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lunes, 14 de noviembre de 2016

Bulgaria mira a Rusia

Las elecciones presidenciales en Bulgaria han dado el triunfo a un excomunista y partidario de acercarse a Rusia; el gobierno ha caído, como consecuencia de ello. Bulgaria se une así a Hungría y a Grecia, simpatizantes de Putin en la Unión Europea. El partido euroasiático se fortalece en el Este de Europa y en los Balcanes.

Era fácil de prever que algo así ocurriría. Mencionaré los signos evidentes, no por orden cronológico ni de importancia, sino sólo para mostrar lo evidente. El Brexit ha debilitado la conexión euroatlántica de la UE; Trump ríe las gracias de Farage y apuesta por la desaparición del euro; la guerra de Ucrania continúa sin solución, ni política ni militar. Bulgaria es uno de los países más directamente amenazados por ésta.

Añadiré el triste destino del gaseoducto submarino, a través del Mar Negro, que Rusia quería construir en sustitución de los numerosos que cruzan de este a oeste Ucrania. El Este y el Centro de Europa se aprovisionan de gas natural ruso que pasa por Bielorrusia o por Ucrania. Desde hace una década, Putin ha acusado a Ucrania de robar gas a su paso por el territorio, aunque puede que esto no fuera más que una excusa para tensar las relaciones con el vecino. Cuando hace ya casi tres años Rusia invadió Crimea, la coyuntura sirvió de excusa para cortar definitivamente el tránsito del gas siberiano a través del territorio controlado por Kiev; eso dejaba sin suministro energético a los Balcanes, a Austria y al Norte de Italia. Putin propuso construir un nuevo gaseoducto que iría por aguas internacionales (y turcas) del Mar Negro a salir a la superficie en las costas de Bulgaria, y de ahí se redistribuiría a todos los Balcanes y más al norte. Pero la OTAN no lo consintió. ¿Un gaseoducto para dejar aislada económicamente a nuestra amiga Ucrania? Ni hablar. Se ordenó a Bulgaria rechazar el proyecto.

Por el resultado de las elecciones, ahora está claro que a los búlgaros no les gustó ser utilizados como un peón en la partida de ajedrez que juegan Washington y Moscú.






martes, 13 de septiembre de 2016

Rusia y la OTAN: el que da primero da dos veces

Las maniobras que militares que Rusia está realizando en la parte europea de su territorio han vuelto a poner de actualidad la eventualidad de que su ejército se prepare para la guerra. Desde la ocupación rusa de Crimea, el fantasma de un conflicto de grandes dimensiones ha planeado sobre los confines de Europa. Entonces, ya va para tres años, comenzó un proceso de acumulación de fuerzas de la OTAN desde el Báltico hasta el Mar Negro, y esa movilización, replicada por otra rusa de comparable magnitud, no puede sino desembocar en la retirada rusa de Crimea o en el comienzo de una guerra por recuperarla. Los occidentales esperaban que las sanciones terminarían obligando a Vladimir Putin a claudicar, pero está claro que no es así. Rusia ha buscado una salida económica por la parte asiática de su territorio, con acuerdos como el milmillonario sobre el gas con China. Rusia, necesitada de ingresos, ofrece buenas condiciones de suministro y precio, y los países de Asia no dejan escapar oportunidades por Ucrania, que sólo importa a Estados Unidos y Europa.

Siendo la guerra entre la OTAN y Rusia una perspectiva dotada de un alto grado de certeza, cabe preguntarse por su carácter, total o limitado. No hay muchas dudas de que, una vez rotas las hostilidades, la contienda no escalará hasta el uso de armamento nuclear. En primer lugar, porque será (según lo señalado antes) una guerra europea con presencia norteamericana. Y segundo, porque ambos bandos saben que el otro puede infringirles pérdidas muy superiores a las hipotéticas ganancias del conflicto. La guerra será, por tanto, en pos de objetivos limitados y terminará en negociaciones.

