viernes, 11 de octubre de 2013

España coquetea de nuevo con el rescate


El mundo de la representación y el de la realidad se mueven con ritmos y a velocidades diferentes. Ahora que el gobierno saca pecho con sus logros económicos es cuando hay que echarse a temblar. Me explico.

Entre diciembre de 2011 y agosto de 2012, los primeros ocho meses de gobierno del PP, el Eurosistema, o sea, el conjunto de los bancos centrales de la zona euro, nos tuvo que prestar 260.000 millones de euros, para compensar la salida de dinero que se estaba produciendo de los bancos españoles en dirección a otros bancos de la eurozona, principalmente alemanes. Un rescate de tamaño regular, del que nadie ha hablado. La situación se tornó tan preocupante que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo y principal responsable de la gestión del Eurosistema, salió a la palestra a garantizar la capacidad de pago de España. Gracias a la intervención de Draghi, los mercados concedieron un respiro España. Y España pudo mejorar algunos indicadores, de lo que ahora presume el gobierno. Entre septiembre de 2012 y mayo de 2013, devolvió 150.000 millones de los que había recibido previamente en préstamo. Seguramente, éste es uno de los logros más importantes.

Pero desde mayo hasta agosto de este año las cifras han mejorado poco. De hecho, en junio y julio permanecieron estancadas. En agosto, por primera vez desde hace un año, han vuelto a empeorar. No es buen síntoma. Ahora pueden pasar dos cosas. Puede que sea un momento de vacilación sin consecuencias a largo plazo y que en breve se reinicie la devolución de lo recibido en préstamo en los primeros meses de 2012. O puede ocurrir que estemos ante un cambio de tendencia. En este último caso, la garantía de Draghi ya no estaría siendo suficiente. Incluso es posible que los mercados ni siquiera reaccionen de forma adversa, por lo menos en un primer momento, toda vez que los préstamos monetarios intrasistema de la eurozona pasan desapercibidos excepto para los expertos. Pero los restantes bancos centrales, encabezados por el Bundesbank alemán, no se van a quedar quietos, fascinados por el "buen hacer" de Rajoy, si de nuevo ven crecer la deuda monetaria de España con ellos mismos. Máxime si se trata de una deuda, como en este caso, que no tiene plazos de devolución preestablecidos, como ocurre con los descubiertos en cuenta corriente; pero que, a diferencia de los descubiertos en cuenta corriente, por ella no estamos pagando intereses. Su devolución depende enteramente de la credibilidad que merezca la mejora del sector exterior de la economía española. Si esa credibilidad, que es realmente el único dato realmente positivo entre los indicadores de nuestra economía, llegara a ponerse en cuestión, la eurozona impondría el rescate formal, en lo fundamental para estipular compromisos concretos de devolución de la deuda monetaria, que supera los 250.000 millones de euros, y subordinar estrictamente nuestra política económica a los dictados de la troika como garantía de cumplimiento.

martes, 8 de octubre de 2013

Cataluña independiente: el problema financiero

Resuelta la cuestión constitucional sobre el derecho a decidir, a favor del mismo, por el brillante artículo de Javier Pérez Royo aparecido esta semana en El País, queda por dilucidar cuáles serían los efectos económico-financieros de una consulta que resultara en apoyo mayoritario a la independencia. En ese orden de reflexiones hay que distinguir entre los efectos en Cataluña y los efectos en España.

En cuanto a lo que ocurra en Cataluña, una vez proclamada la independencia, no debemos preocuparnos demasiado. Será su problema, no el nuestro. No están de más, sin embargo, unas palabras. Los independentistas se las prometen muy felices porque podrán ahorrarse unos 16.000 millones de euros al año que, según ellos, pierden sin contrapartida en concepto de "déficit fiscal" impuesto por España. Parece que llaman así al hecho de que Cataluña en su conjunto paga más en concepto de impuestos de los que recibe en inversiones y otros gastos realizados por el gobierno central. No discutiré el concepto, porque me parece evidente que una de las funciones del Estado es redistribuir; incluso la futura Hacienda catalana distribuirá, y así no podrá evitar un "déficit fiscal" de Barcelona, favorable, digo yo, a las comarcas del sur de Lérida, por ejemplo. El problema no es que haya déficit fiscal; el problema es que no se quiere que beneficie a Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha. Más claro, agua. Pero, con todo, Cataluña tendrá un ahorro. ¿Qué harán el eminente Andreu Mas-Collell y el no tan eminente pero más influyente Xavier Sala-i-Marti con ese dinero? Seguramente, lo que pide ortodoxia económica, a saber, reducir impuestos, amortizar deuda y, si queda algo, invertir para reanimar la economía que tan maltrecha han dejado los austeros manejos del primero de esos personajes. Un momento; buena parte de su deuda la tienen con España, que en los últimos años se ha hecho cargo del déficit financiero de Cataluña, incapaz de acudir por sí sola a los mercados. ¿Devolverá la Cataluña independiente la deuda que tiene contraída con España? No, desde luego, si los españoles nos ponemos tontos; sí, a lo mejor, en un rasgo de magnanimidad, si accedemos a cuestiones que a los catalanes les parecen obvias, como que el Barça continúe jugando en la Liga española, a pesar de todo. Con razón deben de pensar estos tipos que nos tienen cogidos por los mismísimos.

El previsible resultado de la secesión no podría, por tanto, presentarse mejor para los independentistas, toda vez que la separación de bienes, como quien dice, estará para Cataluña limpia de polvo y paja. Concretamente, no esperan tener que cargar con un euro de la deuda contraída por España en los mercados. ¿Por qué habrían de hacerse cargo de nada de eso? Ellos a lo sumo reconocerán la deuda que tienen con España; pero de la deuda de España con otros, nada. Si habido mala gestión financiera en el gobierno central, y de resultas de esa gestión España se ha endeudado, es problema de España, no de Cataluña. Además, no podrían hacerse cargo de un solo euro de esa deuda aunque quisieran. Veamos. España está a punto de deber algo así como un billón de euros; Cataluña representa algo así como el 20% del PIB español; supongamos, por tanto, que 200.000 millones de euros de deuda soberana de España se convierten en deuda soberana de Cataluña. Uno de cada cinco euros, en números redondos. ¿Qué euros, es decir, que acreedores de España pasarán a ser acreedores de Cataluña? Es un problema sin precedentes, y para el que los mercados no tienen solución. Para los independentistas seria estupendo soñar con que los acreedores se rifarían el pasar a acreedores de Cataluña, y es muy probable que sucediera así, toda vez que España entraría en default ("bancarrota", para los legos) de forma inmediata. De casi un 100% de deuda sobre el PIB, España pasaría a un 125%, lo que, dadas las brillantes perspectivas de crecimiento del gobierno Rajoy, supondría el default inmediato. La bancarrota de 800.000 millones de euros supondría, en 2013, un cataclismo global dedimensiones al menos equivalentes a la bancarrota, por una cifra considerablemente menor, de Lehman Brothers en 2008. No sé si el Banco Central Europeo, si la Unión Europea, si el Fondo Monetario Internacional, si la troika en pleno, si... No quiero hablar de más, pero alguien impedirá la secesión de Cataluña.

Por eso digo que, aunque mis simpatías están con Cataluña, la independencia no toca. Ahora bien, hágase la consulta y salga el sol por Antequera.