Mostrando entradas con la etiqueta catalanismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta catalanismo. Mostrar todas las entradas

lunes, 8 de diciembre de 2014

Qué futuro espera a Cataluña

Que el proceso soberanista en Cataluña está muerto no debería ser un secreto para nadie: lo único que falta es que sus protagonistas den testimonio de ello, lo que puede hacerse esperar todavía un tiempo. Lo principal, sin embargo, es que el procés está herido de muerte, y nada puede ya remediarlo. Veamos.

El 9N Artur Mas le ha asestado, a su vez, un golpe casi mortal al régimen de 1978. Por un momento, pudo vanagloriarse de ello; pero una reflexión un poco detenida le ha debido de convencer de que continuar por ese camino, más que un suicidio político, significaría su condena ante la Historia. Él contaba con tres cosas, de las cuales la consulta no le ha proporcionado sino sólo una de ellas y tampoco el todo. Las tres eran: primero, la salida de España del euro, prometida por Andreu Mas-Colell en el verano de 2012; les parecía a ambos que, expulsada España del euro por no pagar sus deudas, Cataluña sería recibida con los brazos abiertos en la eurozona, como la parte más "seria" de la economía española y la única digna de pertenecer a la élite monetaria. Hasta tal punto llega la fatuidad catalanista. (Incidentalmente, se puede añadir que esa misma fatuidad es la que les ha hecho pensar que, independizada Cataluña de España, es impensable que a aquélla la expulsen, bajo ningún concepto, del euro). En segundo lugar, los dos paladines de CDC contaban con un apoyo creciente de la sociedad catalana; lo han recibido, sin duda, pero en menor medida de la esperada tanto en las autonómicas de 2012 como en la consulta del 9N. No pretendo minimizar los efectos de esta última. He empezado por decir que supone un golpe casi mortal al régimen de 1978 el que casi dos millones de personas, probablemente la parte más dinámica de la sociedad catalana, se hayan movilizado contra el Tribunal Constitucional y, por unas horas, hayan convertido a la propia Constitución en papel mojado ante la impotencia del Gobierno. Pero en 2014 no hay muchos más soberanistas que dos años antes, aunque su posición estratégica parezca ahora más fuerte. Únicamente lo parece, ya que les falta también la tercera pata de su proceso, una pata sin la cual todo el edificio "estatal" que tan diligentemente han construido se sostiene sobre el entusiasmo de las masas, permanece en equilibrio inestable y se vendrá inevitablemente a abajo cuando el entusiasmo se enfríe. Esa tercera pata era el reconocimiento internacional, cuya consecución en su fatuidad característica daban por hecha pero en la que han fracasado estrepitosamente.

Para Artur Mas, que es un estadista considerablemente superior a Rajoy aunque éste triunfe y aquél fracase, era crucial ir logrando parabienes de la comunidad internacional mientras avanzaba el proceso. Lo único que ha conseguido es un silencio glacial, cuando no lacónicos comentarios de que se trata de un asunto interno del Estado español o explícitas advertencias que la secesión sacaría a Cataluña del euro e incluso de la Unión Europea. Mas ha tenido tiempo de pedir aclaraciones y de que se le ponga en claro, como vengo sosteniendo desde hace un par de años, que, sin llevarse un mínimo de 200.000 millones de euros de la deuda soberana de España, Cataluña sería declarada en default ipso facto por las agencias de calificación de riesgos crediticios. Pero ya ni siquiera eso es lo más importante. Los soberanistas catalanes han conseguido demostrar que el Gobierno de Madrid, en estos momentos en manos de la derecha española, es incapaz de hacerse con el control del Estado; por la brecha abierta, se está haciendo fuerte una oposición antisistema que puede convertir ese Estado en ingobernable. España está en riesgo de convertirse en un Estado fallido, y la aparición de un Estado fallido en la eurozona y en la Unión Europea podría ser la chispa que encienda un fogonazo que haga arder la burbuja de unos mercados financieros sobrevendidos cuando la economía global está a las puertas de una nueva recesión; esto, en el momento en que el liderazgo europeo es más débil que nunca. La perspectiva de pegar fuego a la estabilidad tan trabajosamente lograda tras cinco años de austeridad puede hacer las delicias de Oriol Junqueras, pero no las de Artur Mas. Ésa es la diferencia entre CDC y ERC, sencillamente.

