martes, 8 de septiembre de 2015

Negociar la independencia

No soy el presidente del Gobierno, lo que es mala suerte para los independentistas catalanes, que necesitarían enfrente a alguien con formación para tratar de números más que a quien machaconamente repite: “La ley, la ley, la Ley”; a alguien, en definitiva, capaz de negociar y no a quien da fe de lo que es propiedad de la soberanía nacional de España. Aun así, daré mi opinión, por si resulta de utilidad para salir de este embrollo.

La clave de todo es la deuda soberana de España. Cataluña no puede independizarse sin hacerse cargo de su parte alícuota. Por varias razones, pero sobre todo por una: de no hacerse cargo de su parte, Castaluña nacería como un estado en quiebra desde el principio. No porque lo diga yo, que no soy nadie; sino porque lo dirán las agencias de rating en representación de los mercados internacionales. Sé que esos brillantes economistas que tiene el independentismo opinan que la asignación de deuda soberana al nuevo estado sería “ilegítima”; es decir, que su brillantez no los lleva mucho más allá de concebir un futuro financiero como el de Argentina. Ni siquiera voy a explicar por qué semejante estulticia no se tiene en pie; lo he hecho repetidas veces en este blog. Tan sólo diré que no tengo ninguna prisa, y que para mí será un placer que terminen reconociendo que son malos economistas.

No voy a aburrir con cifras. España debe a los mercados algo más de un billón de euros. Unas cosas por otras, a Cataluña le corresponden 200.000 millones; el Banco de España y subsidiariamente todos como contribuyentes debemos otros 210.000 millones, de los que al futuro Banco de Cataluña le corresponderán unos 40.000 millones, si Cataluña quiere seguir en el euro.
Lo que España tiene que ofrecer: apoyo para reentrar en la UE y la zona euro. Y más importante todavía: durante el periodo transitorio hasta que Cataluña entre de nuevo en el euro, España podría mantener intacto el sistema bancario, lo que significa que Cataluña seguiría de facto en la zona euro, con sus intereses garantizados por el Banco de España, hasta que su propio Banco central pudiera hacerse cargo. Esto es una alfombra roja, no me lo negarán.

Lo que Cataluña tiene que pagar: hacerse cargo de un cuarto de billón de euros de deuda, en números redondos. Supongo que no habrá inconveniente, porque la independencia vale mucho más; una verdadera ganga. El quid radica en la forma de hacerlo. España no puede, sencillamente, ceder a Cataluña 200.000 millones de deuda, porque se trata de un pasivo; hace falta el concurso de los acreedores. Y aquí empiezan los problemas. ¿Por qué a Fulano se le asigna deuda española y por qué a Mengano se le asigna deuda catalana? ¿O por qué no lo echamos a suerte en vez de asignarse a todo acreedor un euro de cada cinco en deuda catalana y cuatro en deuda española? ¿O por qué no hacer un reparto proporcional en lugar de una lotería? En éstas, los dos países podemos quebrar.

Y el caso es que no hay que inventar nada. Basta con aplicar la tecnología desarrollada por la troika con Grecia. La solución es sencilla. España sigue respondiendo del 100 por 100 de la deuda ante los mercados, pero Cataluña se compromete ante España a pagar uno de cada cinco euros de esa deuda, en tiempo y forma. Para garantizar el pago, se constituirá un fondo de activos, de los cuales se realizará todo lo necesario para cubrir eventuales defaults. Dicho fondo estará domiciliado en Luxemburgo (como el griego), y constará de tantos activos públicos como para garantizar el principal de un cuarto de billón. Sin ánimo de ser exhaustivo, incluirá activos como el aeropuerto del Prat; el tramo catalán de la infraestructura del AVE y el Metro y las Rodalies de Barcelona, todas las carreteras públicas, incluso las comarcales, que podrían acabar siendo de peaje; el Parque Güel y la Sagrada Familia (Cataluña nacerá sin Concordato y se podrá desamortizar ese monumento); en definitiva, cualquier bien de titularidad pública, hasta la Moreneta, si es necesario. Una auditoría independiente, o mejor un par, de firmas internacionales, determinará el contenido exacto de dicho fondo. Como veo que la fe de los independentistas en Cataluña es sólida de narices, no tendrán problema en asumir esta carga.


Lo dicho: una ganga.