser un "motor" de cierta importancia, por lo menos como para sustituir el tirón de la economía china, que, en cambio, está creciendo menos de lo previsto. Lo que tiene preocupados a los expertos es que ese mayor crecimiento de Europa se traduzca en impulso (indudablemente con la ayuda de otros) para la recuperación simultánea de la economía mundial, para lo cual sería necesario que Europa pasara a importar más. Pero, y aquí viene mi comentario, esto es difícil que ocurra, toda vez que Europa ejecuta políticas ("de austeridad") tendentes a mantener deprimido su consumo interno, tanto público como privado, con objeto de ahorrar más de lo acostumbrado y poder "desapalancarse", o sea, devolver la deuda que, según los de por aquí, aplasta a nuestras economías. Con lo cual, no; es probable que este inesperado crecimiento, que la economía global espera como maná, no sirva de estímulo al resto del mundo, por cuya razón terminará agotándose en sí mismo. Y vuelta a empezar.


viernes, 14 de junio de 2013

El pacto Rajoy-Rubalcaba


Es sorprendente lo poco que ha llamado la atención que el pacto al que finalmente se ha llegado entre el gobierno y el principal partido de la oposición se haya negociado por teléfono. Y, sin embargo, parece un detalle crucial. Diríase que ambos líderes, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, alcanzaron el acuerdo de forma tan vergonzante que no se atrevieron a ponerse ante los periodistas en rueda de prensa posterior, algo que habría sido obligado de haberse reunido al efecto, con mayor o menor pompa y boato, en La Moncloa o donde fuere.

¿Cuál es, por tanto, el contenido del pacto más allá de la proposición no de ley que van a tramitar en el Congreso, y que cabe concebir como simple carnaza para el consumo de los medios? Aquí sólo se puede formular hipótesis, conjeturas más o menos fundamentadas. Yo avanzo la mía. He apuntado en otro lugar que Rajoy va a este Consejo Europeo a recibir un tirón de orejas de Merkel, y no quiere recibirlo solo; quiere compartirlo con Rubalcaba. ¿Por qué el tirón de orejas? Muy sencillo. Rajoy lleva unos meses hablando más de la cuenta en la escena europea. Se ha «aliado» con todo quisque (sobre todo con Hollande, pero incluso con Cameron y más recientemente con Letta) para decirle a Merkel que hace falta menos austeridad y más crecimiento; que se necesita «más Europa» (y, lógicamente, menos Alemania), lo que traducido en términos prácticos quiere decir Unión Bancaria; y que, en definitiva, España quiere pesar más de lo que pesa. Todo esto, que ha parecido muy razonable, «de sentido común», como al bueno de don Mariano le gusta decir, de repente se ha convertido en charla de lo más inconveniente desde el momento en que ha saltado a los medios que el tribunal constitucional alemán podría invalidar la política del BCE de compra de deuda soberana, técnicamente llamada OMT. Puede que lo haga, aunque lo previsible es que no; pero podría, y esa simple posibilidad revela que la famosa recuperación de la economía española, tan cacareada en los últimos tiempos, tiene los pies de barro, pues se asienta en las declaraciones de Draghi de agosto de 2012, donde enunciaba esa política, y podría venirse abajo con sólo que el tribunal constitucional declarara dicha política incompatible con la Ley Fundamental alemana. Véase, a modo de botón de muestra, la evolución de la prima de riesgo esta misma semana.

Desde que trascendió que el tribunal alemán se ponía a la tarea de estudiar el caso, este mismo lunes, Rajoy se dio cuenta de que su suerte se encuentra por entero en manos de Merkel y la influencia que la canciller pueda ejercer sobre aquél, en un sentido u otro. Y eso, en un complicado año de elecciones en Alemania. Ahora, la cuestión es que Rajoy tiene que ir al Consejo a mendigar después de haber despotricado, y eso se le hacía muy cuesta arriba a nuestro buen presidente. Ha querido hacer un gesto de decir: «Yo, en realidad, soy ese alumno aplicado que todos admiran; lo que pasa es que me pierden las malas compañías». Y ahora se presenta con esa mala compañía, sólo para que Merkel le diga: «Rompe con ella». De modo que se trata de un pacto destinado a romperse… si Merkel vuelve a ganar las elecciones. Si no las gana, el pacto servirá a Rajoy de aval ante los correligionarios de Rubalcaba en Alemania, la socialdemocracia, que sería la ganadora en ese caso.