Creo que ésta es la clave en que hay que leer la disputa sobre lista única o listas separadas en unas elecciones plebiscitarias. Como han intuido Junqueras y tantos otros, Mas quiere perder las elecciones plebiscitarias aunque conservando un número de votos suficiente como para poder negociar. Sabe, por otra parte, que así destruiría a ERC como fuerza política independiente, lo que le permitiría hacerle una OPA hostil que le compensara, en número de votos, los que perdiera de Unió; pues Durán ya ha advertido que su coalición durará mientras quiera Mas, es decir, mientras Mas no se alíe con los republicanos. ¿Y si no hay lista única porque ERC y la CUP se resisten a entrar en ella? Si no hay lista única, entonces no habrá elecciones plebiscitarias. En su lugar habrá un acercamiento de Mas a Rajoy o al sucesor de Rajoy en el PP (y quizá a Pedro Sánchez), con el Gobierno ya obligado a negociar por el descrédito a causa de la corrupción, al efecto de recomponer el régimen del 78 y cerrar el paso a Podemos y a un nuevo proceso constituyente.

martes, 18 de marzo de 2014

Mas y la independencia de Cataluña

Menudo revuelo se ha organizado con las palabras del honorable Artur Mas, en las que no descartaba declarar unilateralmente la independencia de Cataluña, porque descartarlo "le haría perder mucha fuerza". Tanto en las filas soberanistas como en las constitucionalistas le han salido al paso, sorprendidos unos y otros por lo que parece ser el abandono de la vía legal, por la que hasta la fecha había prometido transitar siempre. A mí lo que me sorprendió inicialmente no son las palabras de Mas, que eran previsibles, sino la negativa de ERC a considerar otra opción que la de la consulta y, a más señas, la de la consulta legal. Pero incluso eso resulta explicable, cuando se piensa un poco las cosas.

La reacción de los líderes de Esquerra demuestra que es un partido bastante más serio de lo que se piensa en el resto de España; un partido preocupado por el futuro de Cataluña y que, instintivamente, comprende que nada podría ser más perjudicial para su prestigio internacional que un simulacro de revolución decimonónica hoy, en pleno siglo XXI. ERC quiere hacer las cosas al ritmo que marque la evolución natural de la acontecimientos, sin salidas de tono ni estridencias. También han podido sospechar que Mas les quiere sobrepasar "por la izquierda". Esto plantea la cuestión de qué es lo que realmente ha pretendido Mas con esas declaraciones.

La mayoría ha querido ver en ellas un intento oportunista de capitalizar el impacto mediático de la secesión de Crimea, también planteada a partir de una declaración unilateral de independencia. Al trapo ha entrado el ministro de Exteriores, García Margallo, subrayando el absoluto paralelismo de los dos casos, para a renglón seguido advertir que, lo mismo que la UE y la comunidad internacional se oponen al proceso de Crimea, se opodrían al de Cataluña, sanciones incluidas. Lo que dice García Margallo puede ser o no ser verdad, pero ésa no es la cuestión. En el fondo, a Mas le tiene sin cuidado la reacción de la comunidad internacional, y éste es un punto en el que Mas se separa radicalmente de ERC. Otros han querido ver en estas declaraciones una continuidad con las de Durán i Lleida el pasado mes de octubre en el Congreso, cuando advirtió de que la declaración unilateral de independencia es un riesgo que hay que afrontar. ¿Hay una hoja de ruta?, se preguntan éstos. Puede que la haya y puede que no, y esto también carece de importancia.

Mi hipótesis es que el hecho que ha "disparado" el anuncio de Mas es la reciente evaluación por Moody's de la situación de la economía española, en la que la agencia de calificación de riesgos crediticios se refería explícitamente al proceso catalán y valoraba que, puesto que Mas se había comprometido a dar sólo pasos legales, y dado que el gobierno central no da muestras de ceder, la conclusión lógica es que la independencia catalana será muy improbable en los próximos dos o tres años; como consecuencia, la agencia mantenía una apreciación positiva de la marcha de la economía española. Mas se ha dicho a sí mismo, y nos lo ha dicho a todos, que hay que cambiar eso.

