martes, 13 de septiembre de 2016

Rusia y la OTAN: el que da primero da dos veces

Las maniobras que militares que Rusia está realizando en la parte europea de su territorio han vuelto a poner de actualidad la eventualidad de que su ejército se prepare para la guerra. Desde la ocupación rusa de Crimea, el fantasma de un conflicto de grandes dimensiones ha planeado sobre los confines de Europa. Entonces, ya va para tres años, comenzó un proceso de acumulación de fuerzas de la OTAN desde el Báltico hasta el Mar Negro, y esa movilización, replicada por otra rusa de comparable magnitud, no puede sino desembocar en la retirada rusa de Crimea o en el comienzo de una guerra por recuperarla. Los occidentales esperaban que las sanciones terminarían obligando a Vladimir Putin a claudicar, pero está claro que no es así. Rusia ha buscado una salida económica por la parte asiática de su territorio, con acuerdos como el milmillonario sobre el gas con China. Rusia, necesitada de ingresos, ofrece buenas condiciones de suministro y precio, y los países de Asia no dejan escapar oportunidades por Ucrania, que sólo importa a Estados Unidos y Europa.

Siendo la guerra entre la OTAN y Rusia una perspectiva dotada de un alto grado de certeza, cabe preguntarse por su carácter, total o limitado. No hay muchas dudas de que, una vez rotas las hostilidades, la contienda no escalará hasta el uso de armamento nuclear. En primer lugar, porque será (según lo señalado antes) una guerra europea con presencia norteamericana. Y segundo, porque ambos bandos saben que el otro puede infringirles pérdidas muy superiores a las hipotéticas ganancias del conflicto. La guerra será, por tanto, en pos de objetivos limitados y terminará en negociaciones.

Previsiblemente, se desarrollará en dos teatros; uno, en las costas del Báltico; otro, en las del Mar Negro. Puesto que cabe esperar, al menos en principio, una estricta neutralidad por parte de Bielorrusia (país que lleva tiempo tratando de guardar un equilibrio imposible entre ambos bandos), habrá dos frentes en el Báltico; en ellos llevará a cabo la OTAN sus operaciones ofensivas. El objetivo principal será la conquista del exclave de Kaliningrado, una base naval rusa y el territorio circundante, de un millón de habitantes, que sólo tiene frontera con países de la OTAN y sin contacto con el territorio ruso metropolitano. Los occidentales pueden conquistarlo con una pinza, entrando por el noreste desde Lituania y por el suroeste desde Polonia, dos países en los que la acumulación de fuerzas de la OTAN ha sido particularmente notable. El segundo frente se abriría en Estonia y Letonia, que mantienen frontera con Rusia, la primera a menos de 200 km de San Petersburgo. En este frente, a mi juicio, la OTAN amenazará la segunda ciudad rusa más que intentar conquistarla, puesto que apoderarse de una metrópolis de cinco millones de habitantes puede crear problemas de aprovisionamiento a la población civil casi insolubles. Si el resultado de la guerra se limitara a la conquista de Kaliningrado, el éxito de la OTAN sería completo. Después de todo, Crimea es sobre todo la base naval de Sebastopol, y se trataría de cambiar una base naval por otra.

Pero es dudoso que Rusia se deje arrinconar en la guerra defensiva a que querría reducirla la OTAN. Lo mismo que los occidentales en el Báltico, Rusia ha acumulado fuerzas en el Mar Negro, que es el teatro en que, por razones logísticas, puede tomar la iniciativa. Aparte de Crimea, Rusia tiene un número creciente de efectivos militares en los distritos secesionistas del este de Ucrania; también en Transnistria, la provincia moldava de mayoría rusófona. También, ha estado desplazando su escuadra del Báltico al Mar Negro, sobre todo para que no se la hundan los occidentales. Mi opinión es que el oso ruso no intentará destruir Ucrania de un zarpazo y se limitará a hacerse con Odesa, el puerto comercial más importante del Mar Negro, de un millón de habitantes. Es previsible que mientras la OTAN se apodera de Kaliningrado, de muy difícil defensa por Rusia, ésta trate de apoderarse de Odesa por medio de un tridente. Por el este recorriendo la costa desde Mariupol, en el mar de Azov, a cuyas puertas se encuentran actualmente los separatistas pro rusos; por el oeste, desde Transnistria; y por mar, en el centro, desde Sebastopol. Por tanto, el objetivo ruso en esta guerra será cambiar Kaliningrado por toda la costa ucraniana del Mar Negro, desde la actual frontera rusa hasta la moldava.

