Decía Hayek (un tipo mucho más listo y aprovechable de lo
que suele pensar la izquierda que no lo ha leído) que cada generación tiene que
aprender las lecciones fundamentales sobre economía y sociedad como si fuera la
primera, de donde se desprende que las generaciones se dividen entre las que
recuerdan esas lecciones y las que las olvidan, lo que condena a las segundas al desastre.
Una lección que aprendieron los estadistas europeos del último medio siglo es
que un proceso de integración como el iniciado en 1950 (si lo prefieren, en
1957) no puede detenerse. Llegados a un punto crítico, o avanza o retrocede. Es
lo que amenaza la negociación con Grecia.
Robert Mundell, padre intelectual de la moneda común,
predijo que una zona monetaria óptima tendría que cumplir tres condiciones.
Primera, libre circulación de capitales; segunda, perfecta flexibilidad del
mercado laboral en todos los miembros; tercera, transferencias de renta
regulares de los países con superávit de pagos a los países con déficit de
pagos. Sobre las dos primeras los profesores de pizarra nos han disertado hasta
la saciedad. La interesante es la tercera. ¿Por qué transferencias de renta?
Por una razón muy sencilla: se trata de una zona monetaria que funcione en la
realidad, no en una pizarra. La circulación de capitales nunca es completamente
“libre”: diferentes legislaciones fiscales la dificultan. Y el mercado de
trabajo nunca es perfectamente flexible. Además, hay gobiernos nacionales, cada
uno con sus manías particulares. ¿Se tiene que renunciar por ello a la moneda común?
La respuesta de Mundell fue: no. Hay que establecer un mecanismo de corrección
de los desequilibrios internos. Pero ese mecanismo no puede consistir en
penalizar al país con déficit de pagos, por más que a los ignorantes en (macro)economía
les parezca que no debe uno gastar más de lo que ingresa. Y penalizar al país
con déficit de pagos es lo que viene haciendo la eurozona, con el apoyo de la
Unión Europea, desde 2010. Se penaliza a Grecia; ahora, brutalmente. Se ha
penalizado a España, a Portugal y a Irlanda. Se quiere penalizar a Francia y a
Italia. Y esto es absurdo. No porque lo diga yo. Porque lo dijo Mundell, un
economista muy superior al alemán Schaübel o al ministro de Finanzas de
Finlandia.
El plan de Mundell era otro: premiar al país con déficit y
penalizar al país con superávit de pagos.
¿Por qué? Muy sencillo. El país con déficit de pagos demanda bienes de los
demás y ayuda a sostener su actividad y su empleo; el país con superávit de
pagos se aprovecha de la unión monetaria (y algo más) sin contribuir en igual
medida a la prosperidad de ésta. La Fundación del Premio Nobel de Economía se
dio demasiada prisa en 1999 a otorgar el galardón de ese año a Robert Mundell
por inspirar la creación del euro. Ahora se ve que echó las campanas al vuelo
precipitadamente. Este experimento es de ida y vuelta, y si Grecia es
finalmente expulsada del euro por los
errores y estupidez de los demás, la Unión Monetaria estará condenada al fracaso.
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