viernes, 16 de diciembre de 2016

China asume la regulación global

La economía, en palabras de Thomas Carlyle, ensayista escocés del siglo XIX, es una «ciencia lúgubre». Pero tiene sus momentos, y esta semana ha sido uno de ellos. Por primera vez, hemos visto a China en el papel de regulador global de los mercados, y el espectáculo ha merecido la pena.

No lo ha hecho por gusto, sino forzada por las circunstancias. La historia, en resumen, es la siguiente. En febrero de 2014, el yuan offshore se cambiaba a razón de 6 por el dólar. Empezó entonces una devaluación interrumpida sólo por pequeños repuntes, que lo llevaron a la cota de 6,9500 en noviembre de 2016. Se produjo el triunfo de Trump. Los chinos, aparentemente sorprendidos, tardaron un par de semanas en reaccionar. El 24 de ese mes, el yuan empezó a recuperarse. El 4 de diciembre, estaba en las proximidades de 6,8500. Entonces se desencadenó una tormenta monetaria, de la que nos hemos sentido lejanos por el hecho de que tiene lugar, todavía, sobre el Pacífico. Tres días antes, Trump había hablado con la presidenta de Taiwán. Esto enfureció a los chinos; la razón es que, desde 1972, en que Estados Unidos reemplazó a Taiwán por China en el consejo de seguridad de la ONU, ninguna administración había puesto en cuestión la doctrina One-China, hasta el punto de que Washington ni siquiera tiene representación diplomática en Taipeh. El departamento de Estado dijo que era un error; hasta Henry Kissinger dijo que era un error. Los chinos llamaron a Trump «inepto» a la cara. Enfurecido, Trump escribió en Twitter: «¿Nos preguntó China a nosotros si era correcto devaluar su moneda (endureciendo la competencia para nuestras empresas) y gravar pesadamente nuestros productos que van a su país (Estados Unidos no grava los suyos) o construir un masivo complejo militar en el mar de la China meridional? ¡No me lo parece!». Los mercados tomaron estas declaraciones como una promesa de que los días de un dólar fuerte habían retornado, y el yuan reinició una vertiginosa caída frente a la moneda norteamericana.

Fíjense bien cómo es la cosa: Trump acusa a China de devaluar el yuan, pero sus declaraciones lo deprecian a ojos vista. Le recuerda a uno aquello de construir un muro contra la inmigración, y de que México lo pague. Método Trump.

Tras unos días de desconcierto, China volvió a sujetar al yuan y éste apuntó cierta revaluación. China ya tiene claro que le interesa, porque un yuan demasiado débil fomenta la exportación de capitales, capitales que el país necesita en su nueva política de fortalecimiento de la demanda interior. Todo parecía retornar a la normalidad, cuando anteayer la Fed sube los tipos de interés. Nueva arremetida de los mercados para revalorizar el dólar. El mismo miércoles 14 de diciembre, los esfuerzos del Banco Nacional de China habían llevado el tipo de cambio a 6,9000; en el curso de horas, había saltado a 6,9500. Entonces se vio China obligada a intervenir en fuerza. Durante todo el jueves se desarrolló un pulso entre las autoridades chinas y los mercados; aquélla por contener la revaluación del dólar, éstos por llevarla hasta donde llegue. En el momento de escribir estas líneas, la cotización está en 6,9350.

Diríase que China se ha estrenado sin demasiada mala fortuna.


domingo, 27 de noviembre de 2016

El propósito de Trump y la economía mundial

Ahora que han transcurrido casi tres semanas de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos es quizá momento de mirar con frialdad los acontecimientos. Que ganó aupado en una coalición de fuerzas populares que, por sí solas, no llevarían al país a ningún lado, excepto a dejar de ser un socio confiable para quienes comparten valores e intereses, es indiscutible; que recibió ayuda de los servicios de inteligencia, también. Pero es precisamente esta inusual confluencia la que nos debe dar una pista de lo que realmente está en juego.

Trump es, ante todo, un hombre de negocios. Ha habido otros siete presidentes así desde 1900, pero sólo uno, Herbert Hoover (1929-1933), saltó directamente de los negocios a la Casa Blanca; los demás fueron antes senadores o gobernadores, y dos (Truman y George Bush padre) vicepresidentes. Es decir, seis hombres de negocios que dirigieron la política estadounidense en este siglo y el anterior pasaron por un estadio intermedio que los obligó a conciliar el enfoque empresarial con el que llamaríamos burocrático. La burocracia de Washington ha sido precisamente uno de los blancos de las diatribas de Trump.

