martes, 24 de septiembre de 2013

Las consecuencias económicas de la Sra. Merkel

La CDU-CSU de Angela Merkel ha ganado a lo grande las elecciones alemanas, como se esperaba. Los conservadores europeos lo celebran a lo largo y ancho del Continente. Representa la política de derechas que reducirá los gobiernos de la países miembros de la UE a dimensiones sostenibles. Cueste lo que cueste, desde luego. El único problema es que no sabe nada de Economía, pese a lo cual toma distancias de su correligionario Schaubel, que sabe algo del asunto.

Alemania disfruta de un superávit considerable en el comercio bilateral con otros países miembros de la UE. Por comercio, aquí entiendo un superávit tanto en los intercambios visibles como en los invisibles, como el turismo. En términos financieros, un superávit considerable en las cuentas alemanas da origen a un continuo flujo de dinero desde los países deficitarios al país con superávit. En Alemania, la afluencia de dinero crea tensiones inflacionistas. La inflación aterroriza a los alemanes desde 1922-23. Merkel es hábil en contener los precios, y eso explica en parte el apoyo que ha recibido. En tales condiciones, la única manera de ajustar el desequilibrio comercial es deflación en los países con déficit. En teoría, la deflación es un modo eficiente de ajuste. Los precios deben caer, precisamente para hacer la producción interior más competitiva frente a otros países. La herramienta para reducir precios es reducir antes los salarios; de otro modo, las empresas no pueden abaratar su producción sin sufrir pérdidas. La reducción de los salarios reduce al mismo tiempo la renta disponible. Consecuentemente, la recaudación tributaria y la demanda de consumo caen muy deprisa. El gasto público y los precios de muchos de los bienes que consumen los asalariados se reducen también. Los precios de los inputs intermedios y del equipo que usan las empresas siguen a continuación. Al final del proceso, el gobierno es más pequeño y la producción interior es más competitiva. Estupendo.

En realidad, la deflación es una manera grosera de ajustar los desequilibrios comerciales. Si las empresas que producen bienes de consumo adquieren inputs intermedios y equipo de fabricación nacional, todo puede ir bien. En una economía altamente internacionalizada, sin embargo, como es la mayoría de las economías nacionales de la UE, mucho de los inputs intermedios y del equipo viene del exterior. Los productores extranjeros no tienen motivo para reducir sus precios; generalmente, producen para mercados globales y pueden encontrar nuevos clientes si los antiguos no pueden pagarlos ya. En consecuencia, las empresas productoras de bienes de consumo deben recurrir a proveedores nacionales, lo que con frecuencia no resulta factible; por ejemplo, cuando los proveedores habituales eran de alta tecnología. En cualquier caso, los proveedores nacionales serán inexistentes o menos competitivos, lo que transformará a muchas de las empresas productoras de bienes de consumo en escasamente competitivas, a su vez. Gran número de empresas productoras de bienes de consumo cerrará, en vez de bajar precios. Y las empresas que sobrevivan tenderán a reducir el segmento de mercado para el que producen antes que reducir precios. Un efecto perverso pero muy probable es que los asalariados empobrecidos cambien su demanda de bienes de alta y mediana calidad de producción nacional por demanda de bienes de importación de baja calidad. Llamemos a este efecto 'sustitución de producción nacional por importaciones'.

El cuadro definitivo de una economía nacional sometida a deflación será el de una economía compuesta por tres sectores, a saber, 1) los 'exportadores', empresas que compran y venden en mercados exteriores, que no necesitan reducir sus precios y que están en cierta forma desvinculadas de la economía nacional y sus problemas, excepto por los salarios a la baja, que mejoran la competitividad de este sector; 2) un sector productor y distribuidor de bienes de consumo dirigidos a segmentos de demanda de renta alta, que tampoco necesita reducir sus precios (aunque quizá sí su escala de producción), y que está parcialmente desvinculado del resto de la economía nacional y sus problemas, excepto por los salarios a la baja, que incrementan los beneficios de sus propietarios; y 3) un mercado de bienes para asalariados (y parados), en el que una feroz competencia por reducir precios sin pérdidas conduce a una creciente cuota de mercado para las importaciones de baja calidad. La recuperación del equilibrio comercial, y consecuentemente el fin del ajuste, requiere que el creciente superávit comercial del sector 1), unido quizá al decreciente déficit comercial del sector 2), resultado del empobrecimiento de la población, superen al creciente déficit comercial del sector 3). Nada asegura que el equilibrio comercial sea restaurado de esa forma.

