Sé que cometo una incorrección en español al utilizar el
término ‘anticlimática’ con su sentido anglosajón, pero no encuentro modo de
expresarlo igual de brevemente en castellano. Lo que quiero decir es que las
derechas habrían querido que la manifestación en la plaza de Colón del 10 de
febrero fuera un clímax en su esfuerzo combinado por desalojar al PSOE del
Gobierno, y el resultado no ha sido el esperado. El titular alternativo era Gatillazo de la derecha, pero me parecía
demasiado ordinario.
Convocaron para defender la unidad de España y pongamos que
juntaron a 200.000 personas; eso viene a ser la décima parte de lo logrado por
los independentistas en Cataluña, varias veces. Aparentemente, una derrota de España.
No lo es en absoluto. Más bien es lo contrario. Allí no estaba España
defendiendo su unidad y nadie lo interpreta así, ni siquiera los
independentistas. Lo que hubo es un acto preelectoral de tres partidos de
derechas que trataban de capitalizar, barriendo cada uno para casa, lo que
entendían era un momento de debilidad extrema del gobierno Sánchez. La política
tiene estas cosas: el momento de aparente debilidad esconde una fuerza de reserva
inesperada.
Todo el mundo da por hecho que Sánchez se equivocó al
proponer la figura del relator en sus
conversaciones con los independentistas. Incluso él lo creyó, y por eso dio marcha
atrás precipitadamente. Es al contrario; el relator transpiraba una sincera
voluntad de diálogo (quizá demasiado sincera) y los independentistas han
respondido con un chantaje: o aceptas mis condiciones o te saco del Congreso.
Esto contribuirá a abrir los ojos de Europa porque el diálogo no se lleva con
tanta rudeza y porque esos presupuestos los ha aprobado Europa, y lo que esta
quiere es que la senda de déficit se mantenga, y finalmente porque el gesto de
los independentistas llega a renglón seguido de la advertencia de Puigdemont de
que no olvidarán la inacción comunitaria frente al muy fundamental problema de
derechos humanos en Cataluña. Como a los serbios antes de la Primera Guerra
Mundial, solo les interesan sus propios problemas.
La manifestación para castigar el tremendo error de Sánchez no ha encontrado acogida en la sociedad
española; faltaría más que la extrema derecha no lograra reunir a 200.000
personas en Madrid. Logró reunir más en las manifestaciones Pro Vida y contra
la interpretación oficial del 11M. Pero la sociedad española no se ha dejado
manipular por los voceros oficiales del ser de España. En eso, ha sacado
ventaja a la sociedad catalana, donde los voceros oficiales del ser de Cataluña
continúan arrastrando a dos millones. Y resulta que España es la fascista, con
su denostado régimen del 78 a
cuestas. A ver si va a ser al revés. España es una nación plural, diversa y
democrática, de donde no se expulsa a nadie por no comulgar con ruedas de
molino. Y eso también lo está viendo Europa.
Ahora, a los independentistas les queda la crucial decisión
de votar contra los presupuestos con la derecha, y terminar así de quitarse la
careta, o pasar por las horcas caudinas que Sánchez ha tenido tanta habilidad
(y tanta suerte) en prepararles. Y en cuanto a las derechas, solo les queda la
victoria pírrica de ver cómo Sánchez convoca elecciones para ganarlas. Otra
cosa es que pueda formar gobierno, pero eso tampoco lo tendrá muy difícil.
Veremos a Ciudadanos apurarse en colaborar con los socialistas, revitalizando
viejos pactos, y sobre todo para lavar la imagen de sus líderes fotografiándose
con los de Vox.
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