No soy el presidente del Gobierno, lo que es mala suerte
para los independentistas catalanes, que necesitarían enfrente a alguien con
formación para tratar de números más que a quien machaconamente repite: “La
ley, la ley, la Ley”; a alguien, en definitiva, capaz de negociar y no a quien
da fe de lo que es propiedad de la soberanía nacional de España. Aun así, daré
mi opinión, por si resulta de utilidad para salir de este embrollo.
La clave de todo es la deuda soberana de España. Cataluña no
puede independizarse sin hacerse cargo de su parte alícuota. Por varias
razones, pero sobre todo por una: de no hacerse cargo de su parte, Castaluña nacería
como un estado en quiebra desde el principio. No porque lo diga yo, que no soy
nadie; sino porque lo dirán las agencias de rating en representación de los
mercados internacionales. Sé que esos brillantes economistas que tiene el
independentismo opinan que la asignación de deuda soberana al nuevo estado
sería “ilegítima”; es decir, que su brillantez no los lleva mucho más allá de
concebir un futuro financiero como el de Argentina. Ni siquiera voy a explicar
por qué semejante estulticia no se tiene en pie; lo he hecho repetidas veces en
este blog. Tan sólo diré que no tengo ninguna prisa, y que para mí será un
placer que terminen reconociendo que son malos economistas.
No voy a aburrir con cifras. España debe a los mercados algo
más de un billón de euros. Unas cosas por otras, a Cataluña le corresponden
200.000 millones; el Banco de España y subsidiariamente todos como
contribuyentes debemos otros 210.000 millones, de los que al futuro Banco de Cataluña
le corresponderán unos 40.000 millones, si Cataluña quiere seguir en el euro.
Lo que España tiene que ofrecer: apoyo para reentrar en la
UE y la zona euro. Y más importante todavía: durante el periodo transitorio
hasta que Cataluña entre de nuevo en el euro, España podría mantener intacto el
sistema bancario, lo que significa que Cataluña seguiría de facto en la zona
euro, con sus intereses garantizados por el Banco de España, hasta que su
propio Banco central pudiera hacerse cargo. Esto es una alfombra roja, no me lo
negarán.
Lo que Cataluña tiene que pagar: hacerse cargo de un cuarto
de billón de euros de deuda, en números redondos. Supongo que no habrá
inconveniente, porque la independencia vale mucho más; una verdadera ganga. El
quid radica en la forma de hacerlo. España no puede, sencillamente, ceder a Cataluña
200.000 millones de deuda, porque se trata de un pasivo; hace falta el concurso
de los acreedores. Y aquí empiezan los problemas. ¿Por qué a Fulano se le
asigna deuda española y por qué a Mengano se le asigna deuda catalana? ¿O por
qué no lo echamos a suerte en vez de asignarse a todo acreedor un euro de cada
cinco en deuda catalana y cuatro en deuda española? ¿O por qué no hacer un
reparto proporcional en lugar de una lotería? En éstas, los dos países podemos
quebrar.
Y el caso es que no hay que inventar nada. Basta con aplicar
la tecnología desarrollada por la troika con Grecia. La solución es sencilla.
España sigue respondiendo del 100 por 100 de la deuda ante los mercados, pero
Cataluña se compromete ante España a pagar uno de cada cinco euros de esa
deuda, en tiempo y forma. Para garantizar el pago, se constituirá un fondo de
activos, de los cuales se realizará todo lo necesario para cubrir eventuales
defaults. Dicho fondo estará domiciliado en Luxemburgo (como el griego), y
constará de tantos activos públicos como para garantizar el principal de un
cuarto de billón. Sin ánimo de ser exhaustivo, incluirá activos como el
aeropuerto del Prat; el tramo catalán de la infraestructura del AVE y el Metro
y las Rodalies de Barcelona, todas las carreteras públicas, incluso las
comarcales, que podrían acabar siendo de peaje; el Parque Güel y la Sagrada
Familia (Cataluña nacerá sin Concordato y se podrá desamortizar ese monumento);
en definitiva, cualquier bien de titularidad pública, hasta la Moreneta, si es necesario.
Una auditoría independiente, o mejor un par, de firmas internacionales, determinará
el contenido exacto de dicho fondo. Como veo que la fe de los independentistas en
Cataluña es sólida de narices, no tendrán problema en asumir esta carga.
Lo dicho: una ganga.
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