La mayoría de quienes apoyan el llamado modelo 'de promoción de exportaciones' ignora la sustitución de producción nacional por importaciones en el mercado de bienes de consumo, que sigue a la reducción de salarios. En el mejor de los casos, ese efecto sustitución hará que el ajuste se prolongue durante largo tiempo; en el peor, convertirá el ajuste en contraproducente. Esa ignorancia contribuye al sufrimiento inútil de millones de personas a todo lo largo y ancho de Europa. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Economía política de la Cataluña independiente

La escenografía separatista de Cataluña sigue adelante. Hace poco menos de un año traté el tema desde el punto de vista político, y realmente nada tengo que añadir a lo dicho entonces, que sigue siendo perfectamente válido. Lo que me interesa destacar ahora es que lo que empezó como una comedia amable ha adoptado recientemente tonos de novela picaresca. Es lo que llamo "economía política de la Cataluña independiente".

Lo que era de esperar ha ocurrido. La proverbial inacción de Rajoy ("hay asuntos resueltos por el paso del tiempo y asuntos que el paso del tiempo está por resolver") ha terminado por producir sus frutos; la Comisión Europea, ya de la nervios, se ha visto obligada a precisar que una Cataluña independiente estaría de facto fuera de la propia UE. Eso al Gobierno parece haberle dejado muy satisfecho, por aquello tan español de que mejor que otros resuelvan nuestros problemas, pero lo cierto es que no ha hecho más que complicar las cosas. Ahora nos vamos a dar cuenta de que, detrás de Mas y los soberanistas, ha habido la gran masa de los indignados catalanes, y que éstos no pueden por menos de haberse alegrado de la perspectiva de salir de la UE, a la que culpan de los recortes y reformas estructurales que han provocado el paro y el estado de malestar que vive no sólo Cataluña sino España entera. Es más, eso de que Cataluña saldrá de la UE no ha dejado tampoco indiferente a la indignados de toda España, que empiezan a ver con cierta envidia el proceso soberanista.

La reacción de Mas a las declaraciones de la Comisión Europea tampoco se han hecho esperar. Ni corto ni perezoso, ha prometido que, aunque Cataluña sea expulsada de la UE, se mantendrá en el euro. Hay que reconocer que el tal Mas, en enredar, es un verdadero experto. A sus indignados, la cosa no tendría que haberles hecho puñetera gracia, pero se da por descontado que lo ha dicho para tranquilizar al capital que, como los promotores de Barcelona World, también empezaba a ponerse nervioso. Pero el asunto tiene más enjundia de la que parece pues los capitalistas no son tontos, y se preguntarán cómo podría Cataluña estar fuera de la UE y dentro del euro; cabe esperar que el Govern tenga una respuesta. Y la respuesta es ésta: Cataluña podrá mantenerse en el euro incluso estando fuera de la UE si se convierte en un "paraíso fiscal". Y esta perspectiva es suficiente para que la Comisión Europea se repiense todo el asunto.

¿Y por qué no? Naturalmente, la UE prohíbe los paraísos fiscales, e incluso ha liquidado el de Chipre y estaba dando pasos para poner coto al de Luxemburgo. Pero una Cataluña independiente (y libre de cargas financieras, o casi, porque el pícaro Mas no piensa hacerse cargo de un solo euro de la deuda soberana de España: esto es crucial), y que hubiera sido expulsada de la UE, estaría fuera de su disciplina, y por tanto en plena libertad para convertirse en paraíso fiscal o lo que le diera la gana. Esto le abrirá la carnes a más de uno en Europa.