¿Por qué los servicios de inteligencia, que son parte de la burocracia, apoyan al candidato que ataca a la misma? Esto apuntaría en la dirección de una fisura, o incluso una fractura entre los servicios de inteligencia y el resto de la burocracia federal. ¿Y por qué un hombre de negocios sería el candidato idóneo para resolver el problema, cualquiera que éste fuese? Porque la burocracia federal ha adoptado una visión sobre todo política de problemas que, en lo esencial son económicos. Aquí sólo puedo tratar de conjeturar cuál es la visión de los servicios de inteligencia, pero no hay otra forma de entender lo que está pasando.

Desde Bush padre y hasta Obama, EE.UU. ha estado enfrascado en organizar un nuevo orden mundial, una especie de reino global de la democracia, los derechos humanos y la economía de mercado. Hillary Clinton estaba comprometida con esa visión. Pero el problema, un cuarto de siglo después, ya no es ése. Bush hijo ya metió la pata en Irak por aferrarse a esa visión; la tensión entre la OTAN y Rusia en Ucrania es de la misma naturaleza. EE.UU. se ha enfrentado a la invasión de Crimea por Putin como se enfrentó a la de Kuwait por Saddan Hussein. Y no son la misma cosa. En esa dinámica EE.UU. sólo puede perder.

El gran problema es otro. China es una amenaza, no por su política, que puede ser tan pacífica como los dirigentes de Pekín quieran, sino por su tamaño. Su desarrollo económico absorbe tantos recursos que pone en riesgo el normal crecimiento de los demás. Por ejemplo, con el automóvil eléctrico. Cada día está más claro que es una de las tecnologías que habrán de sacar al mundo del estancamiento actual, y el litio es insustituible en sus baterías. Las reservas mundiales de litio son escasas, y el automóvil eléctrico competirá con los teléfonos móviles por ellas. En previsión de sus ingentes necesidades, las empresas chinas están tomando posiciones de control sobre las principales minas de litio del mundo.

Y éste es un problema al que Obama no se ha enfrentado, y que Clinton no tenía pensado cómo tratar. Ellos, la burocracia de Washington, estaban más por una labor diplomática que persuada a China de plegarse a la sentencia del Tribunal de La Haya sobre el Mar de la China Meridional, o que frene la expansión del gigante asiático en el Mar de la China Oriental, donde amenaza a Japón y Corea del Sur. Pero los verdaderos problemas no son éstos, porque nadie quiere una guerra. El verdadero problema es el otro, y Trump ha empezado a enfrentarse a él declarando muerto al TPP porque si este tratado no sirve para frenar el expansionismo económico de China, entonces no sirve para gran cosa.

Y el colofón son malas noticias para el mundo. Durante la primera fase de la globalización, hemos disfrutado de un consumo, barato por cuanto lo era la mano de obra china, y por el que los propios chinos no competían. Ahora empiezan a competir, y lo hacen en gran escala. El resultado no podrá ser más que un coste mucho más elevado de productos que hasta ahora eran accesibles para todos; la prosperidad china nos hace más pobres a todos. Ése es el sentido de esta economía post-crisis que no termina de arrancar, y que puede que no lo haga en décadas.



miércoles, 16 de noviembre de 2016

Trump y sus planes en la presidencia

Sorprende ver el número de personas, algunas de ellas de relevancia como el premier griego Alexis Tsipras, que al ser preguntadas ante las cámaras sobre el presidente electo de EE.UU. responden algo así: «Al principio me asusté bastante, pero ahora pienso que a lo mejor tiene un plan; veremos». Es una reacción típica ante la incertidumbre que sabemos que no remitirá.

Más sensato sería atender a los claros signos de que Trump no sabe qué hacer más que en un corto número de asuntos que sólo le importan a él. Por ejemplo, entre los nombres que suenan para puestos clave en la nueva administración, pocos hay con experiencia de gestión pública; Trump parece preferir a sus familiares (su yerno Jared) y amigos (como Bannon) que lo ayudaron en la campaña, ninguno de los cuales tiene experiencia y candidatos por tanto a dejarse seducir por el reverso tenebroso del poder ignorando el componente de responsabilidad, que generalmente requiere años de experiencia para ser apreciado. Muchos tomarán esta clase de opciones como muestra de beligerancia antisistema, cuando en realidad es simple inmadurez en la gestión pública.