Pero ¿cuál es el contenido del pacto, qué se han prometido mutuamente Rajoy y Rubalcaba, aparte de presentar una voz común en Europa? A mi modo de ver, sólo una cosa: Rubalcaba ha prometido no continuar haciendo sangre con el tema del desempleo y Rajoy ha prometido aparcar el tema de las pensiones, que de continuar adelante demostraría la inoperancia del PSOE. Puede que haya algún fleco también sobre la corrupción. Pero, y esto explica que el pacto sea telefónico, aparte de ser secreto, únicamente obliga a los protagonistas. O sea, Báñez seguirá entonando loas a la calidad técnica del informe de los expertos sobre las pensiones y SorayaPSOE seguirá atizando en las sesiones de control al gobierno, por más que SorayaPP no alcance a entenderlo. Todo parecerá seguir igual, pero habrá pasado a depender de forma explícita del resultado de las elecciones alemanas de septiembre.



lunes, 25 de marzo de 2013

Chipre

Si esta tarde el parlamento chipriota da su visto bueno, anoche se habrá llegado a un acuerdo entre el gobierno de ese país y la troika que permite cerrar la crisis abierta hace diez días. El acuerdo afecta a los dos mayores bancos del país, Banco de Chipre y Laiki. El segundo en tamaño, Laiki, será dividido en un banco «bueno» y un banco «malo». El «bueno» se quedará con los activos viables y todos los depósitos, hasta 100.000 euros. El «malo», con los activos tóxicos (fundamentalmente, deuda griega) y lo que exceda de 100.000 euros en cualesquiera depósitos. Por encima de 100.000 euros, los grandes depositantes quizá no recuperen nada, o muy poco. El Laiki «bueno» será absorbido por el Banco de Chipre, que a su vez saneará sus activos tóxicos (nuevamente, deuda griega) con cargo al exceso sobre 100.000 euros de los grandes depositantes. Aunque hay que hacer cálculos más precisos, a ojo de buen cubero se estima que los grandes depositantes del Banco de Chipre podrían perder, de media, el 35% de su dinero. Todavía no está claro cómo se alcanzará el 9% de capital principal requerido por la normativa de la UE.

Dejando a un lado las inevitables lagunas de un acuerdo cerrado al límite del tiempo concedido para la negociación (el BCE había amenazado con cerrar hoy el grifo de la liquidez a Chipre), lo pactado responde bastante bien a la correlación de fuerzas definida durante la crisis, y dejará satisfechos a los actores principales, con dos notables excepciones. En primer lugar, parece un acuerdo satisfactorio para los pequeños depositantes, que ven confirmada la garantía comunitaria sobre sus ahorros. Segundo, es un acuerdo satisfactorio a corto plazo para los mercados, que relajarán su presión sobre los países susceptibles de contagio; hoy, la Bolsa sube y la prima de riesgo baja en España, por ejemplo. Tercero, es un acuerdo que deja tranquila a Alemania, empeñada en una lucha sin cuartel contra los paraísos fiscales en el seno de la UE y, aún más, en la zona euro. Todos los demás se darán con un canto en los dientes.

Una excepción son los grandes depositantes, obligados a pagar los platos rotos. Se dice que una gran mayoría son rusos; en todo caso, son extranjeros. Además de rusos, debe de haber libaneses, sirios, egipcios e israelíes, por citar sólo lo que parecen las nacionalidades más relevantes. Chipre había aspirado, en efecto, a convertirse en un centro de referencia financiera en el Mediterráneo oriental. Le vino a las manos con las «primaveras árabes» y, sobre todo, con la guerra civil siria. Luego vinieron los oligarcas rusos, con su dinero de origen dudoso. Era únicamente la primera fase. Actualmente, en Chipre se desarrollaba un activo mercado de derivados financieros, y el bajo tipo del impuesto de sociedades empezaba a atraer a empresas europeas de toda índole. Esto es con lo que ha querido acabar a toda costa, y con éxito, Alemania.

