Esta semana se ha reunido, por enésima vez, el G20. Dejé de esperar algo de esta clase de mítines en abril de 2009, cuando, reunido en Londres y tras las esperanzas despertadas por la cumbre de Washington en noviembre de 2008, el G20 fracasó estrepitosamente en dar ninguna orientación coherente sobre la crisis, excepto poner una vela a San Antonio para que nos devolviera la prosperidad perdida. Por cierto, que entonces se apostó todo a una recuperación que tendría que observarse indefectiblemente a fines de ese año. Pero llegó el problema de las «trampas» contables de Grecia, y luego la crisis de la deuda externa de los países de la periferia de la Zona Euro. Y en ésas estamos.
Esta vez, el mitin ha consistido en darnos la barrila a los europeos con el problema de la deuda. Sólo que ahora ya no es únicamente deuda soberana sino también deuda bancaria, aunque esto último a los espíritus menos sutiles se les escape un poco. Pero, en fin, como dice la ministra Salgado, «no hay nada específico sobre España» ni, a fin de cuentas, sobre Irlanda, Portugal, Italia, Bélgica… Todo se circunscribe al problema griego. Dichosos griegos y su contabilidad creativa. Son unos sinvergüenzas, todo el mundo lo sabe, pero ¿qué se quiere? Habrá que rescatarlos todas las veces que haga falta, hasta que ese «agujero negro» de las finanzas mundiales se trague enterito el capital de Europa. Y la culpa de que todo eso no se haya resuelto ya de la única forma viable es de Alemania, siempre creando problemas en Europa y al mundo entero.
El problema de Alemania es éste: ellos ya saben lo que significa rescatar a una economía insolvente; lo tuvieron que resolver tras la reunificación de su propio país, a partir de 1991, y eso los tuvo ocupados durante más de una década. Nosotros no sabemos lo que es eso, ellos sí. El resto del mundo tampoco, pues dejó caer a las economías – tan podridas como las de la DDR – de los países al otro lado del telón de acero hasta que salieron de su postración por sí solas. Desde 2004, la Unión Europea – esto es, nuevamente, Alemania – ha ayudado a terminar la recuperación de algunas de ellas. Ahora, el país que es indiscutiblemente líder en la unificación europea se debate entre seguir enterrando dinero en un problema para taparlo sin resolverlo, y dejar que Grecia caiga brevemente para luego ayudarla a levantarse.
Y si vamos al fondo de la cuestión, yo tampoco estoy de acuerdo con las políticas que está imponiendo Alemania. Porque, también en el fondo, soy un «euroescéptico» que prefiere el bienestar de la gente a la grandeza de los imperios, aunque se trate, como en este caso, del paneuropeo. Pero me revuelve las tripas ver a los europeístas de pro quejarse del maltrato que nos da Alemania. ¿Es que esperaban la unificación de Europa por una vía distinta a la seguida por Prusia en 1860-1870 para unificar a Alemania? Que lean un poco de historia. Suerte tendremos, comparativamente a aquella generación, de que la unificación de Europa se resuelva con la quiebra de algunos países y no con su derrota en el campo de batalla.
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