miércoles, 19 de septiembre de 2012

El dilema económico de este tiempo


Ewald Nowotny, miembro del consejo de gobierno del Banco Central Europeo y uno de sus más autorizados portavoces, pronosticó esta semana que la crisis de deuda soberana en Europa se prolongará hasta 2020. La crisis de deuda soberana en Europa es sólo uno de los episodios de la crisis global que atraviesa la economía mundial desde 2008, y queda al criterio del lector dilucidar si la solución del episodio se adelantará a la de la crisis general o al revés. En todo caso, es evidente que las perspectivas de recuperar un crecimiento sostenido se retrasan en el tiempo.

Es legítimo preguntarse por qué. Y también qué dicen/decimos los economistas al respecto. ¿Tan malos somos, profesionalmente hablando? Sinceramente, estimo que no. Lo que ocurre es que hay mucho en juego, y cuando hay mucho en juego tomar decisiones o simplemente dar la propia opinión sobre la decisión que hay que tomar se convierte en extremadamente arriesgado. Y, por regla general, los humanos somos adversos al riesgo. Así, cuando aumentan las apuestas los espectadores se callan y crece la tensión.

Estamos en una situación en que la política económica debería tomar uno, y solo uno de dos cursos posibles. Resumiendo mucho, los llamaré estrategias «austriaca» y (neo/post) keynesiana. La estrategia «austriaca», inspirada en la obra de economistas con Mises y Rothbard, pretende que la Gran Desregulación de las décadas de 1980 y 1990 se quedó corta, particularmente en los ámbitos fiscal y monetario. Claro, cómo desregular dos tipos de actividad que lleva a cabo, básicamente, el gobierno. La desregulación de los mercados de bienes y servicios, por otro nombre liberalización, habría sido quizá suficientemente completa, pero se mantuvo un expansionismo monetario, combinado con déficits fiscales, que infló burbujas una tras otra, hasta que una – la de las hipotecas subprime en EE.UU. – estalló en 2007 y arrastró al mundo a la mayor crisis del capitalismo en cien años. La conclusión es que hay que ajustar presupuestos públicos y eliminar déficits, y vincular el crecimiento del dinero a la evolución natural de un activo que no pueda ser intervenido, para restar posibilidades de intervención a los gobiernos. Tal activo es el oro. Por tanto, no hay más solución que retornar al patrón oro, cuyos mecanismos automáticos no dejarán a los gobiernos, nacionales o supranacionales, intervenir en la economía con tan mal acierto como hasta la fecha.

La segunda estrategia es la keynesiana. Para el keynesianismo, el capitalismo funciona a base de burbujas. No puede funcionar bien de otra manera. Sin burbujas, hay depresión y estancamiento. Y la alimentación de las burbujas exige déficits públicos y expansión monetaria, o sea, inflación; moderada, si se quiere, pero inflación. En esa perspectiva, el patrón oro es el mayor freno que se podría poner al crecimiento, porque restringe la expansión monetaria a la extracción de metal de las minas de todo el mundo, que es más lenta que el crecimiento de la economía mundial a que estamos acostumbrados y que ha permitido incorporar a los países emergentes a la globalización.

Ambas estrategias son antitéticas. Para el «austriaquismo», no hay manera de conservar la inflación en cotas moderadas y las expansiones fiscales y monetarias se terminan traduciendo en confiscación de los ahorros invertidos de forma no especulativa. Y en verdad, las burbujas favorecen sobre todo a los especuladores. La reversión del oro a la condición de activo monetario permitiría al ahorro no especulativo encontrar un refugio supremo, del que ahora carece. De modo que para el «austriaquismo», el keynesianismo conduce a hiperinflación confiscadota y para el keynesianismo el «austriaquismo» genera depresión crónica. Si se escoge un camino, efectivamente, los riesgos anunciados por los defensores del otro se hacen presentes.

Por ahora, el mundo ha optado por no decidir. O mejor, por cierto zigzag cuyas oscilaciones tienden a desaparecer en una especie de «tercera vía». La «tercera vía» es apadrinada por la corriente principal del pensamiento económico de nuestro tiempo, la neoclásica, también llamada durante un tiempo «síntesis monetario-keynesiana», pero que ahora quizá debería llamarse «síntesis monetario-austriaca». El componente dominante es el monetarismo, o la idea de que la actuación del banco central a escala nacional o la coordinación entre bancos centrales a escala internacional pueden sustituir al patrón-oro. En todo lo demás, la «tercera vía» coincide con la «austriaca». El keynesianismo ha quedado arrinconado, sin voz real para opinar.