Que Trump no tenga un plan no quiere decir que se verá bloqueado a la hora de hacer cosas. Hizo promesas muy escandalosas durante la campaña, y querrá cumplirlas. Por ejemplo, el famoso muro que quiere construir en la frontera de México, o la renegociación (con amenaza de romperlo) del Tratado de Libre Comercio con Canadá y México. Pero todas estas cosas no configuran un plan, en el sentido que querrían los buenos deseos de los entrevistados. Si acaso, integran lo que en castellano se llama un desiderátum.

El más listo ha sido Putin, que se ha dado perfecta cuenta de lo que supondrá la nueva administración: la liquidación del «nuevo orden mundial» soñado por George Bush, padre. Trump tiene la vaga noción de que ese orden ha dejado de ser bueno para EE.UU., pero el nuevo presidente carece de pericia para defenderlo, si quisiera. Tras su presidencia, Estados Unidos dejará de ser para sus amigos el socio confiable que ha sido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.



lunes, 14 de noviembre de 2016

Bulgaria mira a Rusia

Las elecciones presidenciales en Bulgaria han dado el triunfo a un excomunista y partidario de acercarse a Rusia; el gobierno ha caído, como consecuencia de ello. Bulgaria se une así a Hungría y a Grecia, simpatizantes de Putin en la Unión Europea. El partido euroasiático se fortalece en el Este de Europa y en los Balcanes.

Era fácil de prever que algo así ocurriría. Mencionaré los signos evidentes, no por orden cronológico ni de importancia, sino sólo para mostrar lo evidente. El Brexit ha debilitado la conexión euroatlántica de la UE; Trump ríe las gracias de Farage y apuesta por la desaparición del euro; la guerra de Ucrania continúa sin solución, ni política ni militar. Bulgaria es uno de los países más directamente amenazados por ésta.

Añadiré el triste destino del gaseoducto submarino, a través del Mar Negro, que Rusia quería construir en sustitución de los numerosos que cruzan de este a oeste Ucrania. El Este y el Centro de Europa se aprovisionan de gas natural ruso que pasa por Bielorrusia o por Ucrania. Desde hace una década, Putin ha acusado a Ucrania de robar gas a su paso por el territorio, aunque puede que esto no fuera más que una excusa para tensar las relaciones con el vecino. Cuando hace ya casi tres años Rusia invadió Crimea, la coyuntura sirvió de excusa para cortar definitivamente el tránsito del gas siberiano a través del territorio controlado por Kiev; eso dejaba sin suministro energético a los Balcanes, a Austria y al Norte de Italia. Putin propuso construir un nuevo gaseoducto que iría por aguas internacionales (y turcas) del Mar Negro a salir a la superficie en las costas de Bulgaria, y de ahí se redistribuiría a todos los Balcanes y más al norte. Pero la OTAN no lo consintió. ¿Un gaseoducto para dejar aislada económicamente a nuestra amiga Ucrania? Ni hablar. Se ordenó a Bulgaria rechazar el proyecto.

Por el resultado de las elecciones, ahora está claro que a los búlgaros no les gustó ser utilizados como un peón en la partida de ajedrez que juegan Washington y Moscú.






domingo, 6 de noviembre de 2016

La comunidad de la inteligencia apuesta por Trump

La declaración del director del FBI ante un comité del Congreso de Estados Unidos, revelando que entre los 600.000 correos electrónicos recientemente publicados por Wikileaks hay algunos remitidos por una asistente de Hillary Clinton que podrían comprometer la integridad de la candidata a la presidencia, ha dado un vuelco inesperado a las encuestas y a las expectativas de triunfo en estas elecciones. El todavía presidente Obama ha censurado al director del FBI por interferir en la campaña electoral; los partidarios de Clinton lo acusan de hacer el juego a Putin, ya que dan por hecho que Wikileaks es una herramienta del servicio secreto ruso. Lo cierto es que el director del FBI no se habría atrevido a dar el paso sin el respaldo de la CIA y de los otros catorce (quince, si incluimos a la Oficina de Evaluación Neta, que depende directamente del secretario de Defensa) servicios de inteligencia de Estados Unidos. La ambigüedad de las revelaciones es tal (no se sabe cuántos correos, ninguno es de Hillary Clinton) que éstas sólo pueden entenderse como una apuesta de la llamada «comunidad de la inteligencia» por la victoria de Donald Trump. De ser un candidato contestado incluso en su propio partido, ha pasado a ser el favorito en estas elecciones. ¿Cómo ha ocurrido y por qué?