La segunda excepción es la propia economía chipriota, y a la larga sus ciudadanos y posiblemente toda la UE. Arruinada su reputación como paraíso fiscal en ciernes, a Chipre le quedan pocas alternativas, si es que alguna; el turismo ruso se resentirá, inevitablemente. Contra ese pequeño país se ha movilizado el rodillo de una opinión pública europea contraria a los paraísos fiscales; pero, como se dice en estos casos, si no lo hace Chipre lo hará algún otro. Abu Dabi empieza a frotarse las manos. Ahora Chipre se unirá a Grecia en el grupo de países menesterosos de la zona euro. La moneda común se ha salvado, al precio de no dejar piedra sobre piedra de las economías que plantean problemas.



jueves, 28 de febrero de 2013

El espinoso asunto del déficit


En poco más de 24 horas, la semana pasada se escuchó al presidente Rajoy decir, en el debate sobre el Estado de la Nación, que el déficit público de España en 2012 quedaría por debajo del 7% del PIB, y al comisario europeo Olli Rehn afirmar que sería del 10,2%. Ayer mismo, oímos a Rajoy precisar que será del 6,7%, y que ésa será la cifra que envíen a Bruselas para su validación. (La Comisión Europea ha rehusado comentar este dato, pronunciándose por esperar el veredicto de la oficina europea de estadísticas, Eurostat). A cuenta, hemos tenido todos que soportar la petulancia de los populares sobre su propia capacidad de reconducir las finanzas públicas, comparada con la inoperancia del gobierno anterior, socialista, que – según se nos ha repetido hasta la saciedad – dejó un déficit de tanto y cuanto más que lo declarado. Dime de qué alardeas, y te diré de qué careces.

De inmediato, han surgido voces críticas, recordando al gobierno que hay unos 40.000 millones de euros de deuda con la Unión Europea por el rescate bancario pactado en junio y llevado a cabo en las semanas finales del año, lo que viene a suponer algo más del 3,5% del PIB, y que eso podría explicar la discrepancia entre la cifra de Rajoy y la de Rehn. A lo que la bancada del gobierno ha replicado de diverso modo, desde que eso no es déficit puesto que es un préstamo a los bancos, que ellos tienen que devolver aunque salga fiador el gobierno (lo que es manifiestamente falso), hasta que esa clase de deuda nunca se cuenta en el déficit (lo que únicamente demuestra ignorancia). Es un préstamo a España, no a los bancos; que España ha empleado en recapitalizar bancos, no en prestarles dinero; y que, por tanto, sólo se recuperará si el FROB vende las acciones en su poder a un precio que compense lo que pagó por ellas. Véase a cómo están las acciones de Bankia, para hacerse una idea de cuáles son las expectativas de recuperación, a día de hoy. Es más, si las entidades quiebran o se procede a su disolución, cosa que está prevista a cierto plazo por la UE para las que no tienen forma de sociedad anónima, no se recuperará nada en absoluto. Por tanto, hoy cuenta como déficit. Y si se recupera algo mañana, mañana contará como superávit lo que se recupere. Ésa es la forma de contabilizar correctamente las cosas. Muy distinto es que la UE, que ha aprobado separadamente ese déficit, y es parte interesada en su generación, permita al gobierno contarlo aparte. Seguramente, esto ya está pactado y de ahí proviene la prepotencia del gobierno y sus corifeos.