Pero la diferencia entre «tercera vía» y «austriaquismo» dista de ser baladí. Inevitablemente contaminada de intereses políticos, la gestión monetaria por los bancos centrales introduce muchas perturbaciones y genera incertidumbres, que terminan por sembrar la desconfianza en los mercados. La inversión no termina de reanimarse, y el tono de la economía continúa siendo permanentemente bajo.

Los lectores habituales de este blog tienen suficientes elementos de juicio para discernir cuál es mi posición en este debate.



6 comentarios:

  1. Yo creo que ambas "escuelas" fallan en lo esencial. Para los austriacos es posible un equilibrio económico, y para ello basta con desregular lo suficiente y volver al patrón oro. Si se desregula, se cree que esas perturbaciones serán locales y de menor tamaño. Habrá más explosiones pero controladas. Y por otro lado el oro limitará a los gobiernos en las burbujas. Por desgracia, la creación de dinero dista mucho de depender del oro. Hoy en día, y con internet y las nuevas tecnologías, no tardarían en aparecer otras alternativas al patrón oro, a nivel local, empresarial o comunitario, y salvo diseño, podrían dar lugar a burbujas. Por otro lado, la estabilidad bajo el patrón oro es mítica y hasta un neoliberal como Friedman la "denunció". Un gobierno siempre podrá romper la convertibildiad o símplemente rebajarla.

    Por otro lado, los keynesianos, asumen que los la economía es cíclica y que para contrarrestar los cracks basta con expandir el gasto público. En mi opinión, esa idea es correcto con una salvedad, que esto fue posible cuando los recursos naturales y energéticos mundiales eran baratos y abundantes.

    Lo que ninguna de las dos escuelas parece entender son los límites del planeta. Quizá sea más necesario que nunca una nueva teoría económica que sintetice los límites planetarios con los ciclos económicos.

    Keynesianos y austricos actuales fallaron al comprender que los bancos crean dinero y no tanto los bancos centrales. Y hoy en día creo que la gran mayoría de economistas no entienden que el dinero debería ser un reflejo de la energía disponible.

    Si se amplia el crédito, y luego la energía disponible impide cumplir esa expansión, el sistema se tambalea.

    La cuestión es si podemos decrecer o al menos llegar a un steady-state que nos permita vivir.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta la introducción de los límites del crecimiento.

    ¿Es posible, incluso con políticas keynesianas, volver siquiera a las tasas medias de crecimiento de los últimos treinta y cinco años?

    ¿No se está poniendo una meta para las actuales sacrificios, desigualmente repartido, que ya es inalcanzable?

    ¿Es eliminable el desempleo actual a base de políticas de crecimiento y de aumentos de productividad?

    ¿Se mide mal actualmente la actividad económica en el contexto de economías de los servicios? Y por lo tanto si es posible crecer, ¿el problema es solo de contabilización del crecimiento? O, ¿se trata de privatizar, y, poner a precios de mercados servicios como la sanidad, la educación, en general los servicios públicos. Así pues no hay ni que cambiar la forma de medir el PIB, solo se trata de cambiar la forma de producirlos y ponerlos en circulación?

    ResponderEliminar
  3. Los austriacos no piden volver al patrón oro. Suele decirse así, pero lo que se pide de forma precisa es la libertad de elección de moneda. Claro que surgirían nuevas formas de dinero. El oro no es a priori el final del camino. (Un ejemplo actual son las bitcoin, por ejemplo.) Lo del oro se dice porque hasta ahora el mercado lo había elegido como dinero y cabe pensar que siga siendo así, pero no es más que una conjetura. La clave es que el dinero burbujil se depreciaría en relación al estable y por tanto sería borrado del mapa. Yo puedo hacer mi moneda. Pero si con ella comprar un pan vale 1JL y en 1 año vale 1000JLs, poca gente querrá usarla. Sobre la estabilidad del patrón oro, hay que matizar que depende de con qué la compares. Se dijo en un artículo esto http://www.theatlantic.com/business/archive/2012/08/why-the-gold-standard-is-the-worlds-worst-economic-idea-in-2-charts/261552/ sobre el oro y se le respondió aquí http://www.acting-man.com/?p=19285 . Pero vamos, si el oro no es una buena idea y se muestra volátil, la gente lo abandonará en pos de una moneda que sea más estable. Hay cabida para todo.