La clave está en una percepción distinta de la posición de Estados Unidos en el mundo. Quiérase o no, Bill Clinton y Barack Obama, no menos que George W. Bush, han sido tributarios de la noción de un «nuevo orden mundial», preconizada por George Bush padre. En esa visión, Estados Unidos ha sido el guardián de la legalidad internacional y el garante de la democracia en todo el orbe. Como tal, se ve obligado a intervenir en todas partes, apoyando igual las primaveras árabes que el fallo del tribunal de La Haya sobre el Mar de la China meridional y la soberanía de Ucrania sobre Crimea. Hillary Clinton representa la continuidad de esta dinámica. Trump, al que se acusa de aislacionista, representa la tendencia opuesta. Según él, Putin no es el enemigo (de ahí que muchos vean en el candidato a una marioneta del ruso); una eventual guerra con Rusia en Ucrania o por Ucrania, Estados Unidos no puede ganarla por razones logísticas evidentes. ¿A qué mantener entonces la tensión? Buscar un acomodo sería lo más razonable según Trump. En Oriente Medio sus ideas no son tan claras, pero entrañan una crítica profunda de las inconsistencias de la política de Obama, quien fue advertido por la CIA en 2012 de que algo como el Estado Islámico podía surgir en la frontera entre Siria e Irak como consecuencia de la política de apoyar a todo rebelde al régimen de Damasco. Y en Extremo Oriente, ¿de qué vale defender el fallo de La Haya a favor de Filipinas, si el propio presidente filipino se aleja de Estados Unidos para aproximarse a China?

El espaldarazo de la comunidad de la inteligencia a Trump no asegura el triunfo de éste, pero le da una enorme ventaja, incluso psicológica, sobre su contrincante. El pueblo norteamericano puede opinar diferente. Pero incluso si Clinton gana, tiene motivos para reflexionar sobre una política exterior de la que ella, como secretaria de Estado, ha sido protagonista activa en los pasados años.



jueves, 6 de octubre de 2016

Consecuencias de la abstención del PSOE

El significado del paso dado por el PSOE debería ser evidente. No se trata sólo de que los socialistas hayan reconocido que con 85 diputados no se puede gobernar; es ésta una cuestión formal que no oculta el problema de fondo. Que no es otro que el reconocimiento de que el PSOE no tiene programa de gobierno. Que cualquier programa económico con que se hubiera presentado Pedro Sánchez a la investidura habría sido un trasunto de los planteamientos de Podemos, que además habría dejado abiertas grandes interrogantes, como las consecuencias económicas y financieras de una eventual secesión de Cataluña puesto que no se habría podido gobernar sin los independentistas. ¿Hay más?

Por supuesto que hay más. Hay en la operación de acoso y derribo a que hemos asistido un intento de normalización de la vida política del país. De que se devuelva la palabra al parlamento, con sus reglas explícitas e implícitas (dejar gobernar al partido más votado sería una de ellas) y que se termine esto de que dicte la calle. Hay, también, un amago de vuelta al bipartidismo, con su legitimidad del turno en el poder. Y esto va mucho más allá que la cuestión de los votos. Hay el reconocimiento tácito de que Zapatero lo hizo fatal en 2009 y que la rectificación de mayo de 2010, a instancias de la Unión Europea, con ir en la dirección correcta, no fue suficiente. Hay la aceptación sumisa (esto ya lo tiene Rajoy, de modo que no necesita ensañarse) de que el PP lo hizo y lo hace actualmente bastante mejor de como podría haberlo hecho durante estos cinco años y hacerlo ahora mismo el propio PSOE. La crisis la habrían creado algunos dirigentes díscolos que se negaban a aceptar la realidad.

El 19 de noviembre de 2011 escribí en Twitter que se cerraban tres décadas de hegemonía socialista, plasmada en veintiún años de gobiernos en solitario interrumpidos por el interrenegno de ocho años de gobierno de Aznar. Tras el tsunami de aquellas elecciones, se abría previsiblemente un nuevo ciclo político, hipotéticamente de otras tres décadas de hegemonía de la derecha conservadora. La crisis del PSOE vendría a confirmar esta temprana intuición. Y hoy se puede perfilar mejor. El paisaje político desde la Transición serían catorce años de gobierno prácticamente omnímodo del PSOE, seguidos por otros quince de alternancia PP/PSOE; a todo eso seguirían otros catorce o quince años de gobierno omnímodo del PP. Habrían transcurrido cinco años de esto último; quedarían nueve o diez de gobierno conservador. Al PSOE habría correspondido, históricamente hablando, consolidar la democracia modernizando el país y construyendo el estado de bienestar en medio de una época de prosperidad global. Al PP, corregir los excesos cometidos para ajustar la economía a la actual coyuntura de crecimiento lento en medio de una fuerte competencia internacional con elevados volúmenes de desempleo.