Previsiblemente, se desarrollará en dos teatros; uno, en las costas del Báltico; otro, en las del Mar Negro. Puesto que cabe esperar, al menos en principio, una estricta neutralidad por parte de Bielorrusia (país que lleva tiempo tratando de guardar un equilibrio imposible entre ambos bandos), habrá dos frentes en el Báltico; en ellos llevará a cabo la OTAN sus operaciones ofensivas. El objetivo principal será la conquista del exclave de Kaliningrado, una base naval rusa y el territorio circundante, de un millón de habitantes, que sólo tiene frontera con países de la OTAN y sin contacto con el territorio ruso metropolitano. Los occidentales pueden conquistarlo con una pinza, entrando por el noreste desde Lituania y por el suroeste desde Polonia, dos países en los que la acumulación de fuerzas de la OTAN ha sido particularmente notable. El segundo frente se abriría en Estonia y Letonia, que mantienen frontera con Rusia, la primera a menos de 200 km de San Petersburgo. En este frente, a mi juicio, la OTAN amenazará la segunda ciudad rusa más que intentar conquistarla, puesto que apoderarse de una metrópolis de cinco millones de habitantes puede crear problemas de aprovisionamiento a la población civil casi insolubles. Si el resultado de la guerra se limitara a la conquista de Kaliningrado, el éxito de la OTAN sería completo. Después de todo, Crimea es sobre todo la base naval de Sebastopol, y se trataría de cambiar una base naval por otra.

Pero es dudoso que Rusia se deje arrinconar en la guerra defensiva a que querría reducirla la OTAN. Lo mismo que los occidentales en el Báltico, Rusia ha acumulado fuerzas en el Mar Negro, que es el teatro en que, por razones logísticas, puede tomar la iniciativa. Aparte de Crimea, Rusia tiene un número creciente de efectivos militares en los distritos secesionistas del este de Ucrania; también en Transnistria, la provincia moldava de mayoría rusófona. También, ha estado desplazando su escuadra del Báltico al Mar Negro, sobre todo para que no se la hundan los occidentales. Mi opinión es que el oso ruso no intentará destruir Ucrania de un zarpazo y se limitará a hacerse con Odesa, el puerto comercial más importante del Mar Negro, de un millón de habitantes. Es previsible que mientras la OTAN se apodera de Kaliningrado, de muy difícil defensa por Rusia, ésta trate de apoderarse de Odesa por medio de un tridente. Por el este recorriendo la costa desde Mariupol, en el mar de Azov, a cuyas puertas se encuentran actualmente los separatistas pro rusos; por el oeste, desde Transnistria; y por mar, en el centro, desde Sebastopol. Por tanto, el objetivo ruso en esta guerra será cambiar Kaliningrado por toda la costa ucraniana del Mar Negro, desde la actual frontera rusa hasta la moldava.

Los occidentales no deben de tener muy claro cómo impedir que Rusia alcance sus objetivos en caso de guerra declarada. De ahí su vacilación en romper hostilidades. Para reducir ese riesgo, la OTAN necesitaría acumular en Ucrania tantas fuerzas como ha acumulado en el Báltico. Pero eso es mucho más difícil que lo hecho hasta ahora. Una cosa es movilizar a las repúblicas bálticas y a Polonia, siempre recelosas de las intenciones del gran vecino del este. Otra muy distinta, lograrlo con Rumanía y el resto de países europeos de la OTAN (algunos con gobiernos decididamente pro rusos, como Hungría y Grecia), para quienes la amenaza rusa es más una retórica en el juego de las grandes potencias que un temor dueño de la calle.