Pero lo que a buen seguro no tienen pactado estos jugadores de ventaja es el déficit autonómico y su financiación. Que las Comunidades Autónomas han hecho ajustes cosméticos en sus déficits con la aprobación del gobierno es algo que está fuera de dudas. La Generalitat de Catalunya, por ejemplo, preveía un déficit del 2,5% en noviembre y ahora dice que será sólo del 2%. Qué raro; en un mes, la cantidad de ahorros que han hecho. Si esta contabilidad creativa se ha dado en una de las Comunidades más «serias», qué no habrán hecho las otras. Más oscuro todavía es el asunto del Fondo de Liquidez Autonómico, con el que el gobierno ha querido proporcionar medios de pago a las CC.AA. Se empezó por 16.000 millones, ahora ronda los 30.000 millones. Esto supone casi el 3% del PIB. Y esto, como con los bancos. En principio, hay que suponer que es financiación a fondo perdido. ¿O es que alguien espera que Cataluña devuelva lo que le ha prestado el FLA? Y si no lo devuelve Cataluña, no lo devolverá ninguna otra. En todo caso, lo que se recupere después, será superávit.

No pretenderé que la inversión del FLA se suma al resto del déficit, estatal más autonómico. Sumarla supondría algún tipo de doble contabilización, y no se trata de eso. De lo que se trata es de entender por qué ha surgido esa necesidad financiera en las CC.AA. y de ver si nos ayuda a estimar el déficit real, no el «maquillado», de las mismas. Las CC.AA. han necesitado financiación extra porque sus gastos fueron presupuestados antes del verano; con tales gastos había un presupuesto de ingresos que ha resultado claramente optimista, pues no tenía en cuenta los efectos sobre la recaudación de la caída de la actividad y el empleo. Como han ingresado menos de lo que esperaban, pero han gastado conforme a lo que esperaban ingresar, les ha faltado dinero. Y semejante carencia es la que ha venido a suplir el FLA. Por tanto, la inversión del FLA es una buena estimación del déficit de las CC.AA. Una estimación, y no un cálculo exacto. El déficit real será algo menor, porque con el dinero del FLA las Autonomías han debido de pagar facturas que se arrastraban de ejercicios anteriores. Con el lío contable que las CC.AA. deben de tener montado, será prácticamente imposible llegar algún día a saber cuál fue exactamente el déficit. Y, sin duda, en esta percepción se apoyan el ministro Montoro y los creativos del ministerio de Hacienda para vendernos su quincallería contable.

Unas cosas con otras, no me parece irreal pronosticar que Eurostat acabará dictaminando que el déficit autonómico se situará entre el 2,5 y el 3% del PIB, en lugar del 1,5% presupuestado para 2012. Como me caben pocas dudas de que Economía está haciendo sus cálculos sobre la base del 1,5%, a fin de cargar eventualmente sobre ellas incumplimientos sobrevenidos, me aventuraría a pronosticar que el déficit final estará, no en el 6,7%, sino entre el 7,7 y el 8%. Quizá el 7,5%, si Economía se ha puesto realista y estima el 1,7% en vez del 1,5% para las Autonomías. Más el rescate de los bancos, naturalmente; digamos el 3,5%. En total, el 11% del PIB.

Con un déficit del 12% del PIB, y en circunstancias similares, recapitalización bancaria y banco malo incluidos, Irlanda tuvo que pedir el rescate de sus finanzas públicas, o sea, del país entero, en noviembre de 2010.


Pocas horas después de publicada esta entrada, el ministro Montoro ha dado una rueda de prensa para abundar en detalles sobre el déficit. Anuncia que el déficit de las CC.AA. ha sido del 1,73%. O sea, el gobierno se ha puesto «realista», como yo suponía que podía ocurrir, y exactamente en la cifra que yo suponía. Todo lo dicho más arriba queda confirmado, excepto en una cosa. Daba yo por hecho que el responsable de la cifra final era Guindos; y todavía creo que es él quien informa de cuánto déficit está la UE dispuesta a aceptar. Pero, puesto que Montoro da la cara, he cambiado por el suyo el nombre de Guindos, que aparecía originalmente en la entrada.