¿Tiene Mas una visión tan fina de las circunstancias económicas? Este Mas, el president de la Generalitat, probablemente no. Pero sí el otro Mas, Andreu Mas, conseller d'Economia i Conexeiment del Govern catalá, verdadero alter ego del president en la aventura soberanista en que ambos han tenido embarcada a Cataluña durante el último año y medio. Andreu Mas-Colell es, aparte de conseller, con toda seguridad el economista vivo de más brillante trayectoria de España. Fue profesor en Estados Unidos, en las universidades de Berkeley y Harvard, y presidente de la Asociación Europea de Economistas. Por su trabajo, tiene el respeto casi unánime de la profesión. Como conseller d'Economia, desde 2010, la política de austeridad y los recortes de gasto no le dieron los resultados esperados, sin embargo. En el verano de 2012 vio una lucecita de esperanza. El crédito de España estaba por los suelos, la prima de riesgo había superado los 600 puntos, la banca española acababa de ser rescatada y muchos opinábamos que el país en su conjunto tendría que serlo también. Andreu Mas, independentista de toda la vida, se convenció de que España entraría en default y tendría que salir del euro, arrastrando a Cataluña, que, sola, podría haberlo evitado. Tras la Diada del 11 de septiembre de ese año, Andreu Mas persuadió a Artur Mas de que, una vez expulsada España del euro, a Cataluña le resultaría más fácil retornar a él estando fuera que dentro del Estado español. Andreu Mas no supo apreciar la importancia del anuncio de Mario Draghi de que el Banco Central Europeo haría "cuanto hiciera falta" para mantener a Italia y España en el euro. O quizá pensó que él conocía mejor que Draghi la incapacidad innata del español para hacer nada a derechas. El caso es que, convencido Artur Mas, éste puso a CiU a la cabeza de la manifestación. Hasta hoy.

Sospecho que, en el fondo, Andreu Mas todavía no ha entendido lo ocurrido en los mercados y en la economía española a partir del verano de 2012. Debe de pensar que algo se hizo mal entonces, por parte de todos, porque en definitiva España no se merece estar en el euro. Acaso opina que habría que corregir eso. Y las recientes palabras de Artur Mas vendrían a poner su grado de arena a la causa. Sirven de aviso a Moody's (y, para el caso, también a Standard&Poor's y Fitch, las otras dos grandes agencias de rating) sobre el riesgo de precipitarse menospreciando la política catalana. Los dos Mas no descartan ninguna medida, incluso si contribuye a hundir el crédito internacional de España, reiniciando el círculo vicioso de pérdida de confianza de los mercados en la economía española, aumento de la prima de riesgo, encarecimiento del coste de la deuda soberana y ulterior deterioro de la confianza. Ambos están dispuestos a jugar la baza de cierto chantaje económico: si España no se aviene a razones, puede que su crédito sufra por el malestar social que se generará en Cataluña, y que como ha revelado Moody's afecta a la valoración de las agencias. En el peor de los casos, si el gobierno central rehúsa negociar, Mas y Mas no retrocederían ante la perspectiva de que su actuación pueda sembrar tal desbarajuste que la salida de España del euro sea inevitable. Incluso es posible que su objetivo sea precisamente lograr eso, cueste lo que cueste. Se habrían empeñado en ganarle la partida a Draghi, con astucia. Como parece que ha querido decir Artur Mas: ellos son David y el Banco Central Europeo, Goliat.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Economía política de la Cataluña independiente

La escenografía separatista de Cataluña sigue adelante. Hace poco menos de un año traté el tema desde el punto de vista político, y realmente nada tengo que añadir a lo dicho entonces, que sigue siendo perfectamente válido. Lo que me interesa destacar ahora es que lo que empezó como una comedia amable ha adoptado recientemente tonos de novela picaresca. Es lo que llamo "economía política de la Cataluña independiente".

