Estas cosas siempre son un disparate. Europa pone 100.000 millones de euros para arreglarle el cuerpo a la banca española, y el asunto no puede salir bien. Y no puede salir bien por un error (o quizá no tan error) de concepción. Estamos en el capitalismo. Aquí cada cual se tiene que buscar la vida, y el que no la encuentre, al hoyo. Eso vale para los bancos tanto como para todo lo demás. (Bueno, quizá no tanto para los bancos, porque son tan importantes, ¿verdad?).
Supongamos que sale bien. Supongamos que los miles de millones se reparten «equitativamente» entre los bancos, y que éstos ponen su parte (¿de dónde, dejando de pagar dividendos una temporada a los accionistas?) hasta reunir los 170.000 millones en que se estima el agujero del ladrillo español. Estupendo, ya tenemos unos bancos reflotados a tope… y listos para competir y quedarse con todo lo que puedan del pastel del mercado único de servicios bancarios de la Unión Europea. ¿Qué pasará, previsiblemente? Que los bancos de otros países levantarán el dedito para decir: «Yo también quiero». De algún modo, la eurozona se ha juramentado, con este rescate, a poner en marcha la famosa unión bancaria, cualquiera que sea la naturaleza de ésta, cosa que nadie conoce más allá de alguna obviedad, como que tiene que haber un supervisor único, un fondo de garantía de depósitos único y detalles así, que conoce cualquiera de mis alumnos de 5º de Administración y Dirección de Empresas. Luego la eurozona se ha metido en un callejón sin salidas laterales, que no sabemos a dónde la va a llevar.
A continuación, está la postura que pueda adoptar el Reino Unido, que no es miembro de la eurozona, que pagó en su momento de su bolsillo el rescate de sus bancos, y que se puede ver (se verá) perjudicado por ayudas públicas a un competidor de la Unión Europea. Ahí, la UE está abocada a una negociación que puede ser tan larga como la de principios de los años ochenta del siglo pasado, y que concluyó con la aprobación del «cheque británico». Sólo que ahora el Reino Unido va a contar con aliados como Polonia, Austria, Holanda y Finlandia. Y aunque no somos más pobres que hace treinta años, tenemos mucha menos riqueza en forma líquida, lo que dificulta el pago de cualquier cheque.
Y está la cuestión de España. España, ese país de baja productividad que, sin embargo, siempre se las arregla para recibir un trato de favor excepcional. Para que nos hagamos una idea, entre 1989 y 2006, España recibió unos 200.000 millones de euros en dinero de fondos europeos, mientras que el segundo país más beneficiado fue Italia, con unos 70.000 millones recibidos desde 1957. O sea, primeros, con el triple de beneficios que el segundo. Gracias a eso tenemos más autovías que nadie (excepto Alemania) y más tren de alta velocidad que nadie (incluida Alemania). Resulta que nos metemos en el fiasco del ladrillo ¿y tiene que venir Europa también a sacarnos del atolladero? No sorprende que algunos países afilen sus cuchillos, para cortarnos el cuello si pueden. Puñetera envidia, claro está. Y, para colmo, el pánfilo de Rajoy viene a presumir de que poco menos que nos van a regalar los 100.000 millones del rescate bancario. Holanda y Finlandia, sobre todo, estaban que echaban las muelas en la reunión del Eurogrupo del sábado 9 de junio.
Y luego está Grecia. Parece evidente que uno de los efectos inmediatos de toda la operación será inclinar el voto de los griegos hacia los partidos que quieren menos austeridad aun manteniéndose en el euro. Los españoles hicieron sus deberes: es lo que se les dirá, y vosotros no. Pero la sospecha de favoritismo planeará y se aliará con las recomendaciones, muchas veces técnico-profesionales, de economistas de prestigio, que sostienen que tanta austeridad no es buena. Pero aquí Merkel, o sea, Alemania, no puede aflojar ni un milímetro, porque si afloja el patio se le desmanda. Alemania, como todo buen organizador, sabe que la clave radica en un sistema eficiente de premios y castigos. A España se la premia, ostensiblemente; a Grecia se la castiga, no menos ostensiblemente. Pero una vez resuelto el problema de Grecia con su salida del euro, las cosas cambiarán. Empezará una complicada negociación con Irlanda, a la que también hay que favorecer porque ha sido «buena» aunque las cosas no están saliendo como se esperaba. Todo el mundo siente pena por Irlanda, verde país de gentes tan melancólicas. Habrá que aflojar la austeridad con ella. Pero al mismo tiempo, y una vez que el «delincuente» griego (en inglés delinquent es el que no paga lo que debe) no pueda beneficiarse indebidamente porque ya no estará en el euro, Alemania mostrará con claridad que España también está intervenida, para que Irlanda no se pase en sus expectativas.