¿Y qué se tiene que hacer ahora? Para empezar, dar por terminado el "buen rollito" mantenido hasta ahora por Madrid (y cuando digo "Madrid" quiero decir todo el sistema político español). Estupideces extemporáneas, como lo de "catalanizar España", tan sólo responden a intereses mercenarios. Tampoco se puede continuar apelando a la "lealtad constitucional", como se empeña en hacer el PP, cuando el nivel de las apuestas convierte a la Constitución en papel mojado; algunos descerebrados sueñan todavía con meter los tanques en Barcelona, sin pensar que tendrían que sacarlos a los tres meses y con el rabo entre las piernas. ¡Qué más podría querer Mas que salir triunfante de la Cárcel Modelo! Y la España federal, tan cara al PSOE, no es más un ensueño de evasión en estos momentos. De manera que hay que prepararse para que el Govern declare unilateralmente la independencia de Cataluña sin que Madrid pueda hacer nada por evitarlo. Esto es lo que en otra parte he denominado "choque de trenes".

Lo primero será ajustar cuentas con Cataluña, a sabiendas de que que la falta de acuerdo llevará a que ambas partes pierdan. El pícaro Mas da por hecho que Madrid no querrá perder nada y que, no queriendo perder nada, acabará por perderlo todo. Es de una lógica implacable. Y sólo tiene una respuesta: estar dispuesto a perder, y a ver quién pierde más.        

martes, 3 de septiembre de 2013

La prima de riesgo española y las elecciones alemanas


Ayer propuse leer la reducción de la prima de riesgo en el último año a través del prisma de la "ley de Goodhart", según la cual, tras el compromiso de Draghi de hacer "lo que haga falta" para evitar el rescate formal de España, la prima de riesgo ha dejado de ser un indicador válido del riesgo de default soberano para serlo de la credibilidad de la política del Banco Central Europeo. Un artículo firmado el pasado 11 de agosto por Pierre Paris y Charles Wyplosz (AQUÍ) proponía, a partir de la ley de Goodhart, un interpretación un tanto distinta del mismo hecho. Los autores venían a decir a que la prima de riesgo había pasado a reflejar una combinación de las expectativas del mercado acerca de la probabilidad de default soberano y de la credibilidad del BCE.

Creo que ambas interpretaciones pueden reconciliarse. Si se admite que las expectativas del mercado sobre la probabilidad de default soberano en tiempo de relativa normalidad varían lentamente, y sólo cuando media acontecimiento más o menos catastrófico me mueven a saltos, entonces en tiempo de relativa normalidad los movimientos más o menos espasmódicos de la prima de riesgo reflejarán los cambios en la credibilidad del BCE más que la modificación de expectativas sobre la probabilidad de default soberano; que es lo que yo venia a decir.  Podemos esperar que esto sea así por la diferente "velocidad" de los cambios en la economía y en la política.

Tenemos un "experimento" muy fácil ahora. Dentro de pocas fechas, habrá elecciones en Alemania. Sabemos que Merkel es opuesta a la política formulada por Draghi el año pasado. Si no ha podido enfrentarse a ella con más fuerza es debido al apoyo que dicha política ha recibido del ministro alemán de Finanzas, Schäuble. Las encuestas dan cantada la victoria de la CDU-CSU, la coalición democristiana. Ahora bien, si las elecciones dan un resultado ajustado, la posición de Schäuble se fortalecería e incluso podría poner en peligro el liderazgo de la canciller. En tal caso, y con arreglo a lo que representa la prima de riesgo, ésta no sufriría cambios importantes. Por el contrario, si la democracia cristiana gana holgadamente, fortaleciendo claramente la posición de Merkel, me atrevo a predecir que la prima de riesgo española se irá para arriba. Y no porque la probabilidad de default sea percibida como mayor por los mercados sobre la base de datos económicos, sino sencillamente porque la credibilidad de Draghi y con él del BCE empezarán a estar en entredicho.

