jueves, 6 de julio de 2017

Un tuit de Eduardo Garzón sobre el BCE provoca debate en las redes sociales

El tuit en cuestión decía: «Una economía con su propia moneda fiduciaria puede evitar siempre que quiera la insolvencia; la deuda pública nunca le supone un problema». Como era de esperar, le llovieron las críticas. Entre ellas la de Toni Cantó (que no tiene formación económica, que yo sepa): «Vuelve el del monopoly». A lo que Garzón replicó: «Lo que he tuiteado no es de mi autoría; es un extracto literal (sic) de este boletín del Banco Central Europeo», y seguía la URL del boletín.

Dejando a un lado que un extracto no puede ser literal, lo que Garzón quería decir está claro: la idea no es suya sino que la ha tomado de la fuente citada. Luego resulta que se trata de un artículo de dos analistas del BCE, que tampoco representa la opinión de éste. No tengo ningún interés en hacer la hermenéutica del artículo. Lo que me importa es la claridad de las ideas económicas discutidas.

La idea, sea de Garzón o de quien se quiera, es sólo una verdad a medias. En este caso, doblemente cuestionable porque sobre ella se apoya cierta opinión partidaria de abandonar el euro para que la economía española retorne a «su propia moneda fiduciaria»; así se podrá evitar siempre que se quiera la insolvencia, o eso se nos dice. Es un error; quizá Garzón no extractó correctamente. Lo cierto es que así se podrá evitar la insolvencia a condición de que la deuda pública esté denominada en moneda nacional. Si está denominada en divisas extranjeras, no cabe ninguna duda de que puede dar en insolvencia, en cuanto no ingrese las suficientes divisas para hacer frente al servicio de la deuda. Luego entonces no es correcto decir que «la deuda pública nunca le supone un problema». No le supone un problema si está denominada en moneda nacional, puede suponérselo si está en divisas extranjeras.

¿Y por qué el gobierno de un Estado soberano habría de emitir deuda en divisas extranjeras? Muy sencillo. Si su déficit supera la capacidad de ahorro de la economía nacional, no tendrá más remedio que recurrir al ahorro del resto del mundo. Naturalmente, no es forzoso acudir al ahorro exterior para financiar el déficit; ahí está el ejemplo de Japón, que con la mayor deuda pública del mundo en relación al PIB, la coloca prácticamente toda entre sus residentes. Pero eso es así por la gran capacidad de ahorro de la economía japonesa. El resto de los países, por regla general, tienen que endeudarse en el mercado internacional. Y mucha suerte, o una posición muy central en la economía mundial, como Estados Unidos, habrá de tener el país en cuestión para que el resto del mundo acepte deuda en su moneda nacional. Lo normal será que deba emitirla en dólares, euros o cualquier divisa convertible. De ahí que el término deuda pública se haya subsumido en el de deuda soberana, que incluye la deuda emitida tanto en moneda nacional como en divisas extranjeras.

Por tanto, salir del euro no nos libraría para siempre de los apuros de la deuda ni nos aseguraría que nunca volviera a ser un problema. En realidad, nos veríamos sometidos a las mismas restricciones presupuestarias que ahora, en cuanto tengamos que acudir al mercado internacional, sin el apoyo que nos ha supuesto y todavía nos supone el Banco Central Europeo.


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