    Respecto a los límites del crecimiento, hay que recordar que los recursos están dados a escala universo, pero no a humana; tenemos un universo por explorar, y hace poco abrió una compañía con el propósito, precisamente, de la minería espacial. Por otro lado, el aumento de la eficiencia hace que podamos hacer hoy con menos lo que antes requería más. Hacer un ordenador antes era bastante intensivo en recursos. Hoy podemos tener esa potencia por una fracción. Empleamos menos recursos materiales, pero es cierto que empleamos más energía. Ahora mismo tenemos petróleo para unos 50-100 años, según quién; y gas pizarra para algunos más. Y con las centrales nucleares de III y IV generación habría uranio (o torio) suficiente para al menos 1000 años. Eso por no hablar de la energía de fusión, que irrumpirá antes o después o las renovables, que si bien ahora mismo no son tan energéticamente eficientes como las no-renovables, están camino de serlo.

    Luego dices que los austriacos fallan al entender que los bancos crean dinero: pero precisamente una de las cosas que critica (parte) de la escuela austriaca es la reserva fraccionaria, que es eso mismo! (Realmente la RF no tiene nada de malo siempre y cuando sea en un entorno de libertad bancaria. El problema es cuando un banco hace préstamos a largo con ahorros a corto. Entonces tienes un ciclo. Por así decirlo, los tipos de interés reflejarían que la sociedad quiere invertir a largo plazo cuando lo que quiere no invertir tanto y consumir.)

    ¿Qué ocurrirá si las peores condiciones se dan y realmente ninguno de estos proyectos llega a término? Pues que los precios subirían progresivamente (El petróleo no va a desaparecer de un día para otro, será gradual) y se irían buscando otras alternativas con los recursos que se tengan. Habría un auge en la industria del reciclaje y reutilización y habría un shock de transición hacia una economía de mantenimiento. Sea pues. Pero veremos si tales condiciones se dan.

    ResponderEliminar
  4. ¿Digo que los austriacos fallan en entender que los bancos crean dinero? No sé dónde he escrito algo parecido. Claro que lo entienden, y hacen de ello una de las críticas al sistema actual de gestión por los bancos centrales. Ahí está la obra, bien profusa, de Jesús Huerta de Soto, entre los austriacos actuales. O la de Mises, entre los más antiguos.

    En cuanto a lo que dices del patrón oro, psss... Cualquier dinero vale, sí ¿y qué? Eso no quita para que los austriacos crean que unos dineros son mejores que otros. En general, han defendido que el dinero más estable es el que tiene por base el oro. La excepción es Hayek, que en 1943 defendió un patrón-commodities, compuesto por índices de precios de un buen número de materias primas, que habría hecho hoy las delicias de Goldman Sachs.

    ResponderEliminar
  5. El tema de los límites al crecimiento impuestos por razones conservacionistas me parece bastante inmaduro. Cualquiera que haya visitado un país realmente pobre se habrá dado cuenta de que la falta de actividad deteriora el medio ambiente más que el exceso de actividad. Los países ricos tienen una mejor calidad medioambiental porque producen actividad conservacionista, y no tanto porque frenen sin más la que no lo es. El mundo salió de la crisis del petróleo de los años setenta porque aprendió a ahorrar en energía, produciendo sistemas que lo favorecían, más que dejando de lado las actividades que la consumían. Creo que imponer un freno a todas las actividades porque algunas consumen mucha energía o porque algunas amenazan el medio ambiente es una forma equivocada de enfocar el problema.

    ResponderEliminar
  6. Mi comentario era una respuesta a Aitor, debí haberlo indicado.
    Sí, para los austriacos nos dineros son mejores que otros (por tener propiedades como una ratio existencias/flujo elevada (Harían falta 80 años para producir la cantidad de oro hoy existente, versos los 2 años o menos del maíz), divisibilidad, y otras http://www.juandemariana.org/comentario/2135/propiedades/dinero/ )

    Sobre que la falta de actividad deteriore el medio ambiente más que el exceso, creo que es más bien las actividades ineficientes son las que hacen tal cosa. Si la actividad es cero, no hay polución, pero si la actividad es elevada, como en los países desarrollados, seguramente también sea altamente eficiente, por razones intrínsecas al mercado habrá poca, debiendo haber un máximo entre ambas (la llamada curva de Kuznets). Así pues, la polución crece inicialmente y luego comienza a decrecer.
    Si es físicamente posible producir con mayor eficiencia, o reciclar para seguir produciendo, eso será lo que ocurra si nos enfrentásemos a una situación apocalíptica. Coincido en que no hay que imponer un freno a las actividades que consuman energía (siempre que no perjudiquen a terceros vía externalidades, claro está)

    ResponderEliminar