domingo, 13 de mayo de 2012

Consecuencias geoestratégicas de Grecia

Las consecuencias geoestratégicas de Grecia

Richard Sinston, que publica un simpático blog (aquí), me sugiere una entrada sobre las recientes elecciones griegas. Ahora que ha transcurrido una semana, y que se ha manifestado un rotundo fracaso de todos los intentos de formar gobierno, creo que puedo escribir algo.

Económicamente, la situación de Grecia es desesperada ma non troppo. Lo inmediato será la convocatoria de nuevas elecciones y la retención «cautelar» de un pago de 11.700 millones de euros incluido dentro del segundo rescate. Si todo sale como está siendo pronosticado por las encuestas de opinión, ganará Syriza, con una mayoría insuficiente para formar gobierno, salvo que el nuevo gobierno se comprometa, bien a permanecer en el euro a toda costa (para lo que contará con el apoyo del Pasok, Nueva Democracia e Izquierda Democrática), bien a salir del euro (para lo que posiblemente contará con el de Izquierda Democrática y seguro con el de comunistas y Griegos Independientes, y puede que hasta el de los nazis). Duro dilema para un partido, o mejor una coalición que ha hecho de la ambigüedad calculada su estrategia electoral de éxito. En cualquier caso, es muy probable que Syriza se rompa en el acto. Aun así, tendrá que poderse formar gobierno en una dirección o la otra. Supongamos que resulta una salida voluntaria del euro.

Salir del euro parece fácil, pero me temo que no lo será tanto. Para empezar, es muy posible que la Unión Europea (esto es, el eje franco-alemán) imponga la salida también de la propia Unión. ¿Por qué? Psss… Digamos que Grecia muy probablemente repudiará toda la deuda exterior, tanto soberana como de los bancos. Poco más o menos, lo que hizo Islandia en 2008. Pero lo que se permitió a Islandia entonces difícilmente se le permitirá a Grecia ahora. Primero, porque en vez de poco más de 30.000 millones de euros, serán más de 300.000 millones. Segundo, y más importante, porque en la UE rige una cosa que se llama la preferencia comunitaria, y que viene a significar que el gobierno griego no puede tratar a los comunitarios no griegos de forma distinta a los griegos. Es improbable que el gobierno griego repudie la deuda que mantiene con bancos griegos, porque eso supondría la quiebra de éstos. Si, por ejemplo, repudia la deuda con bancos franceses y alemanes, pero no con bancos griegos, Grecia habrá roto con la preferencia comunitaria y estará de facto fuera de la UE. Dicho de otra forma, Islandia pudo hacer lo que hizo porque estaba fuera de la UE. Para poder hacer otro tanto, Grecia tendrá que salir de la UE. A ésta no le vendría mal, por otra parte, que desapareciera un obstáculo principal al ingreso de Turquía. (Otro es la oposición de Francia, pero sobre todo de su derecha; sin Grecia, Hollande tendría la oportunidad de dar en este tema un viraje histórico, de ésos que hacen brillar la «grandeur» francesa).

Fuera de la UE, Grecia sufrirá muchos problemas, y sobre todo financieros. Necesitará divisas para poder funcionar, y no está claro de dónde podrá sacarlas. Una situación así es la que sufre Argentina desde 2005, cuando dejó de pagar su deuda externa. Sin divisas, no se puede importar bienes y servicios necesarios para producir otros susceptibles de ser exportados. Es una suerte de círculo vicioso. No se exporta porque se carece de importaciones de calidad, y no se importa porque no se exporta como para obtener las necesarias divisas. Una pescadilla que se muerde la cola. Argentina empezó a salir del atolladero en 2009, cuando China reparó en que Argentina es el tercer productor de soja del mundo. Ahora ésta es un suministrador casi exclusivo de alimentos que adquiere aquélla. ¿Quién hará lo mismo por Grecia?

La respuesta es fácil: Rusia. Rusia, que, a punto de perder sus últimas bases navales en el Mediterráneo, que mantenía en Siria (y de ahí su apoyo al régimen en su agonía), tendrá que buscar otras de recambio, y el candidato ideal sería Grecia. Parece complicado, pero no lo es tanto. Grecia y Rusia comparten la misma religión mayoritaria, el cristianismo ortodoxo. (No olvidemos, a título de ilustración, que la Comunidad Europea la crearon Robert Schuman y Konrad Adenauer, un católico francés y un católico de Renania). Después de la segunda guerra mundial, la URSS traicionó la debida solidaridad entre correligionarios y dejó que las tropas británicas aplastaran una insurrección de comunistas griegos. Ahora, Rusia tiene la oportunidad de enmendar aquel desencuentro histórico. Grecia tiene todos los motivos para sentir una profunda decepción con Europa y la sociedad occidental. Con toda probabilidad, la salida de Grecia del euro supondrá su salida de la UE y de la OTAN, para entrar a orbitar en el glacis ruso. El realineamiento de Grecia frenará la aproximación de Serbia a la UE e introducirá serias dudas en el actual alineamiento de Bulgaria, otros dos países de mayoría ortodoxa amén de eslavos. De ahí la importancia que adquiere el partido comunista griego, al que los medios califican de «prosoviético». ¿Prosoviético? Es ridículo; los soviets ya no existen. Sencillamente, pro ruso. A medio plazo, su destino es convertirse en árbitro de la situación, no sólo en Grecia sino en todos los Balcanes.



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