Así pues, Rajoy puede esperar de tres a seis meses «dulces», en los que el paro bajará, sobre todo por el turismo, y la Bolsa subirá y todo parecerá enrumbarse del mejor modo. Pero al término de ese plazo, la troika empezará a meter las narices para garantizar que ni un solo euro de los 100.000 millones se desvía de los bancos para ir a financiar, por ejemplo, a las ineficientes Comunidades Autónomas, o las dispendiosas sanidad y educación públicas. Todo, todo tiene que ir a los bancos. Y a ver en qué condiciones prestan los bancos a toda esa panda de morosos que han vivido de la deuda pública. Es decir, los ajustes de Rajoy continuarán. Porque el plan es que los bancos suban sus cotizaciones a la estratosfera, porque España se vea inundada de capitales extranjeros, de modo que el FROB pueda ir vendiendo sus acciones y recuperando el capital invertido, para devolver el préstamo. Y, con un poco de suerte y la debida supervisión de la troika, las cosas saldrán como es debido. Y los españoles ni nos enteraremos. ¡Malditos enchufados!
Pero como el mundo entre en la recesión que muchos esperan, como gane Romney en Estados Unidos (quien apretará el presupuesto más que Obama, lo que no dejará de sentirse en Europa), como la Bolsa española no recupere niveles de bonanza como los necesitados para que el FROB recupere el dinero que España debe a Europa, entonces nos vamos a enterar de verdad de lo que es un rescate.
Bien planteado el panorama actual y hacia donde nos encaminamos si no cambiamos nuestros habitos adquiridos, en consecuencia a las ayudas recibidas a lo largo del tiempo; tanto de los gobernantes como de los gobernados, claro esta.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarHola Enrique. Que conste que me encanta, pero a este artículo le falta un poco de análisis político; en lo de política económica nos ofreces otra lección, como ya estamos acostumbrados. Bien que hablas de los países que se han mostrado descontentos con la propuesta de rescate a los bancos españoles cargados de malos activos, hablas de Merkel y de la continuidad de la política de Rajoy, pero falta la perspectiva del PP como partido en el gobierno. Me explico, entre los 80 y los 90 los socialistas se vieron con una lista de parados por encima de sus promesas; fueron listos y nos pusieron a estudiar en las universidades públicas. Vendieron lo de la equidad social para tener votantes agradecidos por las oportunidades de obtener titulaciones universitarias como nunca en nuestra dividida sociedad (yo, uno de los beneficiados). Usaron dinero público y política educativa con intención de un beneficio electoral. Al poco tiempo, se nos olvidó seguir dándoles las gracias y nos convencimos de que como letrados y versados lo que decía la prensa sobre la corrupción política era indudablemente cierto. En la segunda oleada socialista, los pillos vieron una oportunidad de crecimiento económico que no se podía mantener con mano de obra local. 4 millones de extranjeros más tarde, los socialistas se frotaban las manos pensando en cuántos de ellos les apoyarían en las urnas. Usaron política migratoria (y social) con intención de un beneficio electoral. Para colmo usaron el argumento de la solidaridad, que siempre cala en una sociedad con un 25% de tasa de desempleo (una sociedad así requiere de unas relaciones sociales y familiares muy intrincadas). Otros 4 años y el votante local se ha vuelto xenófobo y anti-solidario... porque no tiene sentido ser lo contrario. Y eso lo está vendiendo bien el PP, aunque se encuentre con una sociedad confundida entre la tradición y el sentido común. Porque ahora el PP parece que defiende el sentido común. Y ésa es la cuestión que tu post no me da. Qué es lo que defiende el PP? En los tiempos de Aznar, yo me imaginaba un PP que hacía equilibrios (o fomentaba desequilibrios) entre las regiones de España. Es decir, que el PP siempre me ha parecido el partido que usaba políticas económicas para crear una especie de división regional que favoreciera sus intereses electorales. Qué es lo que busca el PP con un rescate que había rechazado desde el principio? Qué parte de la banca se favorece y cómo eso afecta al PP de cara a futuras elecciones? En tus manos dejo la pregunta.
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