miércoles, 30 de enero de 2013

La coyuntura económica empeora rápidamente


No había terminado el gobierno de saborear las mieles de un puñado de datos que parecían moverse a su favor, cuando al final de la semana pasada recibió el mazazo de los seis millones de parados. Ayer, el INE rectificó, a peor, el avance de la contabilidad nacional publicado por el Banco de España hace pocas semanas; la caída del PIB en 2012 se aproxima más a 1,4% que al 1,3% que se había cantado. El euro ha iniciado una rápida apreciación. Si anduvo cerca de 1,25 dólares a principios de agosto, ayer estaba en 1,35 y hoy ha escalado a 1,36. Esto es un augurio de la peor especie. Puesto que nuestro modelo de salida de la crisis se basa en la promoción de exportaciones a costa de la demanda interna y las industrias que la abastecen, todo lo que estorbe nuestras exportaciones supondrá un contratiempo y un euro apreciado es el más serio de los imaginables en este momento.

Todo eso habría tenido una importancia relativa, de no ser por la noticia llegada hoy, verdaderamente pésima. La economía estadounidense ha retrocedido un 0,1%. Lo grave es que se esperaba que creciera por encima del 1%. Esta bofetada a las expectativas revela que las autoridades norteamericanas y los organismos internacionales han estado incomprensiblemente errados. Llevan meses ocultando al público y ocultándose a sí mismos la realidad. La recesión estadounidense, de confirmarse, se unirá a la europea. La recesión global está aquí. Lo más preocupante es que en esta reedición de las tribulaciones de 2008-2009 el mundo, comprometido desde hace años con la consolidación fiscal, carece de recursos para los estímulos ensayados entonces. Todo indica que esta nueva recesión va a ser más profunda y prolongada que la de hace un lustro.

Y la economía española, cuya incipiente recuperación se asienta sobre bases sobremanera precarias, va a verse expuesta a la mayor zozobra que concebirse pueda.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nacionalizar la banca y salir del euro


Una de las razones de la mala calidad de la política económica que se hace en Europa (del resto del mundo no hablo) es la cerrazón mental y estrechez de miras de los gobiernos y las oposiciones formales. Otra, la frivolidad de los planteamientos antisistema. Entiendo que la indignación lleva a priorizar la crítica sobre la propuesta de alternativas. Pero vale la pena ser conscientes de que la falta de alternativas favorece a los poderes fácticos.

En pocos asuntos se manifiesta la frivolidad antisistema como en el planteamiento de nacionalizar la banca y salir del euro. El argumento discurre más o menos así. Los poderes fácticos sacrifican a la gente para mantener los beneficios y privilegios de la banca. A pesar de todo, la banca no concede crédito para que las empresas creen nuevo empleo. La solución más sencilla es nacionalizar la banca, toda la banca. Con una banca nacionalizada, ¿qué problema hay en dejar en su vivienda a todo el que no pueda pagar su hipoteca y en conceder crédito a todo empresario dispuesto a crear empleo? Con este planteamiento, hasta el menos avisado puede darse cuenta de que la clave para que la cosa funcione un rato es darle a la maquinita de imprimir dinero todas las vueltas de manivela que haga falta. Y para hacer eso, habrá que salir del euro, porque las reglas del euro no son ésas. Bueno, ¿y qué? Pues se sale del euro y aquí paz y después gloria. ¿Es todo realmente tan sencillo?

Conste que no escribo con intención de desacreditar el nihilismo. El nihilismo lo entiendo. Consiste en decirse: «¿Y a mí qué me importa lo que haya que hacer cuando se presente el caos? ¡Lo que me interesa es que todo se vaya a tomar vientos!» No lo comparto, pero lo entiendo. Lo que me exaspera son las mentalidades simples, incapaces de ver más allá de sus narices en tiempos de gran complejidad, en los que hay que prepararse para gestionar la complejidad, precisamente, porque de lo contrario hoy viviremos peor que ayer y mejor que mañana. Para empezar, ya tenemos nacionalizada a la cuarta entidad bancaria del país y a unas cuantas más, a través del FROB, y de momento nos ha ayudado poco; más bien, lo contrario. Ya sé, ya sé; no es ésa la nacionalización que se quiere, una nacionalización condicionada por el rescate de Europa. Lo que se quiere es una nacionalización total y que nos libere de Europa. Ciertamente, si nacionalizamos todos los bancos, incluidos los que aparentemente van bien, y se da crédito a todo el que lo pida y no se desahucia a nadie, hará falta rescatar a toda la banca; eso es seguro. A Europa no le va a gustar poner tanto dinero, y desde luego que estamos fuera del euro (y puede que de la UE) pero no porque nos vayamos. Nos echan.