Los occidentales no deben de tener muy claro cómo impedir que Rusia alcance sus objetivos en caso de guerra declarada. De ahí su vacilación en romper hostilidades. Para reducir ese riesgo, la OTAN necesitaría acumular en Ucrania tantas fuerzas como ha acumulado en el Báltico. Pero eso es mucho más difícil que lo hecho hasta ahora. Una cosa es movilizar a las repúblicas bálticas y a Polonia, siempre recelosas de las intenciones del gran vecino del este. Otra muy distinta, lograrlo con Rumanía y el resto de países europeos de la OTAN (algunos con gobiernos decididamente pro rusos, como Hungría y Grecia), para quienes la amenaza rusa es más una retórica en el juego de las grandes potencias que un temor dueño de la calle.

Ahora bien, el problema de los occidentales es que si ellos no atacan primero en el Báltico, la acumulación de fuerzas rusas en el Mar Negro buscará una salida en la ruptura de hostilidades. Las armas son herramientas de mal agüero, dejó escrito Sun Tzu precisamente por eso. Y si Rusia vuelve a tomar la iniciativa, no se conformará con Odesa.




domingo, 11 de septiembre de 2016

El quinto ensayo nuclear norcoreano

El pasado 9 de septiembre diversos observatorios registraron un temblor de 5,3 grados en la escala de Mercalli y con epicentro en el noreste de Corea del Norte. Se atribuye a un ensayo nuclear realizado en el Sitio de pruebas de Punggye-ri, donde se han efectuado todos los de su especie hasta la fecha. Éste es el quinto, y el mayor de todos. Diversos geólogos han llamado la atención sobre la proximidad del volcán Paektu, en activo aunque la última erupción fue en 1903. Todas las pruebas han sido subterráneas, y existe el temor de que su repetición pueda desencadenar una erupción en fecha más o menos cercana.

Se especula con la importancia estratégica de este ensayo. La carrera nuclear de Pyongyang empezó en 2006, con una explosión que se estima en menos de 1 kilotón (kt) de potencia. A efectos de comparación, la explosión de Hiroshima fue de entre 13 y 15 kt. Desde entonces, la potencia ha ido creciendo; en 2013, el tercer ensayó alcanzó una estimada entre 6 y 16 kt, equivalente a la del segundo ensayo estadounidense, que destruyó por completo la ciudad japonesa. Al parecer, el cuarto ensayo, en enero de este año, fue un fracaso relativo pues, aunque Kim Jong-un, el líder norcoreano, presumió de haber conseguido la bomba de hidrógeno, se estima que la potencia no llegó a 10 kt. La primera bomba-H, «Ivy Mike», explosionada por los estadounidenses en el atolón Enewetak del Pacífico el 1 de noviembre de 1952, alcanzó 10,4 megatones (mg), más de mil veces la potencia del ensayo norcoreano de enero de 2016. La del ensayo de septiembre se estima en 20-25kt, todavía muy insuficiente para calificar el arma asociada de «bomba de hidrógeno» o «termonuclear».

Sin embargo, los expertos llaman la atención sobre la progresión norcoreana. Pyongyang parece estar cubriendo etapas en un recorrido que han cubierto antes las potencias nucleares más avanzadas. Estados Unidos, en su quinto ensayo nuclear, Yoke, también en el atolón Enewetak, en 1948, introdujo uranio enriquecido lo que, con ciertas innovaciones técnicas, permitía a la vez reducir el peso de la bomba y aumentar la potencia. Ésta alcanzó 40 kt; lejos de la bomba-H pero al menos tres veces superior a la bomba-A de Hiroshima. Los expertos se dividen. Unos están casi seguros de que Corea del Norte introdujo dichas innovaciones en el ensayo de enero (pero algo salió mal) y en el de septiembre, donde ha tenido éxito; otros creen que la potencia se mantiene en el rango de Fat Man, la bomba de Nagasaki (21 kt). La importancia radicaría, en este caso, no tanto en la potencia, que también, como en la reducción del peso. Fat Man pesaba 4.670 kilos. Un peso así no puede ser transportado más que por un bombardero estratégico. Pero una bomba que pesara 500 kilos con esa potencia podría ser lanzada con los misiles balísticos que ha ensayado con relativo éxito Corea del Norte: Hwasong-7, tierra-tierra, con un alcance de 1.000 km, y Pukkuksong-1, lanzado desde submarino y con un alcance de 500 km, lo que expone a Japón y a la base de Guam, posición más avanzada de Estados Unidos en el Pacífico. Los expertos calculan que el peso de la carga nuclear obtenida por Corea del Norte hasta la fecha ronda los 650 kg.

El anuncio llega en el peor momento para Occidente. Estados Unidos se ha comprometido a fondo con el fallo del Tribunal Internacional de La Haya, en julio de este año, que es contrario a los intereses de China en los mares circundantes. La presencia de una potencia nuclear que es firme aliada del gigante asiático no puede sino arrojar nuevas sombras sobre el futuro de la región.