viernes, 24 de febrero de 2012

Las cosas se hacen mal desde hace años

Bien sé que el momento no está para hablar del pasado. La unidad frente a la derecha impone a la izquierda sus restricciones, y más vale no enfadar al PSOE éste de ahora metiéndonos con el que tuvo el gobierno en la legislatura anterior. Pero ¿qué quieren? No soy político; nunca lo he sido. Estoy convencido de que toda componenda sobre lo ocurrido lleva implícita una profunda incomprensión de lo que ocurrió. Y si no se comprende lo que ocurrió, ¿sobre qué bases de futuro se critica lo que está ocurriendo?

Tengo para mí que el origen de los actuales males que sufre España (males diferenciales, se podría decir, porque hay un sustrato común a la economía global del que nadie pudo haber escapado) se sitúa en 2009. Durante ese año, las cosas se hicieron medio bien, sólo. El plan de choque de inversión pública y subsidios al automóvil habría merecido la calificación de notable, si no fuera porque sostenía el empleo sin atacar el problema de fondo, que era (y sigue siendo) la pérdida de competitividad frente a Alemania, acumulada desde la entrada en el euro. A mediados de aquel año, sostuve ante quien me quiso escuchar (algunos dirigentes de Comisiones Obreras fueron los únicos; El País no se dignó a publicar ninguno de los varios artículos que les remití sobre el tema, y Público tampoco) que era necesario adoptar medidas complementarias en materia de política de rentas, desde luego, de acuerdo con los sindicatos. Eso habría hecho de todo punto innecesaria la reforma laboral de 2010, y por descontado la de 2012. Ninguna se adoptó entonces, y el déficit exterior se fue ajustando a base de contracción permanente de la actividad económica.

Pero, como digo, las cosas se iban haciendo medio bien, al menos. En enero de 2010 se empezaron a hacer rematadamente mal. Era fácil equivocarse, claro, pero en esos asuntos se mide la calidad de un gobierno. La cuestión era decidir entre prioridades: ¿el paro y el bienestar de la gente o el cumplimiento de los compromisos adquiridos en materia financiera? La excusa la proporcionó Grecia. Cuando se supo del fraude en la contabilidad nacional de Grecia, perpetrado por el gobierno conservador del partido Nueva Democracia, de Konstantinos Karamanlis, todo el mundo – incluido ZP, muy en primera línea – se puso a hablar de “las trampas de los griegos”, como si todo el país fuera culpable. Claro está, se trataba de aislar el problema – ya entonces, para evitar el contagio – y eso se lograba metiendo a todos los griegos en el mismo saco: ¡hala, por tramposos! Después hemos conocido que la sociedad griega se basa en reglas que los países del norte de Europa consideran “corruptas”, y eso debe haber tranquilizado a muchos. Pero creo que no debería haber tranquilizado a una izquierda de verdad. El lugar de la izquierda siempre está al lado de la gente, no de los poderes financieros que exigen satisfacción.

Ése es el camino que hemos seguido, y por el que aún transitamos. Todo nuestro empeño, el de ZP y el de Rajoy, estriba en demostrar que “no somos como los griegos”, cuando cada vez nos parecemos más. Tampoco a los poderes financieros les ha ido demasiado bien. El garrafal error de la izquierda también ha perjudicado a la derecha, y de ahí las tribulaciones de Rajoy en esta etapa. Habría que haber luchado, ya en el otoño de 2009, por una política monetaria como la que se ejecuta desde diciembre de 2011, con dos años y millones de parados de retraso. Eso habría servido para financiar nuevos planes de choque en vez de para pagar los intereses de la deuda acumulada desde entonces. Pero aquí estamos, y ya no hay vuelta atrás. De lo que se trata es de no olvidar por qué estamos como estamos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El cortafuegos no está funcionando

El pasado 21 de diciembre, el Banco Central Europeo lanzó la mayor subasta de liquidez de su historia, poniendo a disposición de los bancos de la zona euro un total de 489.000 millones de euros de liquidez a tres años. En muchos aspectos, la operación ha funcionado. En algunos, de importancia crucial para la solución de la actual crisis, no. Por una parte, es cierto que las primas de riesgo se han reducido para casi todos los emisores soberanos; la del bono español a diez años, por ejemplo, ha conseguido bajar por debajo de los 300 puntos básicos, lo que sólo ha conseguido de forma esporádica desde el pasado verano. También, muchos bancos han dejado de sentir el rigor extremo de la paralización del mercado interbancario, que amenazaba con asfixiarlos. Entiéndaseme, no es que el interbancario se haya reanimado de forma perceptible; es que se suministra a los bancos un sucedáneo que, por el momento, va bien.

Pero, por otra parte, las cosas van de mal en peor en Portugal. Eso no debería estar pasando. Precisamente, la gran LTRO a tres años (nombre oficial de la operación mencionada al comienzo) se diseñó con el propósito de evitar que la situación de desamparo de Grecia se «contagiara» a ningún otro miembro de la zona euro. Puede estar ocurriendo por varias causas. La primera es que la crisis griega ni está en vías de solución ni lo contrario. Hoy se habla de que el acuerdo es inminente, mañana de que Grecia tendrá que quebrar y salir del euro. Esta clase de incertidumbre es lo que más zozobra transmite a los mercados. Que se solucione de una vez o que salga del euro, pero que se defina sin mayor dilación: eso sería la más conveniente para los demás. La perspectiva, sin embargo, es que la UE, el BCE y Grecia van a seguir mareando la perdiz un tanto más, para mayor nerviosismo de todos. En fin, es el tributo que todos debemos pagar al menos por compadecernos un rato viendo por televisión cómo las autoridades reparten mantas entre los ya miles de sin techo de las ciudades griegas.

La segunda posible causa del agravamiento de la situación portuguesa es, si cabe, más preocupante. Quizá la solución del BCE no funcionará en el largo plazo, y los mercados lo intuyen. Para sortear la objeción, el BCE prepara otra microinyección de liquidez ahora en febrero. Pero todos sabemos que eso no hace más que empujar el problema hacia delante. ¿Qué pasará dentro de tres años, si la economía europea y sobre todo las economías periféricas no llegan a crecer lo suficiente? Ésa es la gran interrogación. El largo plazo, por definición, está lejos, pero siempre termina por llegar. Los mercados aprenden, y en épocas de crisis aprenden mucho y muy deprisa. Diría que ya saben casi tanto como yo. Dentro de poco, sabrán más, y tanto como otros tipos más listos que yo, que dominan casi a la perfección el tema. Cuando sepan más que ellos, ése día llegará el Gran Susto que muchos empezamos a barruntar ya.




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