Bueno, pues ya estamos fuera del euro, con toda la banca nacionalizada y es nuestra la maquinita de hacer dinero. Ahora imprimimos todo el que haga falta. ¿Ya está, así de simple? La inflación sería de órdago a la grande. ¿Ah, que no nos importa la inflación, aunque sea desbocada? Es porque no se sabe qué es la inflación. La inflación es un mecanismo económico de generar ahorro forzoso y expropiárselo a las rentas que se actualizan por detrás del índice de precios (típicamente, salarios y renta fija de activos financieros) para regalárselo a las que se actualizan por delante (las rentas de monopolio: ¿alguien se pregunta cómo ha podido Metro de Madrid forzar una subida de tarifas brutal, con la que está cayendo?). Así es como empieza. Cuando se desboca, ya no se sabe quién expropia a quién. Los activos monetarios y financieros se destruyen a velocidad de vértigo. ¿Ah, que no nos importa la destrucción de activos monetarios y financieros, a cuya mera existencia atribuimos las tribulaciones que nos acosan? Pues qué bien, volvemos al trueque. Preguntemos a los cubanos cómo les fue el trueque durante el periodo económico especial que se inició en 1993, una vez dejaron de recibir ayuda de la URSS. ¿Ah, que a ellos todo lo malo que les pasa es por el bloqueo norteamericano? Vale, vale. Entonces podríamos tratar de seguir el modelo de Venezuela. Sólo que a los venezolanos el petróleo les sale por las narices y nosotros en vez de petróleo tenemos playas y sol y simpatía, y hacer que los extranjeros vengan a disfrutar de todo eso y se dejen aquí su dinerito no es como vender el oro negro que mueve el mundo, ¿verdad? O podríamos hacer lo de Argentina, llenar el campo de plantaciones de soja transgénica para vendérsela a China y conseguir así divisas.

Por más vueltas que le doy, no veo cómo la nacionalización de la banca y salir del euro, aparte de castigar a la banca y a Alemania, puede ayudarnos lo más mínimo a resolver nuestros problemas y mejorar un poco la condición de los atribulados españoles. Más bien, todo lo contrario. Y como el español medio se lo huele, sigue pensando, bien a su pesar, que lo único que se puede hacer es lo que hace Rajoy. Y así nos va.



jueves, 29 de noviembre de 2012

Bankia, metáfora de la economía española


La Comisión Europea ha aprobado la reestructuración del llamado «sector nacionalizado» de la banca española, que incluye a Bankia, CatalunyaCaixa, NovacaixaGalicia y Banco de Valencia. En total, 37.000 millones en inyección de capital más 2.500 millones en participación en la SAREB («banco malo»). A renglón seguido de anunciar Joaquín Almunia – vicepresidente de CE – la noticia, José Ignacio Gorigolzarri, presidente de Bankia-BFA, ha dado a conocer el plan estratégico de la entidad.

