Menudo revuelo se ha organizado con las palabras del honorable Artur Mas, en las que no descartaba declarar unilateralmente la independencia de Cataluña, porque descartarlo "le haría perder mucha fuerza". Tanto en las filas soberanistas como en las constitucionalistas le han salido al paso, sorprendidos unos y otros por lo que parece ser el abandono de la vía legal, por la que hasta la fecha había prometido transitar siempre. A mí lo que me sorprendió inicialmente no son las palabras de Mas, que eran previsibles, sino la negativa de ERC a considerar otra opción que la de la consulta y, a más señas, la de la consulta legal. Pero incluso eso resulta explicable, cuando se piensa un poco las cosas.
La reacción de los líderes de Esquerra demuestra que es un partido bastante más serio de lo que se piensa en el resto de España; un partido preocupado por el futuro de Cataluña y que, instintivamente, comprende que nada podría ser más perjudicial para su prestigio internacional que un simulacro de revolución decimonónica hoy, en pleno siglo XXI. ERC quiere hacer las cosas al ritmo que marque la evolución natural de la acontecimientos, sin salidas de tono ni estridencias. También han podido sospechar que Mas les quiere sobrepasar "por la izquierda". Esto plantea la cuestión de qué es lo que realmente ha pretendido Mas con esas declaraciones.
La mayoría ha querido ver en ellas un intento oportunista de capitalizar el impacto mediático de la secesión de Crimea, también planteada a partir de una declaración unilateral de independencia. Al trapo ha entrado el ministro de Exteriores, García Margallo, subrayando el absoluto paralelismo de los dos casos, para a renglón seguido advertir que, lo mismo que la UE y la comunidad internacional se oponen al proceso de Crimea, se opodrían al de Cataluña, sanciones incluidas. Lo que dice García Margallo puede ser o no ser verdad, pero ésa no es la cuestión. En el fondo, a Mas le tiene sin cuidado la reacción de la comunidad internacional, y éste es un punto en el que Mas se separa radicalmente de ERC. Otros han querido ver en estas declaraciones una continuidad con las de Durán i Lleida el pasado mes de octubre en el Congreso, cuando advirtió de que la declaración unilateral de independencia es un riesgo que hay que afrontar. ¿Hay una hoja de ruta?, se preguntan éstos. Puede que la haya y puede que no, y esto también carece de importancia.
Mi hipótesis es que el hecho que ha "disparado" el anuncio de Mas es la reciente evaluación por Moody's de la situación de la economía española, en la que la agencia de calificación de riesgos crediticios se refería explícitamente al proceso catalán y valoraba que, puesto que Mas se había comprometido a dar sólo pasos legales, y dado que el gobierno central no da muestras de ceder, la conclusión lógica es que la independencia catalana será muy improbable en los próximos dos o tres años; como consecuencia, la agencia mantenía una apreciación positiva de la marcha de la economía española. Mas se ha dicho a sí mismo, y nos lo ha dicho a todos, que hay que cambiar eso.
¿Tiene Mas una visión tan fina de las circunstancias económicas? Este Mas, el president de la Generalitat, probablemente no. Pero sí el otro Mas, Andreu Mas, conseller d'Economia i Conexeiment del Govern catalá, verdadero alter ego del president en la aventura soberanista en que ambos han tenido embarcada a Cataluña durante el último año y medio. Andreu Mas-Colell es, aparte de conseller, con toda seguridad el economista vivo de más brillante trayectoria de España. Fue profesor en Estados Unidos, en las universidades de Berkeley y Harvard, y presidente de la Asociación Europea de Economistas. Por su trabajo, tiene el respeto casi unánime de la profesión. Como conseller d'Economia, desde 2010, la política de austeridad y los recortes de gasto no le dieron los resultados esperados, sin embargo. En el verano de 2012 vio una lucecita de esperanza. El crédito de España estaba por los suelos, la prima de riesgo había superado los 600 puntos, la banca española acababa de ser rescatada y muchos opinábamos que el país en su conjunto tendría que serlo también. Andreu Mas, independentista de toda la vida, se convenció de que España entraría en default y tendría que salir del euro, arrastrando a Cataluña, que, sola, podría haberlo evitado. Tras la Diada del 11 de septiembre de ese año, Andreu Mas persuadió a Artur Mas de que, una vez expulsada España del euro, a Cataluña le resultaría más fácil retornar a él estando fuera que dentro del Estado español. Andreu Mas no supo apreciar la importancia del anuncio de Mario Draghi de que el Banco Central Europeo haría "cuanto hiciera falta" para mantener a Italia y España en el euro. O quizá pensó que él conocía mejor que Draghi la incapacidad innata del español para hacer nada a derechas. El caso es que, convencido Artur Mas, éste puso a CiU a la cabeza de la manifestación. Hasta hoy.
Sospecho que, en el fondo, Andreu Mas todavía no ha entendido lo ocurrido en los mercados y en la economía española a partir del verano de 2012. Debe de pensar que algo se hizo mal entonces, por parte de todos, porque en definitiva España no se merece estar en el euro. Acaso opina que habría que corregir eso. Y las recientes palabras de Artur Mas vendrían a poner su grado de arena a la causa. Sirven de aviso a Moody's (y, para el caso, también a Standard&Poor's y Fitch, las otras dos grandes agencias de rating) sobre el riesgo de precipitarse menospreciando la política catalana. Los dos Mas no descartan ninguna medida, incluso si contribuye a hundir el crédito internacional de España, reiniciando el círculo vicioso de pérdida de confianza de los mercados en la economía española, aumento de la prima de riesgo, encarecimiento del coste de la deuda soberana y ulterior deterioro de la confianza. Ambos están dispuestos a jugar la baza de cierto chantaje económico: si España no se aviene a razones, puede que su crédito sufra por el malestar social que se generará en Cataluña, y que como ha revelado Moody's afecta a la valoración de las agencias. En el peor de los casos, si el gobierno central rehúsa negociar, Mas y Mas no retrocederían ante la perspectiva de que su actuación pueda sembrar tal desbarajuste que la salida de España del euro sea inevitable. Incluso es posible que su objetivo sea precisamente lograr eso, cueste lo que cueste. Se habrían empeñado en ganarle la partida a Draghi, con astucia. Como parece que ha querido decir Artur Mas: ellos son David y el Banco Central Europeo, Goliat.
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