Esta semana, la cotización del euro frente al dólar ha
caído a mínimos históricos. En estos momentos se encuentra a un paso de
equipararse al dólar, y seguramente la caída no se detendría ahí. La
circunstancia resulta tanto más inquietante cuanto que proliferan las voces de
expertos y no expertos (como el presidente electo de EEUU, Donald Trump) que
vaticinan que el euro está condenado a desaparecer. Los argumentos los
conocemos de sobra, y no aburriré al lector repitiéndolos.
Un examen detenido del asunto muestra,
sin embargo, aspectos interesantes. Es verdad que el euro alcanzó la cota de
1,035 dólares, su mínimo, en menos de un mes de haberla tocado por primera
vez; Ahora ha caído un poco más, pero muy poco más. Por diversas
razones, ese soporte empieza a parecer bastante sólido. Me atrevería a
vaticinar que aguantará incluso meses, quizá dos o tres. Esto tiene que ver con
varias cosas, y la más importante es que la situación del propio dólar, tras
años de compra de bonos QE por la Reserva Federal, tampoco es demasiado
boyante. La zona euro se encuentra en una situación parecida, pero con
todo y eso las relaciones entre ambas divisas y su tipo de cambio pasan por un
momento de incertidumbre. Con lo que es probable que las opiniones alcista y bajista del mercado tiendan a empatar.
El segundo aspecto es el Brexit.
A saber en lo que puede terminar eso. La falta de definición jurídica del asunto
(el famoso artículo 50) ha perjudicado tanto al euro como a la libra. Luego
está la actitud de Trump: el primer mandatario extranjero con quien se
comunicó tras ganar las elecciones fue Theresa May, la premier británica. Para
colmo, la invitó a visitar EEUU esta primavera. Los mercados lo interpretaron como
un apoyo a la salida británica. Por diversos indicios, sin embargo, sospecho
que Trump está en la presidencia para manipular los mercados y ganar una
fortuna con ello. En varias ocasiones, ha dicho o hecho una cosa, que afectó
severamente a los mercados, para luego hacer declaraciones conciliadoras que
restablecen la confianza y permitirían ganar una fortuna a quien supiera qué está haciendo. Con independencia de todo, cuanto más tiempo pase más difícil
será para el Reino Unido salir efectivamente de la UE; esas cosas, de un coste
inmenso para nosotros pero sobre todo para ellos, o se hacen en caliente o no
se hacen. Por si fuera poco, el Reino Unido contaba con el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) para pensar
que, en el fondo, con un acuerdo así tenían prácticamente todas las ventajas
aseguradas, sin ninguno de los inconvenientes. Pero la firma del TTIP se
dilata; tras el rechazo por Trump de su homólogo del Pacífico, el futuro de aquél es incierto, y cabe la posibilidad de que la UE rechace incluir al Reino
Unido si éste ya ha solicitado la salida, en caso de que finalmente se firmara. Barrunto que al final la recomendación de norteamericana, por unas cosas y
por otras, será que el Reino Unido se mantenga en la Unión. Más aún; para no
violentar la voluntad popular expresada en el referéndum de junio del año
pasado, habría que celebrar otro; y para que no parezca una tomadura de pelo
habría que incluir preguntas nuevas. La más plausible, porque además se
corresponde con los intereses de la City, es si el pueblo británico acepta
mantenerse en la UE y entrar en el euro.
Todo esto podrá parecer economía y/o política ficción. Pero
son los elementos que cabe manejar en una situación como ésta. EEUU, con Obama
o con Trump, necesita una Europa unida, no desunida y en situación de derribo.
Porque una cosa es que al presidente electo le caiga bien Putin, y otra que le
deje merendarse uno por uno los países de la Europa del Este; de momento,
Moldavia y Bulgaria están al caer, y un poco después vendría Hungría. La única
forma de poner freno a eso pasa por fortalecer la UE. Y a tal fin, la clave es
el euro.
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