Al cabo de la década que ahora comienza, la izquierda volverá a gobernar. Mientras tanto, será imposible que lo haga, enzarzada como estará en una lucha por la supervivencia entre dos formas opuestas de entenderla. Durante ese tiempo, se multiplicarán los llamamientos a formar gobiernos «de izquierdas», desde fuera y dentro del PSOE. Pero que nadie se engañe: lo que cuenta es la hegemonía dentro de la izquierda. Al término de esa lucha fratricida, Podemos emergerá como la nueva alternativa de izquierda en el bipartidismo; o bien lo hará un PSOE dolorosamente refundado y que habrá ido absorbiendo los girones que se desprendan del movimiento populista. Que no piensen los dirigentes de Podemos que el PSOE se descompondrá ahora, porque este centenario partido es experto en disputar el centro-izquierda, que Podemos ni huele por más que coqueteara con ello al autotitularse socialdemocráta. También Podemos deberá sufrir grandes transformaciones para prevalecer; no puede descartarse, lo mismo que Syriza terminó con la influencia del Pasok entre el electorado griego. Y lo mismo que Syriza, deberá estar dispuesto a aceptar los principios que hoy gobiernan Europa, o se disolverá como un azucarillo en aguardiente conforme envejezca la generación que salió a la calle el 15-M.

domingo, 2 de octubre de 2016

Por un plato de lentejas

Las consecuencias de la derrota de Pedro Sánchez en el comité federal de este fin de semana van mucho más allá de la (previsible) investidura de Mariano Rajoy con la abstención de buena parte de los socialistas. Hay asuntos de mucho más calado que tardarán años, puede que incluso décadas en dirimirse.

La primera consecuencia, y la más profunda, es en el nivel discursivo. El análisis de Sánchez y sus fieles es que ellos no son singularmente responsables de las derrotas en los últimos comicios generales, sino que, puesto que los principales beneficiarios de las mismas son partidos de algún modo surgidos de la indignación, las raíces de la derrota hay que buscarlas en las políticas que llevaron al 15-M; es decir, en el giro en la política económica tomado en mayo de 2010 y prolongado por Rajoy. Dado que tanto PSOE como PP han perdido apoyo ciudadano en beneficio de Podemos y Ciudadanos, la situación de multipartidismo habría que verla como resultado de una reacción social a la vez contra Zapatero y contra Rajoy. La recuperación de los votos perdidos vendría de un giro a la izquierda que corrigiera aquel giro inicial a la derecha.

Los críticos han impuesto un discurso distinto, que básicamente es el del pensamiento único. No hay alternativa a las políticas económicas del último ZP y de Rajoy; otra cosa nos enfrentaría a Europa. El problema está en el primer ZP, al cual Sánchez pretendería emular. No hay más.

Las consecuencias de este secuestro del discurso por la derecha lleva incluso más lejos. La causa del independentismo catalán no fue la intolerancia del PP (por ejemplo, con el recurso del Estatut ante el TC) sino la permisividad del PSOE-PSC. El PSOE es responsable no sólo de arruinar las finanzas públicas sino de casi haber hundido el régimen constitucional en España. Un partido surgido de la indiferencia hacia a la Constitución de 1978 (recordemos que el PP viene de AP, que dio a sus diputados libertad de voto sobre el texto constitucional), aparece como salvador de la misma, y uno de los partidos que más hizo por traerla y el que más por consolidarla, ahora puede ser presentado por los que se han hecho con el poder como responsable de llamar a la anarquía. Una inversión completa de valores y perspectivas históricas.

