El tuit en cuestión decía: «Una economía con su propia moneda fiduciaria puede evitar siempre que
quiera la insolvencia; la deuda pública nunca le supone un problema». Como
era de esperar, le llovieron las críticas. Entre ellas la de Toni Cantó (que no
tiene formación económica, que yo sepa): «Vuelve
el del monopoly». A lo que Garzón replicó: «Lo que he tuiteado no es de mi autoría; es un extracto literal
(sic) de este boletín del Banco Central
Europeo», y seguía la URL del boletín.
Dejando a un lado que un extracto no puede ser literal, lo
que Garzón quería decir está claro: la idea no es suya sino que la ha tomado de
la fuente citada. Luego resulta que se trata de un artículo de dos analistas
del BCE, que tampoco representa la opinión de éste. No tengo ningún interés en
hacer la hermenéutica del artículo. Lo que me importa es la claridad de las
ideas económicas discutidas.
La idea, sea de Garzón o de quien se quiera, es sólo una
verdad a medias. En este caso, doblemente cuestionable porque sobre ella se
apoya cierta opinión partidaria de abandonar el euro para que la economía
española retorne a «su propia moneda fiduciaria»; así se podrá evitar siempre
que se quiera la insolvencia, o eso se nos dice. Es un error; quizá Garzón no
extractó correctamente. Lo cierto es que así se podrá evitar la insolvencia a condición de que la deuda pública esté
denominada en moneda nacional. Si está denominada en divisas extranjeras,
no cabe ninguna duda de que puede dar en insolvencia, en cuanto no ingrese las
suficientes divisas para hacer frente al servicio de la deuda. Luego entonces
no es correcto decir que «la deuda
pública nunca le supone un problema».
No le supone un problema si está denominada en moneda nacional, puede
suponérselo si está en divisas extranjeras.
¿Y por qué el gobierno de un Estado soberano habría de
emitir deuda en divisas extranjeras? Muy sencillo. Si su déficit supera la
capacidad de ahorro de la economía nacional, no tendrá más remedio que recurrir
al ahorro del resto del mundo. Naturalmente, no es forzoso acudir al ahorro
exterior para financiar el déficit; ahí está el ejemplo de Japón, que con la
mayor deuda pública del mundo en relación al PIB, la coloca prácticamente toda
entre sus residentes. Pero eso es así por la gran capacidad de ahorro de la
economía japonesa. El resto de los países, por regla general, tienen que
endeudarse en el mercado internacional. Y mucha suerte, o una posición muy
central en la economía mundial, como Estados Unidos, habrá de tener el país en
cuestión para que el resto del mundo acepte deuda en su moneda nacional. Lo
normal será que deba emitirla en dólares, euros o cualquier divisa convertible. De ahí que el término deuda pública se haya subsumido en el de deuda soberana, que incluye la deuda emitida tanto en moneda nacional como en divisas extranjeras.
Por tanto, salir del euro no nos libraría para siempre de los apuros de la deuda
ni nos aseguraría que nunca volviera
a ser un problema. En realidad, nos veríamos sometidos a las mismas
restricciones presupuestarias que ahora, en cuanto tengamos que acudir al
mercado internacional, sin el apoyo que nos ha supuesto y todavía nos supone el
Banco Central Europeo.
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