lunes, 2 de septiembre de 2013

La mejora de la prima de riesgo es una tomadura de pelo

Leo un tuit de @_Rubalcaba_ diciendo: "Rajoy no va a conseguir esconder al Sr. Bárcenas detrás de la mejora de la prima de riesgo". Pues me temo que sí lo conseguirá. ¿Y sabe por qué? Porque si ha logrado engañarle en lo de la prima de riesgo también se la meterá doblada en lo otro.
La tan cacareada "mejora" de la prima de riesgo, desde luego, no significa lo que usted cree que significa; y está claro que está usted dispuesto a hacerle a Rajoy la concesión de suponer que es algo "bueno". Pues no, señor. Ignoro la calidad de los economistas que le asesoran a usted ahora, pero resulta evidente que han dejado de advertirle de algo muy importante. Desde agosto de 2012, la prima de riesgo no representa una medida del riesgo asignado por los inversores a una posible bancarrota ("default") del Reino de España, como lo había representado hasta entonces. En aquellas fechas, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, declaró en rueda de prensa que el BCE haría todo lo necesario ("whatever it takes") para impedir el default de España e Italia. A partir de ese momento, la prima de riesgo española inició una senda descendente que la ha conducido, desde un nivel superior a 600 puntos básicos,  a su actual nivel, alrededor de 250. El gobierno ha sido muy hábil en "vender" esa reducción como un logro de su política económica, y usted parece contarse entre las almas cándidas dispuestas a "comprarlo". Pues, le repito, no señor.
Que la reducción de la prima de riesgo no presupone éxito alguno de las reformas del gobierno lo explica con claridad lo que los economistas llaman la "ley de Goodhart", en honor de quien la formuló en 1975. La ley de Goodhart viene a decir que una variable que se convierte en objetivo de política económica deja de servir como indicador de la marcha de la economía. Hasta agosto de 2012, la prima de riesgo era un indicador válido de la probabilidad de default de una economía como la española; a mayor prima, mayor probabilidad de suspender pasos. Pero en agosto de 2012 Mario Draghi la convirtió en objetivo de la política monetaria del BCE. Lo hizo por estimar - con razón - que una prima excesivamente alta encarece el coste de refinanciar la deuda pública, hasta el punto de amenazar la capacidad de pago de un soberano. De hecho, la defaults de Grecia,  Irlanda y Portugal han ido precedidos de alzas desmesuradas en la prima de riesgo; y la prima española amenazaba lo mismo en julio de 2012. Pero, a partir del momento en que el BCE se compromete a respaldar a la deuda española con compras en el mercado secundario (OMT, "outright market transactions") sin límite, si fuera preciso, la prima de riesgo dejó de reflejar la probabilidad de default de España para reflejar la probabilidad de que el BCE deje de hacer honor a la palabra de Draghi. En otras palabras, la prima ha dejado de medir "riesgo" para medir la credibilidad que les merece a los mercados esta política del BCE.
Me pregunto dónde está la "mejora" en todo esto.  Porque ni siquiera puede hablarse de una "mejora" atribuible al BCE más que al gobierno español. Lo único que ha hecho el BCE es inutilizar un indicador muy valioso de los problemas de la economía española; esconder, como si dijéramos, la porquería debajo de la alfombra. Allí, fuera de la mirada atenta de la mercados, el problema ha continuado creciendo y creciendo. Y es que los propios mercados han podido llegar a creer que el problema más grave está resuelto. Los mercados tampoco son perfectos, y sufren accesos de pánico y excesos de confianza, como éste de ahora. Pero el problema de la falta de crecimiento sigue sin resolver. Y, en las condiciones de la actual política del BCE, su efecto sobre la deuda continuará aumentando. Y lo hará hasta que un día nos explote a todos entre las manos.