En otras palabras, el PSOE ha renunciado a su derecho de primogenitura constitucional. Y todo, ¿por qué? Por lo que para algunos en su seno no son más que lentejas: que el PSOE no estorbe la investidura de Rajoy si no tiene diputados para formar gobierno.



martes, 13 de septiembre de 2016

Rusia y la OTAN: el que da primero da dos veces

Las maniobras que militares que Rusia está realizando en la parte europea de su territorio han vuelto a poner de actualidad la eventualidad de que su ejército se prepare para la guerra. Desde la ocupación rusa de Crimea, el fantasma de un conflicto de grandes dimensiones ha planeado sobre los confines de Europa. Entonces, ya va para tres años, comenzó un proceso de acumulación de fuerzas de la OTAN desde el Báltico hasta el Mar Negro, y esa movilización, replicada por otra rusa de comparable magnitud, no puede sino desembocar en la retirada rusa de Crimea o en el comienzo de una guerra por recuperarla. Los occidentales esperaban que las sanciones terminarían obligando a Vladimir Putin a claudicar, pero está claro que no es así. Rusia ha buscado una salida económica por la parte asiática de su territorio, con acuerdos como el milmillonario sobre el gas con China. Rusia, necesitada de ingresos, ofrece buenas condiciones de suministro y precio, y los países de Asia no dejan escapar oportunidades por Ucrania, que sólo importa a Estados Unidos y Europa.

Siendo la guerra entre la OTAN y Rusia una perspectiva dotada de un alto grado de certeza, cabe preguntarse por su carácter, total o limitado. No hay muchas dudas de que, una vez rotas las hostilidades, la contienda no escalará hasta el uso de armamento nuclear. En primer lugar, porque será (según lo señalado antes) una guerra europea con presencia norteamericana. Y segundo, porque ambos bandos saben que el otro puede infringirles pérdidas muy superiores a las hipotéticas ganancias del conflicto. La guerra será, por tanto, en pos de objetivos limitados y terminará en negociaciones.

Previsiblemente, se desarrollará en dos teatros; uno, en las costas del Báltico; otro, en las del Mar Negro. Puesto que cabe esperar, al menos en principio, una estricta neutralidad por parte de Bielorrusia (país que lleva tiempo tratando de guardar un equilibrio imposible entre ambos bandos), habrá dos frentes en el Báltico; en ellos llevará a cabo la OTAN sus operaciones ofensivas. El objetivo principal será la conquista del exclave de Kaliningrado, una base naval rusa y el territorio circundante, de un millón de habitantes, que sólo tiene frontera con países de la OTAN y sin contacto con el territorio ruso metropolitano. Los occidentales pueden conquistarlo con una pinza, entrando por el noreste desde Lituania y por el suroeste desde Polonia, dos países en los que la acumulación de fuerzas de la OTAN ha sido particularmente notable. El segundo frente se abriría en Estonia y Letonia, que mantienen frontera con Rusia, la primera a menos de 200 km de San Petersburgo. En este frente, a mi juicio, la OTAN amenazará la segunda ciudad rusa más que intentar conquistarla, puesto que apoderarse de una metrópolis de cinco millones de habitantes puede crear problemas de aprovisionamiento a la población civil casi insolubles. Si el resultado de la guerra se limitara a la conquista de Kaliningrado, el éxito de la OTAN sería completo. Después de todo, Crimea es sobre todo la base naval de Sebastopol, y se trataría de cambiar una base naval por otra.

Pero es dudoso que Rusia se deje arrinconar en la guerra defensiva a que querría reducirla la OTAN. Lo mismo que los occidentales en el Báltico, Rusia ha acumulado fuerzas en el Mar Negro, que es el teatro en que, por razones logísticas, puede tomar la iniciativa. Aparte de Crimea, Rusia tiene un número creciente de efectivos militares en los distritos secesionistas del este de Ucrania; también en Transnistria, la provincia moldava de mayoría rusófona. También, ha estado desplazando su escuadra del Báltico al Mar Negro, sobre todo para que no se la hundan los occidentales. Mi opinión es que el oso ruso no intentará destruir Ucrania de un zarpazo y se limitará a hacerse con Odesa, el puerto comercial más importante del Mar Negro, de un millón de habitantes. Es previsible que mientras la OTAN se apodera de Kaliningrado, de muy difícil defensa por Rusia, ésta trate de apoderarse de Odesa por medio de un tridente. Por el este recorriendo la costa desde Mariupol, en el mar de Azov, a cuyas puertas se encuentran actualmente los separatistas pro rusos; por el oeste, desde Transnistria; y por mar, en el centro, desde Sebastopol. Por tanto, el objetivo ruso en esta guerra será cambiar Kaliningrado por toda la costa ucraniana del Mar Negro, desde la actual frontera rusa hasta la moldava.

