Me han convencido el señor Mas y sus socios soberanistas. Me han convencido por completo. A ver, Artur Mas dice que habrá consulta el 9 de noviembre, sí o sí (es su frase). Y luego las preguntas no dejan lugar a dudas. Supongamos que vota el 80% del censo (una estimación generosa) y que de los ochenta de cada cien que votan, 41 quieren un estado catalán y 40, no. Éstos últimos, ya lo han dicho los organizadores bien claro, es cómo si se abstuvieran en la segunda pregunta; vaya, como si les diera lo mismo que el estado que rechazan sea independiente o no. De los 41 que quieren un estado catalán, supongamos que 21 quieren la independencia y 20, no. O sea, con un 21% del censo, que supondría poco más de la cuarta parte de los votantes efectivos, Cataluña es independiente. Con menos del 80% de afluencia a las urnas y contando con votos nulos y en blanco, el porcentaje necesario para la independencia será todavía menor. No se lo han montado nada mal éstos, que no paran de dar lecciones de democracia. Yo lo doy por hecho.
Me preocupa la viabilidad financiera del nuevo estado independiente. Moody's acaba de ser la primera de las agencias de calificación de riesgos crediticios en tocar el asunto que me parece crucial, y sobre el que he escrito repetidamente en este blog, sin encontrar el mejor eco (lo cual dice mucho, y poco bueno, de la cultura financiera tanto de españoles como de catalanes). Lo único que me ha llegado sobre el particular son las ocurrencias de Xavier Sala-i-Martì (peregrinas, aunque vengan de Harvard), para quien no hay necesidad de que Cataluña se haga cargo de nada de la deuda española, puesto que la totalidad de ésta se ha contraído sin el permiso de aquélla; vamos, retroactividad en el ejercicio de la soberanía. Moody's ha aclarado que eso equivaldría, para los mercados, a la inmediata declaración de Cataluña en bancarrota. Me imagino la respuesta de Sala-i-Martì. ¿Y qué más da? Haciendo las cosas bien, el crédito de Cataluña se restaurará con menos dificultad que pagando una parte, cualquiera, de la odiosa deuda de España.
Para los que se tomen la realidad en serio, el problema no es baladí. Tan serio que un servidor, de suyo poco inclinado a apoyar las tesis independentistas, ha resuelto poner toda su ciencia al servicio de la noble causa de restaurar el crédito de Cataluña tras la independencia. ¿Y España!? A España que la zurzan, pues en eso estamos, ¿no? A tal fin, he perjeñado un astuto plan, que pueden ustedes llamar "Plan Viaña para restaurar el crédito de Cataluña? Lo tengo acogido a una licencia de los Commons, lo que significa que puede citarse libremente, con la condición de mencionar a su autor; y miren, incluso si no quieren citarme, pues no me citen. Hago esto no por afán de dinero, ni por deseo de notoriedad; únicamente, porque me place
Vayamos al Plan. Hay dos variantes, según que el Estado español colabore o que se ponga borde y no colabore. Supongamos que colabora. España acepta la independencia de Cataluña y facilita su ingreso, como nuevo Estado, tanto en la Unión Europea como en la Zona Euro. En tal caso, Cataluña y España, de la mano como buenas hermanas, se dirigen al Fondo Monetario Internacional, a la UE y al Banco Central Europeo, con un plan para que Cataluña se haga cargo de, digamos, un 20% de la deuda española; 200.000 millones de euros, en números redondos. A continuación, y contando con la acquiescencia de la troika, calculan el 20% de todas y cada una de la emisiones vivas y, por sorteo, asignan esa cuota a Cataluña, liberando de ella a España. Qué bien, ¿no? A partir de ese momento, la evolución del mercado secundario permitirá comparar la marcha de ambas economías, en una sana y fraternal competencia.
¡Ah! Pero ¿qué hacer si la pérfida Madrid se niega? Aquí entra la astucia de mi Plan. Cataluña no tiene más que adquirir en el mercado secundario un 20% de la deuda española circulando, presentarla ante las agencias de calificación, renunciar oficialmente a su cobro, y es seguro que le otorgarán la triple A. ¿Qué menos se merece Cataluña? Pero pongámonos en lo peor. Cataluña, probablemente, no tiene suficientes euros para comprar el 20% de la deuda española vida. Bueno, no importa. Mi Plan también lo tiene previsto. Entonces la Generalitat no tendrá más que dirigirse a los acreedores de España y ofrecerles un interés superior al que cobran de España. ¿Cuánto superior? Tanto como haga falta para que los acreedores canjeen 200.000 millones de deuda española por deuda catalana. En realidad, se trata de una subasta. Incluso puede ocurrir que, si los acreedores confían en Cataluña más que en España, Cataluña tenga que pagar un interés menor que el que está pagando España.
Claro que, fuera de la UE y de la Zona Euro, les aconsejo a los catalanes que se preparen a pagar un interés un poco más alto.
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