Muy resumidamente, lo que ahora sabemos de Bankia es lo siguiente. Recibirá 18.000 millones de fondos europeos en bonos del ESM (siglas de European Stability Mechanism o Mecanismo Europeo de Estabilidad), inmediatamente descontables en el BCE. A cambio, deberá reducir la plantilla en un 28%, o unas 6.000 personas, cerrar 1.100/1.200 de las 3.100 oficinas de que dispone, limitarse al territorio «histórico» de las Cajas de cuya fusión resultó y no invertir en crédito promotor ni otros «activos de riesgo» (lo que, en general, debemos entender como Bolsa y derivados financieros). También se impone un límite al tamaño de los activos, en 120.000 millones; a 30 de septiembre, ese tamaño está ahora en 289.000 millones. La inyección de capital viene a compensar a duras penas las pérdidas de Bankia en 2012, estimadas en 19.000 millones y que incluyen 12.600 millones de provisiones, de las que 11.400 millones tendrán que dotarse en las próximas semanas. Los activos «tóxicos» en poder de Bankia, elegibles para su adquisición por la SAREB, serán efectivamente adquiridos en breve por la parte del valor contable que no haya sido aún provisionado, poco menos de 25.000 millones. (Incidentalmente añado que, si esta solución se aplicara al rescate de las personas y no sólo de la banca, se podría efectuar una quita en la deuda de las familias cuyo promedio puede estimarse en el 63%; pero, precisamente, se ha impedido a la SAREB hacer esto estipulando que no puede adquirir créditos morosos inferiores a 300.000 euros). La SAREB pagará a Bankia en bonos propios, también descontables en el BCE. Además, Bankia deberá vender activos industriales (15% de Mapfre y su filial en Miami) valorados en su balance en 8.000 millones y recuperará 17.000 millones de la normal amortización de préstamos hasta 2015. Dispondrá, de esta forma, de unos 68.000 millones de activos líquidos con que atender los vencimientos de su deuda previstos hasta ese año (32.000 millones) y dispondrá de abundante liquidez para reanudar el préstamo minorista a hogares y empresas, el único que se le autoriza.

En cuanto a los requisitos de capital, la CE ha estimado que necesita 15.500 millones adicionales, incluida la capitalización de los 4.800 millones de deuda con el FROB. Los restantes 10.700 millones provendrán de deuda con particulares, capitalizada tras quitas de distinto importe en participaciones preferentes y deuda subordinada. La mayor parte de esa cifra la aportarán las preferentes, luego de haber sufrido una quita del 39% en su valor nominal. Ahora bien, como lo habitual es convertir a acciones al valor nominal de éstas, y dado que la cotización bursátil de Bankia está bastante por debajo de la mitad de aquel valor, la quita efectiva de las preferentes, si se las quisiera convertir en dinero ahora mismo, sería muy superior, quizá del 80%. Si quieren recuperar algo más de su inversión, los titulares de preferentes deberán esperar a que surta efectos el plan, que busca, como objetivo final, aumentar la cotización bursátil de Bankia, de modo que todos, accionistas y contribuyentes (FROB) puedan recuperar su dinero.

El punto débil del plan desde el punto de vista del accionista, aunque el fuerte desde el de la CE, es la imposición de que Bankia tenga que limitarse a sus mercados «históricos» y la prohibición de involucrarse en «inversiones de riesgo». Ambas «limitaciones» – como las llamó Goirigolzarri – tendrán como resultado reducir la competencia que Bankia pueda hacer a entidades que no necesiten de inyecciones de capital público. La percepción de tales limitaciones provocó ayer una caída en Bolsa de Bankia superior al 9%. En cambio, la constatación de que el Banco Popular está llevando a cabo su ampliación de capital, que de terminar con éxito le librará de verse sometido a limitaciones de esa índole, determinó una subida que fue la mayor del sector bancario.

Para la CE, sin embargo, la virtud del plan es que obligará a Bankia a prestar a familias y empresas, y hacerlo a tipos de interés y con condiciones ajustadas a la atonía económica, si quiere hacer beneficios e impulsar el alza de sus acciones. Lo lógico es que las limitaciones se mantengan hasta que Bankia devuelva al ESM el último bono que reciba ahora. Esa deuda con Europa sólo se podrá devolver generando beneficios; mientras tanto se mantendrán las limitaciones, pero las limitaciones contribuirán a que los beneficios se mantengan bajos. O sea, la pescadilla que se muerde la cola. Incluso si el plan sale bien, la remontada de Bankia está destinada a ser lenta y muy trabajosa.