Lo que era de esperar ha ocurrido. La proverbial inacción de Rajoy ("hay asuntos resueltos por el paso del tiempo y asuntos que el paso del tiempo está por resolver") ha terminado por producir sus frutos; la Comisión Europea, ya de la nervios, se ha visto obligada a precisar que una Cataluña independiente estaría de facto fuera de la propia UE. Eso al Gobierno parece haberle dejado muy satisfecho, por aquello tan español de que mejor que otros resuelvan nuestros problemas, pero lo cierto es que no ha hecho más que complicar las cosas. Ahora nos vamos a dar cuenta de que, detrás de Mas y los soberanistas, ha habido la gran masa de los indignados catalanes, y que éstos no pueden por menos de haberse alegrado de la perspectiva de salir de la UE, a la que culpan de los recortes y reformas estructurales que han provocado el paro y el estado de malestar que vive no sólo Cataluña sino España entera. Es más, eso de que Cataluña saldrá de la UE no ha dejado tampoco indiferente a la indignados de toda España, que empiezan a ver con cierta envidia el proceso soberanista.

La reacción de Mas a las declaraciones de la Comisión Europea tampoco se han hecho esperar. Ni corto ni perezoso, ha prometido que, aunque Cataluña sea expulsada de la UE, se mantendrá en el euro. Hay que reconocer que el tal Mas, en enredar, es un verdadero experto. A sus indignados, la cosa no tendría que haberles hecho puñetera gracia, pero se da por descontado que lo ha dicho para tranquilizar al capital que, como los promotores de Barcelona World, también empezaba a ponerse nervioso. Pero el asunto tiene más enjundia de la que parece pues los capitalistas no son tontos, y se preguntarán cómo podría Cataluña estar fuera de la UE y dentro del euro; cabe esperar que el Govern tenga una respuesta. Y la respuesta es ésta: Cataluña podrá mantenerse en el euro incluso estando fuera de la UE si se convierte en un "paraíso fiscal". Y esta perspectiva es suficiente para que la Comisión Europea se repiense todo el asunto.

¿Y por qué no? Naturalmente, la UE prohíbe los paraísos fiscales, e incluso ha liquidado el de Chipre y estaba dando pasos para poner coto al de Luxemburgo. Pero una Cataluña independiente (y libre de cargas financieras, o casi, porque el pícaro Mas no piensa hacerse cargo de un solo euro de la deuda soberana de España: esto es crucial), y que hubiera sido expulsada de la UE, estaría fuera de su disciplina, y por tanto en plena libertad para convertirse en paraíso fiscal o lo que le diera la gana. Esto le abrirá la carnes a más de uno en Europa.

¿Y qué se tiene que hacer ahora? Para empezar, dar por terminado el "buen rollito" mantenido hasta ahora por Madrid (y cuando digo "Madrid" quiero decir todo el sistema político español). Estupideces extemporáneas, como lo de "catalanizar España", tan sólo responden a intereses mercenarios. Tampoco se puede continuar apelando a la "lealtad constitucional", como se empeña en hacer el PP, cuando el nivel de las apuestas convierte a la Constitución en papel mojado; algunos descerebrados sueñan todavía con meter los tanques en Barcelona, sin pensar que tendrían que sacarlos a los tres meses y con el rabo entre las piernas. ¡Qué más podría querer Mas que salir triunfante de la Cárcel Modelo! Y la España federal, tan cara al PSOE, no es más un ensueño de evasión en estos momentos. De manera que hay que prepararse para que el Govern declare unilateralmente la independencia de Cataluña sin que Madrid pueda hacer nada por evitarlo. Esto es lo que en otra parte he denominado "choque de trenes".

Lo primero será ajustar cuentas con Cataluña, a sabiendas de que que la falta de acuerdo llevará a que ambas partes pierdan. El pícaro Mas da por hecho que Madrid no querrá perder nada y que, no queriendo perder nada, acabará por perderlo todo. Es de una lógica implacable. Y sólo tiene una respuesta: estar dispuesto a perder, y a ver quién pierde más.