Ahora bien, el problema de los occidentales es que si ellos no atacan primero en el Báltico, la acumulación de fuerzas rusas en el Mar Negro buscará una salida en la ruptura de hostilidades. Las armas son herramientas de mal agüero, dejó escrito Sun Tzu precisamente por eso. Y si Rusia vuelve a tomar la iniciativa, no se conformará con Odesa.




miércoles, 22 de junio de 2016

El referéndum británico

Mañana los británicos participarán en una ceremonia surrealista, tramada y ejecutada por el premier David Cameron para presentarse a las próximas elecciones con dos referéndums (el escocés y éste) convocados y ganados por él mismo, pero dejándolo todo como habría estado sin haberlos convocado. Una completa tomadura de pelo, sólo que muy peligrosa. No tengo nada en contra del derecho a decidir, ni tampoco a favor; sencillamente, me parece irrelevante en ciertos contextos, como pertenecer o no a la comunidad de propietarios del edificio donde está nuestra vivienda, pertenecer o no al Reino Unido, pertenecer o no a España. Desprovisto de místicas connotaciones decimonónicas (el dictum hegeliano de que el Estado es la marcha de Dios sobre la tierra), el Estado actual no es más que una comunidad de propietarios, con algunos servicios de protección mejorada para los más desfavorecidos. Las facturas comunes hay que pagarlas entre todos, no vale escaquearse para irse de gorra. Pertenecer o no a la Unión Europea es ese mismo problema incluso más claro. Cuando los efectos de la separación afectan a otros, el derecho a decidir es una reclamación solipsista. Me molesta la gente que va por el mundo como si ella fuera lo único importante.

En el caso británico, la probabilidad de que ganen los partidarios de que el Reino Unido salga de la UE es baja, pero aun así el ejercicio de atisbar qué podría pasar si ganaran no es ocioso. Cameron prometió el referéndum creyendo que la City londinense (que ya es la única parte dinámica de la economía británica) se veía perjudicada por la preponderancia del euro en la UE. Fíjense que hasta el Banco Central Europeo es reconocido como una institución fundamental de la UE, cosa que el Banco de Inglaterra no. Eso molestaba a los ingleses más tontos. Pero en el tiempo transcurrido, la City ha hecho saber a Cameron que la preponderancia de la City en las finanzas europeas es tan grande, a pesar del euro, que salirse de la UE es lo que les haría verdadero daño. La City estaría dispuesta a abandonar la libra y entrar en el euro con tal de no perder la favorable posición que ha conquistado. Y ahí tenemos al infeliz de Cameron diciendo donde dije digo, digo Diego. Me temo que su futuro político está sentenciado. Jugando con las cosas de comer, ha dado alas a los reaccionarios del UKIP, el partido ultranacionalista, que serán los triunfadores de este referéndum pase lo que pase mañana.

Alemania ha tomado nota, y desde luego estoy con ella. Esta broma no puede volver a repetirse, incluso si termina como es debido. Si sale mal, la foto fija va a ser despiadada. Estados Unidos ha dado alas al Reino Unido con eso de la special relationship. Ahora empiezan a darse cuenta los americanos del riesgo que se corre con tonterías como ésta. Pero puede que sea tarde. Si triunfan los del brexit, la UE estará condenada. Dinamarca o Suecia o ambas irán detrás. Alemania se atrincherará en el euro, del que sí que no hay posibilidad de salir, como comprobó Grecia el año pasado. Exteriormente, todo continuará como si tal cosa, sólo que después de la entrada de Turquía, entrará Marruecos… Hasta Siria entrará a su debido tiempo. La UE quedará en un acuerdo absolutamente diluido; es decir, en nada. Alemania se reposicionará; se alejará de EE.UU. y se acercará a Rusia. Alemania ya está organizando un ejército europeo a partir del propio. Lo que está claro es que no va a salir perdedora de esta crisis, resulte mañana lo que resulte. Unidades del ejército holandés ya están bajo mando alemán, y hay planes de hacer lo mismo con el ejército polaco. Y mientras, la OTAN hace ejercicios militares, de cientos de tanques y aviones, bajo el supuesto de que Rusia invada a Polonia. Un poco de seriedad, Rusia no va a tocar a Polonia porque Polonia es alemana… a cambio de Ucrania, por supuesto, que también estaría condenada si ganara el brexit. Como lo estaría la propia OTAN.

Nada de esto va a ocurrir, desde luego, porque el brexit perderá mañana. Pero, señores, con las cosas de comer no se juega.