Los occidentales no deben de tener muy claro cómo impedir que Rusia alcance sus objetivos en caso de guerra declarada. De ahí su vacilación en romper hostilidades. Para reducir ese riesgo, la OTAN necesitaría acumular en Ucrania tantas fuerzas como ha acumulado en el Báltico. Pero eso es mucho más difícil que lo hecho hasta ahora. Una cosa es movilizar a las repúblicas bálticas y a Polonia, siempre recelosas de las intenciones del gran vecino del este. Otra muy distinta, lograrlo con Rumanía y el resto de países europeos de la OTAN (algunos con gobiernos decididamente pro rusos, como Hungría y Grecia), para quienes la amenaza rusa es más una retórica en el juego de las grandes potencias que un temor dueño de la calle.

Ahora bien, el problema de los occidentales es que si ellos no atacan primero en el Báltico, la acumulación de fuerzas rusas en el Mar Negro buscará una salida en la ruptura de hostilidades. Las armas son herramientas de mal agüero, dejó escrito Sun Tzu precisamente por eso. Y si Rusia vuelve a tomar la iniciativa, no se conformará con Odesa.




domingo, 11 de septiembre de 2016

El quinto ensayo nuclear norcoreano

El pasado 9 de septiembre diversos observatorios registraron un temblor de 5,3 grados en la escala de Mercalli y con epicentro en el noreste de Corea del Norte. Se atribuye a un ensayo nuclear realizado en el Sitio de pruebas de Punggye-ri, donde se han efectuado todos los de su especie hasta la fecha. Éste es el quinto, y el mayor de todos. Diversos geólogos han llamado la atención sobre la proximidad del volcán Paektu, en activo aunque la última erupción fue en 1903. Todas las pruebas han sido subterráneas, y existe el temor de que su repetición pueda desencadenar una erupción en fecha más o menos cercana.

Se especula con la importancia estratégica de este ensayo. La carrera nuclear de Pyongyang empezó en 2006, con una explosión que se estima en menos de 1 kilotón (kt) de potencia. A efectos de comparación, la explosión de Hiroshima fue de entre 13 y 15 kt. Desde entonces, la potencia ha ido creciendo; en 2013, el tercer ensayó alcanzó una estimada entre 6 y 16 kt, equivalente a la del segundo ensayo estadounidense, que destruyó por completo la ciudad japonesa. Al parecer, el cuarto ensayo, en enero de este año, fue un fracaso relativo pues, aunque Kim Jong-un, el líder norcoreano, presumió de haber conseguido la bomba de hidrógeno, se estima que la potencia no llegó a 10 kt. La primera bomba-H, «Ivy Mike», explosionada por los estadounidenses en el atolón Enewetak del Pacífico el 1 de noviembre de 1952, alcanzó 10,4 megatones (mg), más de mil veces la potencia del ensayo norcoreano de enero de 2016. La del ensayo de septiembre se estima en 20-25kt, todavía muy insuficiente para calificar el arma asociada de «bomba de hidrógeno» o «termonuclear».

Sin embargo, los expertos llaman la atención sobre la progresión norcoreana. Pyongyang parece estar cubriendo etapas en un recorrido que han cubierto antes las potencias nucleares más avanzadas. Estados Unidos, en su quinto ensayo nuclear, Yoke, también en el atolón Enewetak, en 1948, introdujo uranio enriquecido lo que, con ciertas innovaciones técnicas, permitía a la vez reducir el peso de la bomba y aumentar la potencia. Ésta alcanzó 40 kt; lejos de la bomba-H pero al menos tres veces superior a la bomba-A de Hiroshima. Los expertos se dividen. Unos están casi seguros de que Corea del Norte introdujo dichas innovaciones en el ensayo de enero (pero algo salió mal) y en el de septiembre, donde ha tenido éxito; otros creen que la potencia se mantiene en el rango de Fat Man, la bomba de Nagasaki (21 kt). La importancia radicaría, en este caso, no tanto en la potencia, que también, como en la reducción del peso. Fat Man pesaba 4.670 kilos. Un peso así no puede ser transportado más que por un bombardero estratégico. Pero una bomba que pesara 500 kilos con esa potencia podría ser lanzada con los misiles balísticos que ha ensayado con relativo éxito Corea del Norte: Hwasong-7, tierra-tierra, con un alcance de 1.000 km, y Pukkuksong-1, lanzado desde submarino y con un alcance de 500 km, lo que expone a Japón y a la base de Guam, posición más avanzada de Estados Unidos en el Pacífico. Los expertos calculan que el peso de la carga nuclear obtenida por Corea del Norte hasta la fecha ronda los 650 kg.

