La economía, en palabras de Thomas Carlyle, ensayista
escocés del siglo XIX, es una «ciencia lúgubre». Pero tiene sus momentos, y
esta semana ha sido uno de ellos. Por primera vez, hemos visto a China en el
papel de regulador global de los mercados, y el espectáculo ha merecido la
pena.
No lo ha hecho por gusto, sino forzada por las
circunstancias. La historia, en resumen, es la siguiente. En febrero de 2014,
el yuan offshore se cambiaba a razón
de 6 por el dólar. Empezó entonces una devaluación interrumpida sólo por
pequeños repuntes, que lo llevaron a la cota de 6,9500 en noviembre de 2016. Se
produjo el triunfo de Trump. Los chinos, aparentemente sorprendidos, tardaron
un par de semanas en reaccionar. El 24 de ese mes, el yuan empezó a
recuperarse. El 4 de diciembre, estaba en las proximidades de 6,8500. Entonces
se desencadenó una tormenta monetaria, de la que nos hemos sentido lejanos por
el hecho de que tiene lugar, todavía, sobre el Pacífico. Tres días antes, Trump
había hablado con la presidenta de Taiwán. Esto enfureció a los chinos; la
razón es que, desde 1972, en que Estados Unidos reemplazó a Taiwán por China en
el consejo de seguridad de la ONU, ninguna administración había puesto en
cuestión la doctrina One-China, hasta
el punto de que Washington ni siquiera tiene representación diplomática en
Taipeh. El departamento de Estado dijo que era un error; hasta Henry Kissinger
dijo que era un error. Los chinos llamaron a Trump «inepto» a la cara.
Enfurecido, Trump escribió en Twitter: «¿Nos preguntó China a nosotros si era
correcto devaluar su moneda (endureciendo la competencia para nuestras
empresas) y gravar pesadamente nuestros productos que van a su país (Estados
Unidos no grava los suyos) o construir un masivo complejo militar en el mar de
la China meridional? ¡No me lo parece!». Los mercados tomaron estas
declaraciones como una promesa de que los días de un dólar fuerte habían retornado,
y el yuan reinició una vertiginosa caída frente a la moneda norteamericana.
Fíjense bien cómo es la cosa: Trump acusa a China de
devaluar el yuan, pero sus declaraciones lo deprecian a ojos vista. Le recuerda
a uno aquello de construir un muro contra la inmigración, y de que México lo
pague. Método Trump.
Tras unos días de desconcierto, China volvió a sujetar al
yuan y éste apuntó cierta revaluación. China ya tiene claro que le interesa,
porque un yuan demasiado débil fomenta la exportación de capitales, capitales
que el país necesita en su nueva política de fortalecimiento de la demanda
interior. Todo parecía retornar a la normalidad, cuando anteayer la Fed sube
los tipos de interés. Nueva arremetida de los mercados para revalorizar el
dólar. El mismo miércoles 14 de diciembre, los esfuerzos del Banco Nacional de
China habían llevado el tipo de cambio a 6,9000; en el curso de horas, había
saltado a 6,9500. Entonces se vio China obligada a intervenir en fuerza.
Durante todo el jueves se desarrolló un pulso entre las autoridades chinas y
los mercados; aquélla por contener la revaluación del dólar, éstos por llevarla
hasta donde llegue. En el momento de escribir estas líneas, la cotización está
en 6,9350.
Diríase que China se ha estrenado sin demasiada mala fortuna.
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