El anuncio llega en el peor momento para Occidente. Estados Unidos se ha comprometido a fondo con el fallo del Tribunal Internacional de La Haya, en julio de este año, que es contrario a los intereses de China en los mares circundantes. La presencia de una potencia nuclear que es firme aliada del gigante asiático no puede sino arrojar nuevas sombras sobre el futuro de la región.


miércoles, 22 de junio de 2016

El referéndum británico

Mañana los británicos participarán en una ceremonia surrealista, tramada y ejecutada por el premier David Cameron para presentarse a las próximas elecciones con dos referéndums (el escocés y éste) convocados y ganados por él mismo, pero dejándolo todo como habría estado sin haberlos convocado. Una completa tomadura de pelo, sólo que muy peligrosa. No tengo nada en contra del derecho a decidir, ni tampoco a favor; sencillamente, me parece irrelevante en ciertos contextos, como pertenecer o no a la comunidad de propietarios del edificio donde está nuestra vivienda, pertenecer o no al Reino Unido, pertenecer o no a España. Desprovisto de místicas connotaciones decimonónicas (el dictum hegeliano de que el Estado es la marcha de Dios sobre la tierra), el Estado actual no es más que una comunidad de propietarios, con algunos servicios de protección mejorada para los más desfavorecidos. Las facturas comunes hay que pagarlas entre todos, no vale escaquearse para irse de gorra. Pertenecer o no a la Unión Europea es ese mismo problema incluso más claro. Cuando los efectos de la separación afectan a otros, el derecho a decidir es una reclamación solipsista. Me molesta la gente que va por el mundo como si ella fuera lo único importante.

En el caso británico, la probabilidad de que ganen los partidarios de que el Reino Unido salga de la UE es baja, pero aun así el ejercicio de atisbar qué podría pasar si ganaran no es ocioso. Cameron prometió el referéndum creyendo que la City londinense (que ya es la única parte dinámica de la economía británica) se veía perjudicada por la preponderancia del euro en la UE. Fíjense que hasta el Banco Central Europeo es reconocido como una institución fundamental de la UE, cosa que el Banco de Inglaterra no. Eso molestaba a los ingleses más tontos. Pero en el tiempo transcurrido, la City ha hecho saber a Cameron que la preponderancia de la City en las finanzas europeas es tan grande, a pesar del euro, que salirse de la UE es lo que les haría verdadero daño. La City estaría dispuesta a abandonar la libra y entrar en el euro con tal de no perder la favorable posición que ha conquistado. Y ahí tenemos al infeliz de Cameron diciendo donde dije digo, digo Diego. Me temo que su futuro político está sentenciado. Jugando con las cosas de comer, ha dado alas a los reaccionarios del UKIP, el partido ultranacionalista, que serán los triunfadores de este referéndum pase lo que pase mañana.

Alemania ha tomado nota, y desde luego estoy con ella. Esta broma no puede volver a repetirse, incluso si termina como es debido. Si sale mal, la foto fija va a ser despiadada. Estados Unidos ha dado alas al Reino Unido con eso de la special relationship. Ahora empiezan a darse cuenta los americanos del riesgo que se corre con tonterías como ésta. Pero puede que sea tarde. Si triunfan los del brexit, la UE estará condenada. Dinamarca o Suecia o ambas irán detrás. Alemania se atrincherará en el euro, del que sí que no hay posibilidad de salir, como comprobó Grecia el año pasado. Exteriormente, todo continuará como si tal cosa, sólo que después de la entrada de Turquía, entrará Marruecos… Hasta Siria entrará a su debido tiempo. La UE quedará en un acuerdo absolutamente diluido; es decir, en nada. Alemania se reposicionará; se alejará de EE.UU. y se acercará a Rusia. Alemania ya está organizando un ejército europeo a partir del propio. Lo que está claro es que no va a salir perdedora de esta crisis, resulte mañana lo que resulte. Unidades del ejército holandés ya están bajo mando alemán, y hay planes de hacer lo mismo con el ejército polaco. Y mientras, la OTAN hace ejercicios militares, de cientos de tanques y aviones, bajo el supuesto de que Rusia invada a Polonia. Un poco de seriedad, Rusia no va a tocar a Polonia porque Polonia es alemana… a cambio de Ucrania, por supuesto, que también estaría condenada si ganara el brexit. Como lo estaría la propia OTAN.

Nada de esto va a ocurrir, desde luego, porque el brexit perderá mañana. Pero, señores, con las cosas de comer no se juega.